Tres años y dos meses después de que los tanques de Putin cruzaran la frontera, quebrando para siempre la vida de 43 millones de ucranianos, todo parece girar en torno a unas negociaciones de «paz» que no son otra cosa que una componenda imperialista entre EEUU y Rusia por ver cómo se reparten Ucrania, cuánto territorio, recursos y áreas de influencia se queda Moscú y cuánto queda como coto de explotación para Washington.
Sin embargo, por debajo de esta feroz disputa hay una montaña de ruinas y cadáveres. Los que dejan más de mil días de devastadora guerra.
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Muerte y destrucción para la población civil
Ucrania es -incluso por encima de los sangrientos conflictos que se sucedieron en los Balcanes tras la desintegración de Yugoslavia- la más violenta de las guerras que ha tenido lugar en suelo europeo desde la II Guerra Mundial.
Cuando la guerra dista mucho aún de haber finalizado, y cuando las bombas y drones vuelan por cientos y miles a la semana sobre el cielo ucraniano, es difícil contabilizar aún el número total de víctimas mortales.
Ucrania es la más violenta de las guerras que ha tenido lugar en suelo europeo desde la II Guerra Mundial.

Según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), hasta febrero de 2025 se había confirmado la muerte de más de 12.600 civiles y más de 29.000 heridos. Entre las víctimas hay al menos 2.400 niños. Esta cifra solo incluye muertes confirmadas a través de visitas de campo limitadas, entrevistas o documentación fiable, como registros forenses o datos médicos. Pero las mismas fuentes confiesan que ese recuento es provisional, y que la cifra real de muertes entre la población civil es, «con toda probabilidad, considerablemente mayor, particularmente por la casi imposibilidad de verificar muertes en áreas ocupadas por Rusia».
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH) afirma que la mayoría de las muertes entre la población civil ucraniana se produjeron en los primeros y brutales meses de la invasión rusa, cuando las tropas del Kremlin trataron de tomar por asalto la capital, Kiev, y perpetraron masacres como la de Bucha. Según la ACNUDH, casi todas las víctimas murieron debido a bombardeos, misiles, cohetes, ataques aéreos y ataques con drones en zonas residenciales densamente pobladas.
Como resultado de tres años de invasión, de los bombardeos y de los ataques aéreos (más del 90% dirigidos contra objetivos no militares), un total de 12,7 millones de ucranianos necesitan ayuda humanitaria, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). De ellos, unos 10 millones de personas han huido de sus hogares y están desplazadas dentro de Ucrania (3,7 millones) o en el extranjero (6 millones, en su mayoría en países europeos como Polonia y Alemania).
Las mismas agencias de la ONU arrojan algunas cifras sobre la destrucción material de Ucrania. Los más de 25.000 misiles y drones lanzados por Rusia sobre Ucrania desde el inicio de la invasión, han destruído más de dos millones de hogares, el 10% de las viviendas de Ucrania, dejando al menos a dos millones de familias sin un refugio adecuado.
Más del 90% de los ataques aéreos rusos han ido dirigidos contra objetivos civiles.
Se han registrado más de mil ataques a instalaciones sanitarias, incluyendo hospitales, clínicas y maternidades, y otros 3.600 contra escuelas, campus universitarios y edificios educativos o culturales. Los repetidos ataques al sistema energético, durante tres inviernos seguidos, han dejado a las ciudades sin electricidad, calefacción y servicios esenciales en condiciones gélidas. Hasta noviembre de 2024, Ucrania había perdido dos tercios de su capacidad de generación eléctrica en comparación con antes de la guerra.
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Bajas en el campo de batalla
Mucho más difícil es conocer los números reales de bajas entre los soldados de ambos bandos. Tanto Rusia como Ucrania envuelven el número de muertos y heridos irreemplazables bajo un pesado manto de secretismo, para no ofrecer al enemigo una valiosa información acerca del estado real de sus fuerzas. Sin embargo, es evidente que el número de muertos en combate es muy abultado, que cada kilómetro cuadrado invadido o reconquistado se ha cobrado un precio desorbitado en vidas, y que un ritmo de aniquilación así no se veía en Europa desde la II Guerra Mundial.
Ante el vacío de información oficial, o su poca credibilidad, los cálculos más fiables vienen las estimaciones hechas por think tanks de estudios militares o de grupos independientes de periodistas, que rastrean obituarios, condecoraciones póstumas y otros registros publicados en línea.

En diciembre de 2024, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski informó que 43.000 soldados ucranianos habían muerto desde el inicio de la guerra, pero las investigaciones de dos plataformas digitales especializadas -Lostarmour.info y UALosses.org- ofrecen otras cifras sustancialmente más elevadas, elevando el número a entre 62.000 y 100.000 bajas ucranias. En septiembre de 2024, otra investigación del Wall Street Journal estimaba el número de soldados ucranianos muertos en 80.000, y el de heridos en 400.000.
Otras fuentes, como el corresponsal de guerra ucraniano Yurii Butusov elevan la cifra a 105.000 soldados ucranianos han sido “irremediablemente perdidos”, cifra que incluye 70.000 muertos y 35.000 desaparecidos en combate.
Lo mismo ocurre con los soldados rusos. El único reconocimiento de un número oficial de soldados muertos por parte del Kremlin se produjo en septiembre de 2022, cuando ofrecieron la nada creíble cifra de 5.937 muertos. Desde entonces Moscú ha guardado celosamente el secreto.
Cada kilómetro cuadrado invadido o reconquistado se ha cobrado un precio desorbitado en vidas, y que un ritmo de aniquilación así no se veía en Europa desde la II Guerra Mundial.
Lostarmour, un proyecto gestionado por una decena de voluntarios rusos anónimos, estima que las bajas de su propio país ascienden a más de 150.000 muertes en el campo de batalla hasta noviembre de 2024. Pero el Wall Street Journal eleva el número de bajas militares a 200.000 muertos y otros 400.000 heridos, y una investigación de la cadena británica BBC junto con al medio independiente Mediazona, sugiere que el número real de soldados muertos rusos podría estar entre los 158.885 y los 229.500.
Por cada baja ucraniana, hay casi dos rusas. La invasión decretada por Putin en 2022 no sólo ha perpetrado una larguísima lista de crímenes de guerra contra la población civil ucraniana, sino que ha usado a sus propias tropas como carne de cañón. Pero poco parece importar eso al Kremlin, que sabe que -a diferencia de Ucrania- tiene aún una enorme reserva demográfica para sostener su invasión. Putin decretó un reclutamiento forzoso de 300.000 soldados en 2023, y si fuera necesario podría volverlo a hacer.
El resultado es un abismo creciente: en el frente hay actualmente más de 400.000 soldados rusos enfrentándose a 250.000 ucranianos, según cálculos de algunos analistas militares