Cuando se miden las fuerzas

Comienza el juicio del procés

En las últimas encuestas del “CIS” un 53,1% de los encuestados afirman que el govern de Torra “no sabe cómo resolver los problemas del país”.

Tras meses de espera llega por fin el momento donde una parte de los dirigentes del procés serán juzgados en el Tribunal Supremo. Y va a desarrollarse en un panorama especialmente convulso, donde se entrecruzan las nuevas sacudidas en el tablero político español con las contradicciones y resistencias que dentro de Cataluña han levantado los intentos de ruptura. ¿Qué podemos esperar de este juicio? ¿Qué papel puede jugar en un panorama político especialmente móvil?

Todos los pronósticos auguraban que el juicio a los dirigentes del procés iba a provocar un nuevo auge de movilizaciones independentistas y un cierre de filas de las fuerzas soberanistas. Pero la realidad parece caminar exactamente en el sentido contrario.

Por un lado, las masivas movilizaciones encabezadas por la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Ómnium Cultural han dado paso a la actuación de los Comités de Defensa de la República (CDR), más radicalizada pero con una base de masas sensiblemente menor. No ha desaparecido, ni mucho menos, la capacidad de movilización de las élites del procés, pero su evolución marca un claro retroceso. Y nada indica que el traslado de los dirigentes independentistas a Madrid para comparecer ante el Tribunal Supremo vaya a “incendiar Cataluña”.

Por otro, lejos de “cerrar filas” ante “la agresión del Estado español”, el campo independentista nunca había estado tan desunido. La razón está en los intentos del “círculo de Waterloo” ―encabezado por Puigdemont desde Bruselas y que Torra representa en Barcelona― por mantener, a cualquier precio y de forma artificial, el “enfrentamiento con España”. El último episodio ha sido el congreso fundacional de la Crida Nacional per la República. Con esta nueva formación Puigdemont busca arrebatar a ERC la iniciativa en el campo independentista y someter al PDeCAT, los restos de la antigua Convergencia, bajo su dominio exclusivo. En ambos casos, se han manifestado las resistencias a someterse a la línea que representa el “círculo de Waterloo”.

Frente a una Crida que mantiene en su ponencia política la referencia a la “vía unilateral”, Oriol Junqueras ha declarado que “la solución para Cataluña no puede venir de la unilateralidad”. Y ante la aventurera apuesta de Puigdemont de fiarlo todo a tensionar el enfrentamiento con el Estado, desde ERC se persiste en evitar cualquier choque con Madrid. Tampoco buena parte de las élites de la ex Convergencia parecen dispuestas a seguir a pies juntillas el camino marcado por Puigdemont. Es significativo que Artur Mas no acudiera al acto fundacional de la Crida. Y la actual dirección del PDeCAT se ha negado a diluirse en la formación de Puigdemont, ante unas municipales donde se juegan mantener una parte importante de su poder territorial, plasmado en los más de 400 municipios que controlan.

Por encima de los episodios de tensión que el juicio del procés provoque, se impone la realidad de Cataluña, la de una mayoría social que rechaza la fragmentación. Ello se refleja en las últimas encuestas del “CIS” de la Generalitat, donde más de la mitad de los catalanes (un 53,1%) afirman que el govern de Torra “no sabe cómo resolver los problemas del país”.

Pero en el juicio contra los dirigentes del procés van a cruzarse también las últimas sacudidas en la política española, con una acusación particular encabezada por el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith. Conviene no olvidar que los círculos más reaccionarios de la superpotencia estadounidense han financiado ―a través de un oscuro grupo de oposición iraní― el nacimiento de Vox, y al mismo tiempo, bajo el padrinazgo de Steve Bannon, han amparado a los grupos independentistas flamencos que respaldan a Puigdemont en Bélgica. No se trata de una inexplicable esquizofrenia. Es la utilización de todas las cartas, aparentemente antagónicas entre sí, para crear una desestabilización que permita aumentar la intervención en nuestro país.

Ya se prepara, por parte de las élites independentistas, toda una ofensiva dirigida a presentar a la justicia española como antidemocrática, retrógrada y franquista, trabajando para que, sea cual sea el resultado, la herida en Cataluña permanezca abierta y pueda seguir siendo utilizada en el futuro. Conviene tenerlo presente.

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