Las primarias dejan abierta la batalla por el liderazgo del PP

Una tormenta dentro de un terremoto

Quien hace unos pocos meses hubiera pronosticado que el PP, que exhibía su monolitismo interno frente a las trifulcas “propias de la izquierda”, se enfrentaría a una dura y abierta pugna para decidir su liderazgo hubiera sido tachado de insensato.

Sin embargo, es lo que ahora está sucediendo. Las primarias han llegado al PP. La lucha por el poder en el PP se ha convertido en una agria disputa entre Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado. De su resultado final dependerá el futuro del PP e influirá en el nuevo modelo político todavía en formación.

Entender la inesperada tormenta en la fuerza hasta ahora dominante en la derecha exige situarla dentro del terremoto que ha cambiado la política española.

La exvicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, ha ganado las primeras primarias del PP con el 36,9% de los votos y el apoyo de 21.513 militantes. Hasta aquí todo dentro de la normalidad. Pero se ha impuesto por solo 1.546 votos frente a Pablo Casado, representante de las nuevas generaciones que accedieron a la dirección nacional hace apenas dos años y que ha acaparado el 34,3% de los sufragios. La secretaria general María Dolores de Cospedal, que desde hace diez años controlaba un aparato central que históricamente ha dirigido férreamente todos los movimientos dentro del PP, quedaba relegada al tercer lugar.«Las primarias del PP, pensadas para una sucesión controlada, se han convertido en una descontrolada batalla cuyo resultado es todavía incierto»

Las primarias fueron establecidas en el congreso que el PP celebró en febrero de 2017. Pero las condiciones políticas han cambiado por completo. Lo que debía ser una sucesión controlada se ha convertido en una descontrolada batalla cuyo resultado es todavía incierto.

Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado han “pasado el corte”, y serán los 3.134 compromisarios -representantes de los diferentes territorios- quienes decidirán en el congreso que se celebrará los próximos 20 y 21 de julio. Dada la reducida ventaja de la exvicepresidenta, es posible que Casado pueda aglutinar una mayoría que en el congreso dé la vuelta a la decisión de los militantes. Frente a quienes abogan por un acuerdo que presente en el congreso una candidatura única, las diferencias y ataques entre ambos se están recrudeciendo.

¿Por qué hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo es posible que el PP haya cambiado tanto en tan poco tiempo? ¿Qué consecuencias tiene para España esta disputa interna en un partido tan importante como el PP?

El vendaval también afecta al PP

Desde comienzos de 2010 la imposición sobre España, a fuerza de mandatos llegados desde el exterior, con la firma del FMI, Merkel o la Troika, han sacudido toda la política nacional. Volviendo inviable el modelo bipartidista que había pervivido con excelente salud durante casi cuatro décadas, y generando un poderoso movimiento de rechazo popular que ha acabado llenando las urnas.

Había quien consideraba que esto no iba a afectar al PP de la misma forma que al PSOE, empujado a la debacle a golpe de los recortes de Zapatero. El PP era un partido más fuerte, decían, tenía un sólido y fiel suelo electoral, repetían, concluyendo que en la derecha las cosas están más controladas que en la izquierda. La realidad ha desmentido estas previsiones.

En 2011, el PP alcanzó el cénit de su poder, mayor incluso que en la época de Aznar. Gozaba de mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado. Gobernaba en once de las 17 comunidades autónomas. Excepto en Barcelona, Bilbao o Zaragoza, eran suyas todas las alcaldías de las principales ciudades, y lo mismo ocurría en la mayoría de municipios de más de 50.000 habitantes.

Pero en 2015, tras la ejecución por parte de Rajoy de la mayor oleada de recortes de la historia, valorada en 65.000 millones de euros, todo ese enorme poder se enfrentó a un enorme descalabro. Primero perdió buena parte de su poder autonómico y municipal, cayeron feudos que parecían inexpugnables como Valencia, perdieron la alcaldía de Madrid, fueron desalojados del Gobierno en Aragón, Baleares… Una pendiente que se confirmó en las generales, perdiendo nada menos que 3,5 millones de votos y 63 diputados.

Pero el PP podía caer más bajo, y lo hizo. A pesar de la sangría de votos sufrida, en 2016 el PP continuaba siendo “la única opción que garantiza estabilidad”. Por eso, para evitar que pudiera formarse un Gobierno de progreso, se impuso un nuevo Gobierno del PP. Dos años después, en 2018 la marea de rechazo a las políticas ejecutadas por el PP ha crecido de tal manera que ha forzado un cambio de Gobierno.

En apenas siete años, el PP ha pasado de estar en la cima, concentrando la mayor cuota de poder jamás alcanzada por un partido de derechas, a ser, en palabras de uno de sus dirigentes, “un partido que está huérfano”.

Es en estas condiciones en las que se ha celebrado este proceso de primarias, convocado in extremis, como una tabla de salvación para el PP, por un Rajoy obligado a retirarse a Santa Pola.

Y entonces ha sucedido otro fenómeno “inexplicable”; un analista como Enric Juliana ha afirmado que “el 15-M ha acabado radiando al PP, puede parecer increíble, pero es así”.

Rajoy, ungido por el “dedazo” de Aznar en 2004, no podía nombrar sucesor de la misma manera. Por eso en 2017 el congreso del PP aprobó un proceso de primarias, en el que votarían los militantes, para elegir al nuevo máximo dirigente del partido. El aparato del PP creía que controlaría por completo el proceso, pero se ha llevado una monumental sorpresa.«No está todavía resuelto, pero la decisión final que tome el PP marcará un camino e influirá en cómo acabe conformándose el modelo político»

Porque el cabreo y el rechazo no es exclusivo de la izquierda. También existe en las bases de la derecha. Ha tenido su expresión en el crecimiento de Ciudadanos, que no solo pero sí en una parte importante se nutre de antiguos votantes del PP que ahora prefieren votar a una opción no manchada ni por la corrupción ni por la ejecución de los recortes.

Ahora se ha expresado incluso en el seno del PP. Como ha sucedido en el resto del partido, cuando los militantes del PP han podido votar lo han hecho para castigar a la dirección. Por eso María Dolores de Cospedal se ha llevado una sonora bofetada. No solo era la jefa de un aparato que ha amparado una corrupción a gran escala. También quien como presidenta de Castilla La Mancha ejecutó un draconiano programa de recortes sociales; quien presidiendo el Ministerio de Defensa se plegó a los designios del Pentágono, acordando un salvaje aumento del 80% en los gastos militares. Rechazar ese cartel parece propio de un votante de izquierdas, pero quienes les han dado la espalda han sido los propios militantes del PP.

Un relevo todavía abierto

La renovación de la “casta política” va a llegar también al PP. Rajoy era un obstáculo para el proceso iniciado con el relevo en la Corona. Formaba parte, como toda la vieja estructura dirigente del PP, ahora ya barrida por completo, del viejo modelo político. Pero ese “tapón” ha sido eliminado. No solo Pablo Casado, con 36 años, sino también Sáenz de Santamaría, con 47, forman parte de una nueva generación que no vivió la Transición.

Sus características las sitúa un artículo del Financial Times, una de las biblias del gran capital anglo norteamericano, que alababa a la exvicepresidenta, considerándola “más una tecnócrata que una política”.

Una nueva hornada de dirigentes en la derecha española más “pragmáticos”, con menos peso político, y por ello más maleables.

Casado, junto a otros dirigentes jóvenes como Andrea Levy o Javier Maroto, elevados por Rajoy a la dirección nacional, pueden representar una “versión posmoderna del aznarismo”, adecuada a las nuevas condiciones y con mucho mejor envoltorio. Capaz de seguir los nuevos vientos políticos que también en Europa alienta Trump.

Mientras Soraya Sáenz de Santamaría parece mantener vínculos más estrechos y directos con los grandes nódulos oligárquicos.

No está todavía resuelto, pero la decisión final que tome el PP sobre cuál será su próximo líder marcará un camino. Influyendo en cómo acabe conformándose un modelo político que sustituya al bipartidismo y que todavía está en proceso de construcción.

6 comentarios sobre “Una tormenta dentro de un terremoto”

  • charles kenobi dice:

    ¡¡Que se peguen,que se peguen!!Casado,Sorayita,falangistas,monárquicos,neo-nazis,conservadores demócraticos…todas las familias del PP…moleros a palos por el Poder,es una órden del gobierno de progreso

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