Cuando se bordea un precipicio

«En el caso concreto español ese fuerte incremento de la carga del Sector público, se acompañaba de notables endeudamientos de las familias, de las empresas no financieras y de las empresas financieras. Por eso, en grandí­sima parte, el apoyo para estas realidades tiene que venir del exterior. El Banco de Pagos Internacionales estima que los bancos europeos han prestado -y los debemos- 851.000 millones de dólares a España.»

Esto es lo que exlica la portada de «The Economist» de 17/23 de abril de 2010. Se exhibe en ella una cara con la boca muy abierta, atiborrada de euros. A su lado una placa donde se lee, tras la palabra «Busto griego» y, debajo, la fecha de 2010 después de Cristo: «Por favor, sea generoso para apoyar esta efigie. Y también a España, Italia, Portugal, y los bancos europeos». Y este endeudamiento transmitido a la Banca europea, añade el contagio de la crisis de Grecia porque, a causa de la crisis posible de España y Portugal, «el entero sistema bancario europeo pueda implosionar». (ABC) EL ECONOMISTA.- ENI, el gigante petroquímico italiano, ha tenido siempre ambiciones corporativas, en especial en Europa. Repsol, la mayor petrolera española, ha estado recurrentemente en la cabeza de sus directivos. La combinación de las dos empresas es un viejo esquema manejado por el sector bajo la idea de establecer un gran grupo con sello mediterráneo. Hace casi una década, de hecho, Repsol y ENI negociaron su integración, sin éxito. Algunas fuentes señalan que, en los últimos meses, se han celebrado reuniones a alto nivel de directivos de ENI con el Gobierno español, a través de la Oficina Económica de Presidencia, paso obligado de cualquier grupo internacional que aspire a obtener visado de bienvenida política en España. EL PAÍS.- Cuando quienes amenazaban con arruinarse por insolvencia deudora y trampas contables eran los bancos privados demasiado grandes para caer, el G-20 y el FMI proclamaron el estado de excepción y nacionalizaron los mercados decretando una economía de guerra contra la crisis. Así, todos los Estados suspendieron la ortodoxia y se endeudaron hasta las cejas para inyectar liquidez deficitaria en los mercados. En esta línea de hacer los deberes impuestos por el FMI, España fue la primera de la clase, al liquidar en 2008 su superávit fiscal del 3% para incurrir al año siguiente en un déficit del 11%. Y aunque fuera en menor medida, todos los demás países hicieron lo mismo. Pues bien, ahora las tornas se invierten. Una vez saneada la banca privada con cargo al contribuyente, ahora son los Tesoros públicos quienes amenazan con arruinarse por su insolvencia deudora (y en el caso de Grecia por sus trampas contables). Pero esta vez no se decreta el estado de excepción para diseñar un plan de salvación colectiva. Por el contrario, los que hace un año preconizaban el gasto deficitario ahora decretan el súbito regreso a la ortodoxia, exigiendo a los Estados sanear sus haciendas con máxima urgencia Opinión. ABC Cuando se bordea un precipicio Juan Velarde Fuentes Cuando se lee el «Informe Anual 2009» del Banco Central Europeo, en la página 84, referido a tres cuadros estadísticos comparativos de los países de la Eurozona, uno con los déficit -de todos, por cierto- de sus Administraciones públicas, de la Deuda bruta así consolidada, y de sus respectivos procedimientos de déficit excesivo, nos encontramos con esto: «Casi todos los países de la zona del euro registraron un déficit superior al valor de referencia del 3% del PIB (las excepciones fueron Luxemburgo y Finlandia) alcanzándose en tres de ellos -Irlanda, Grecia y España- ratios de déficit de dos dígitos». Además, con los datos básicos de este «Informe Anual», es posible señalar, con datos de la Comisión Europea que, en el conjunto comunitario los tres países en los cuáles ha crecido más el peso de la Deuda Pública del 2008 al 2009 son Irlanda, Grecia y España. En el caso concreto español ese fuerte incremento de la carga del Sector público, se acompañaba de notables endeudamientos de las familias, de las empresas no financieras y de las empresas financieras. Por eso, en grandísima parte, el apoyo para estas realidades tiene que venir del exterior. El Banco de Pagos Internacionales estima que los bancos europeos han prestado -y los debemos- 851.000 millones de dólares a España. Esto es lo que explica la portada de «The Economist» de 17/23 de abril de 2010. Se exhibe en ella una cara con la boca muy abierta, atiborrada de euros. A su lado una placa donde se lee, tras la palabra «Busto griego» y, debajo, la fecha de 2010 después de Cristo: «Por favor, sea generoso para apoyar esta efigie. Y también a España, Italia, Portugal, y los bancos europeos». Y este endeudamiento transmitido a la Banca europea, añade el contagio de la crisis de Grecia porque, a causa de la crisis posible de España y Portugal, «el entero sistema bancario europeo pueda implosionar». Afiancemos esto con opiniones de expertos. Un excelente economista ha sido siempre Carlos Solchaga. En un desayuno de la publicación «Vanity Fair» el 20 de abril de 2010, aseguró que pudiera haber más casos como el de Grecia, y en ese sentido aludió a España e Irlanda. Otro es Nouriel Roubini, quien en su trabajo «La tragedia griega de los PIIGS» -se refería a Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España- publicado, sucesivamente en «El Economista» el 23 y el 24 de abril de 2010, aparte de señalar que «todos los PIIGS… se enfrentan a problemas serios de deuda pública y sostenibilidad del déficit, déficit externo y sostenibilidad de deuda pública y privada extranjera, pérdidas de competitividad debido al aumento relativo de los costes unitarios laborales y comprobados obstáculos para restaurar el índice de crecimiento robusto y persistente necesario para recuperar la competitividad, la sostenibilidad de la deuda y hacer aceptables políticamente la austeridad y las reformas». Y en relación concretamente con España, aparte de sintetizar su visión con la expresión de que estaba «claro que el emperador español no tenía traje», concluye que «España no está aun al borde del mismo abismo que contemplan los griegos, pero va de camino si no emprende un rápido avance de la consolidación fiscal y (emprende) reformas estructurales, empezando por la flexibilización del mercado laboral». Recientemente, el profesor Garicano, de la London School of Economic ha señalado -en la línea de Solchaga o Roubini- en su carta abierta al Presidente del Gobierno español, le pide que «haga algo ahora mismo que, con toda seguridad va a terminar haciendo antes o después: dirigirse al país por televisión explicando que ha tratado de posponer lo inevitable, que esto ha sido imposible, y que va a poner en marcha un paquete de medidas drásticas para evitar el continuo deterioro que está sufriendo la economía española». Y al contemplar todo el panorama creado por esta crisis griega, Valéry Giscard d´ Estaing señalaba a «Le Point» de 22 de abril de 2010 que por ello «la solidez del conjunto de Europa sólo se sostiene por un hilo. El que une a Francia y Alemania. Si se rompe, contemplaremos una confederación, impotente, ignorada y abierta a todas las influencias». Como respuesta, Angela Merkel parece marchar por su lado. Y España, ¿empuja para que este caminar por el borde del precipicio nos acerque más a una catástrofe? ABC. 3-5-2010 Opinión. Expansión La sombra del gigante ENI vuelve a proyectarse sobre Repsol M. A. Patiño/ G. Ascenzi ENI, el gigante petroquímico italiano, ha tenido siempre ambiciones corporativas, en especial en Europa. Repsol, la mayor petrolera española, ha estado recurrentemente en la cabeza de sus directivos. La combinación de las dos empresas es un viejo esquema manejado por el sector bajo la idea de establecer un gran grupo con sello mediterráneo. Hace casi una década, de hecho, Repsol y ENI negociaron su integración, sin éxito. Algunas fuentes señalan que, en los últimos meses, se han celebrado reuniones a alto nivel de directivos de ENI con el Gobierno español, a través de la Oficina Económica de Presidencia, paso obligado de cualquier grupo internacional que aspire a obtener visado de bienvenida política en España. Una hipotética combinación ENI-Repsol tendría sentido industrial y corporativo, al menos, en los grandes números. ENI es la cuarta mayor petrolera europea por capitalización, con 70.000 millones de euros. Necesita más músculo para alcanzar a los eternos rivales (Shell, 144.000 millones; BP, 124.400 millones; y Total, 96.000 millones). El grupo Repsol vale en bolsa menos de una tercera parte de las cifras de ENI y necesita un primo Zumosol para no quedarse descolgado en el limbo de la segunda división petrolífera. Sus 2.000 millones de barriles de reservas son pocos en comparación con la barrera psicológica de los 10.000 millones, por encima de la que se mueven Total, Shell y BP. Pero adquieren una gran relevancia si se suman a los más de 6.000 millones de ENI. Agitación Desde hace más de un año, el capital de Repsol vive momentos de más o menos agitación. A finales de 2008, Lukoil negoció la compra del 20% en manos de Sacyr. ENI siempre ha tenido un ojo puesto en la Península Ibérica. El grupo italiano controla el 33% de Galp, la mayor petrolera portuguesa, en la que entró hace un lustro. Pero su aspiración de incrementar esa participación y no quedarse como socio financiero de lujo no ha sido colmada hasta el momento. ¿Puede dar el salto desde Portugal a España? El mercado mira ahora todos los detalles. En una presentación financiera reciente, Paolo Scaroni, consejero delegado de ENI, dijo que la petrolera italiana iba a decidir qué pasos tomar con esa participación. No concretó. Arreciaban entonces los rumores de que, a finales de este año, con motivo del vencimiento del pacto de estabilidad accionarial con Galp, ese paquete del 33% se vendería. La angoleña Sonangol y la brasileña Petrobras aparecían como potenciales compradores. La venta de Galp aportaría recursos a ENI y le dejaría manos libres para mirar otras oportunidades. Repsol daría a ENI presencia en exploración y producción en Latinoamérica y un mercado que, aunque maduro como es el español, sigue siendo atractivo en comercialización y refinerías. ENI nunca ha conseguido establecerse sólidamente en él, al contrario que Total, que tiene Cepsa, la segunda petrolera española. Hace dos años, ENI vendió a Galp los casi tres centenares de gasolineras que tenía en España bajo la marca Agip. El gas Cualquier movimiento sobre Repsol debe tener en cuenta el ángulo gasístico. Repsol posee el 30% de Gas Natural. La Caixa es el otro gran socio y no dejará escapar el control. Institucionalmente, ENI también se ha movido en España por el asunto del gas. Este año, el grupo italiano creó la sociedad ENI Gas & Power España para “actuar como comercializadora de gas natural […]”, tal como adelantó EXPANSIÓN el 6 de marzo, algo que recompone su estrategia. ENI tenía un acuerdo con Fenosa (ahora integrada en Gas Natural) en gas, con una sociedad al 50% (Unión Fenosa Gas –UFG–). El gran activo de UFG es el abastecimiento en Egipto. También tiene distribución en España. Inicialmente, ENI echó un pulso a Gas Natural para resolver el futuro de UFG cuando la gasista compró Fenosa. Llegó incluso a los tribunales. Las aguas parecen calmadas ahora. ENI desarrollará su propia actividad en España al margen del pactos originales de UFG. Por aritmética, Repsol debería progresivamente estar, cada vez más, en el centro de la diana. La ley antiblindajes, que debe aplicarse de aquí a un año, elimina sus limitaciones de derechos de voto, aumentando su atractivo corporativo. La cotización sigue por debajo de los 27-28 euros que, en plena vorágine por Lukoil, Sacyr exigía como mínimo para vender sus acciones. Repsol cotiza ahora a 17,7 euros por título, un 30% más de lo que valían las acciones en aquel momento de negociaciones con el grupo ruso. EXPANSIÓN. 3-5-2010 Opinión. El País Gangrena Enrique Gil Calvo La semana pasada se representó en la Eurozona el último acto de la tragedia griega, hasta que la canciller Merkel transigió por fin acudiendo al rescate de los contribuyentes helenos, y con ello de sus demás conciudadanos del sur europeo, amenazados por el contagio de la desconfianza en la insolvencia griega. Un contagio que se suele explicar como efecto dominó, cuando la caída de una ficha derriba a las siguientes en la fila. Pero más que de efecto dominó habría que hablar de efecto gangrena, pues los países del euro no somos piezas sueltas sino que formamos un solo cuerpo orgánico integrado como un todo unitario. Un eurocuerpo en el que Berlín ocupa la cabeza; París, el corazón; Roma y Madrid, el abdomen, y Atenas y Lisboa, las extremidades. Si los pies de helenos o lusos se gangrenasen, la infección de la desconfianza se extendería progresivamente al resto del cuerpo, y de no amputarse el foco de contagio, el mal amenazaría con invadir finalmente el sistema corporal entero. De ahí que la amputación de la gangrena griega sea el gran temor y a la vez la gran tentación que acecha a la Eurozona, compelida por las apuestas especulativas a dejar caer a Grecia como se dejó caer a Lehman Brothers. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Cuando quienes amenazaban con arruinarse por insolvencia deudora y trampas contables eran los bancos privados demasiado grandes para caer, el G-20 y el FMI proclamaron el estado de excepción y nacionalizaron los mercados decretando una economía de guerra contra la crisis. Así, todos los Estados suspendieron la ortodoxia y se endeudaron hasta las cejas para inyectar liquidez deficitaria en los mercados. En esta línea de hacer los deberes impuestos por el FMI, España fue la primera de la clase, al liquidar en 2008 su superávit fiscal del 3% para incurrir al año siguiente en un déficit del 11%. Y aunque fuera en menor medida, todos los demás países hicieron lo mismo. Pues bien, ahora las tornas se invierten. Una vez saneada la banca privada con cargo al contribuyente, ahora son los Tesoros públicos quienes amenazan con arruinarse por su insolvencia deudora (y en el caso de Grecia por sus trampas contables). Pero esta vez no se decreta el estado de excepción para diseñar un plan de salvación colectiva. Por el contrario, los que hace un año preconizaban el gasto deficitario ahora decretan el súbito regreso a la ortodoxia, exigiendo a los Estados sanear sus haciendas con máxima urgencia. Es lo que exige Merkel a Grecia y Bruselas a Madrid, reclamando el cumplimiento del plan de estabilidad (3% de déficit fiscal) cuando hace un año alentaban las inyecciones keynesianas. ¿Qué ha cambiado, para pasar tan deprisa de la heterodoxia a la ortodoxia? Pues que la banca de inversión ya ha logrado sanear sus deudas privadas gracias a la deuda pública. Esa misma banca de inversión que ahora se enriquece al especular a la baja prestando con usura a los Estados tachados de insolventes. Así, cuando la gran banca amenazaba con arruinarse, los Estados se unieron como una piña para comprometerse en un plan de salvamento común. Pero ahora, una vez pasado el peligro de quiebra bancaria, los grandes Estados se desentienden de los Estados pequeños, dejando que cada palo aguante su vela. Con ello se olvida que la verdadera gangrena no es la presunta insolvencia estatal sino la especulación usurera. Es la ley del más fuerte porque en la selva financiera el tamaño también importa, y sólo se rescata con fondos públicos a los bancos y países demasiado grandes para caer, mientras que a los pequeños se les abandona a su suerte. Pero esto demuestra una gran miopía por parte de Alemania, que no parece comprender que nos enfrentamos todos, grandes y pequeños, a un problema de "acción colectiva" (Olson). Si se deja caer a los países más pequeños del Eurogrupo será toda la Unión Monetaria quien lo sufra, pues la suerte de los países mayores también depende de la que corran los menores. De ahí que tendría que ser Alemania, como miembro de mayor tamaño, quien ejerciera la función de empresario político encargado de liderar la acción colectiva del cuerpo común. Una función de liderazgo que implica no sólo penalizar a los gorrones (o free riders), como exige Merkel, sino rescatarlos también entre todos, a fin de evitar el suicida sálvese quien pueda. Y este difícil problema de acción colectiva que afecta a la Eurozona es el mismo que aqueja a España a escala estatal: cómo liderar a las administraciones públicas, a los interlocutores sociales y a los partidos políticos para acordar entre todos el saneamiento fiscal de la hacienda española. Una tarea que exige el convincente liderazgo de un empresariado político que entre nosotros brilla dramáticamente por su ausencia. EL PAÍS. 3-4-2010

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