La guerra contra Gadafi es ya un hecho. Sin embargo, sigue habiendo un desconcierto absoluto sobre los objetivos concretos que se ha marcado la coalición internacional y el alcance real de las acciones militares que se van a llevar a cabo. Porque, además de proteger a la población civil libia, está claro que Occidente se ha propuesto derrocar el régimen de Gadafi. Y ello no será posible sin ataques de carácter ofensivo (EL MUNDO)
LA VANGUARDIA.- Cuentan las crónicas que en Bahréin también hay revueltas como en Libia; que el emir Al Jalifa rerime a sangre y fuego a los manifestantes y que sus hermanos mayores de Arabia Saudí, temerosos del contagio, le han mandado tropas de apoyo. Lo primero que han hecho es demoler un monumento en la plaza de la Perla, lugar donde se concentraban quienes se sentían maltratados por el régimen. Algo de razón debían de tener, porque ahora son tiroteados. ¡Qué bonito es Bahréin! EL CONFIDENCIAL.- Después del ajuste más severo de la economía española en más de medio siglo, el endeudamiento de los sectores productivos apenas se ha reducido en un 3%, hasta los 985.151 millones de euros. En el caso de las inmobiliarias, el resultado es todavía es más elocuente. Adeudan 315.781 millones de euros (sin contar la construcción), prácticamente lo mismo que hace dos años. Y nada indica que estén en condiciones de devolver sus deudas salvo un nuevo boom del ladrillo que hoy por hoy se antoja impensable. EL IMPARCIAL.- Una revolución pacífica en la que los ciudadanos expulsan a los políticos y toman el poder ha sido silenciada en todo Occidente. Es la revolución islandesa y lleva dos años en marcha. Los medios de comunicación se han volcado en cubrir todas y cada una de lasrevueltas que se están produciendo en el mundo árabe. Casi en directo, la opinión pública ha sido testigo de cómo han caído los gobiernos de Túnez o Egipto y de la brutal represión que sufren los rebeldes libios ante un Gadafi que no se apea del poder. Sin embargo, una revolución, quizá mucho menos impactante por carecer de violencia, ha sido silenciada en la prensa europea. Editorial. El Mundo Los aliados comienzan una guerra con un objetivo incierto LA OPERACIÓN militar contra el régimen libio está en marcha desde las cuatro de la tarde de ayer. Apenas concluyó la cumbre de París para coordinar la actuación internacional, Sarkozy anunció que cazas franceses ya estaban sobrevolando Bengasi para «frenar la locura asesina de Gadafi». El objetivo de los aviones es establecer una primera zona de exclusión aérea que impida a las tropas del dictador libio seguir bombardeando el principal bastión de los rebeldes, tal como había hecho incesantemente desde el viernes, violando el alto el fuego exigido por la Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Los aviones franceses no tardaron en destruir varios tanques libios y tenían orden de responder a cualquier ataque de las tropas gadafistas contra la insurgencia. Es imposible pasar por alto el protagonismo de Sarkozy en este asunto. Ayer declaró, con gran ardor, que «Francia está decidida a asumir su papel ante la Historia». A nadie se le escapa que el presidente galo está decidido a recuperar en Libia un protagonismo internacional, muy devaluado por sus meteduras de pata en Túnez y todo el Magreb. Pero París no tardó en ser secundado. Buques de guerra de EEUU bombardearon con misiles Tomahawk más de 20 objetivos militares en Libia y aviones del Reino Unido también entraron en acción. La guerra contra Gadafi es ya un hecho. Sin embargo, sigue habiendo un desconcierto absoluto sobre los objetivos concretos que se ha marcado la coalición internacional y el alcance real de las acciones militares que se van a llevar a cabo. Porque, además de proteger a la población civil libia, está claro que Occidente se ha propuesto derrocar el régimen de Gadafi. Y ello no será posible sin ataques de carácter ofensivo. De hecho, todo apunta a que en el diseño de esta operación ha pesado mucho el recuerdo de los ataques contra Libia que en 1986 ordenó Reagan. Entonces EEUU actuó en solitario. Fue una operación quirúrgica como represalia por el atentado contra una discoteca en Berlín a la que acudían soldados estadounidenses, que no persiguió derribar el régimen. En la Casa Blanca se arrepintieron siempre de no haber ido más lejos. Hay por tanto muchos interrogantes abiertos. Sí sabemos que el mando central de EEUU coordinará la zona de exclusión aérea sobre Libia y que la OTAN aún no ha previsto su participación. Recordemos que la Resolución aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU permite actuar a cualquier país, incluso en solitario, mientras que la Alianza Atlántica debe intervenir por acuerdo de sus miembros, y entre ellos hay algunos tan reticentes a esta guerra como Alemania o Turquía. Desde España, ayer se desplazaron hasta una base italiana cuatro aviones F-18 en misión de patrulla aérea y hoy mismo podrían sumarse a la actuación internacional. Además, Zapatero anunció que vamos a participar con otros dos aviones, una fragata y un submarino. Gadafi, convertido en su caricatura más exaltada, volvió a amenazar a Occidente con «un infierno» y, lo que es más preocupante, empezó a desplazar a civiles, a los que quiere convertir en escudos humanos para proteger lugares susceptibles de ser atacados. El tirano dice que ancianos, mujeres y niños están «dispuestos a morir» por él. Lo terrible es que él ya ha demostrado que no le importa matarlos. EL MUNDO. 20-3-2011 Opinión. La Vanguardia Emires Alfredo Abián Los buenos ya están bombardeando a las fuerzas del mal gadafistas. Nuestra complacencia ciclópea con el beduino libio se acabó el mismo día en que empezó a masacrar a su pueblo rebelde. Luego dirán que la civilización occidental no tiene coraje político y potencial militar para defender su escala de valores. Es más, cuando las fuerzas aéreas y navales aliadas concluyan su misión en Trípoli pueden cambiar de teatro de operaciones sin dejar de sobrevolar desiertos. Cuentan las crónicas que en Bahréin también hay revueltas como en Libia; que el emir Al Jalifa reprime a sangre y fuego a los manifestantes y que sus hermanos mayores de Arabia Saudí, temerosos del contagio, le han mandado tropas de apoyo. Lo primero que han hecho es demoler un monumento en la plaza de la Perla, lugar donde se concentraban quienes se sentían maltratados por el régimen. Algo de razón debían de tener, porque ahora son tiroteados. ¡Qué bonito es Bahréin! ¿Se acuerdan? Hace siete años, el emir le regaló un circuito de F-1 al jeque heredero, que comparte su gran afición al automovilismo con la de jefe de las fuerzas armadas. Fueron 150 millones de euros de nada. Y ahora, pobres, han cancelado la carrera que debía abrir, el domingo pasado, el campeonato mundial. Todo por culpa de unos sarracenos chiíes que se sienten oprimidos. Suerte que en Qatar reina la normalidad y hoy, mientras bombardeamos a los libios malos y sus mercenarios, arranca el Mundial de motociclismo. ¡Qué bonito es Qatar! Con su emir y su jequesa invirtiendo a trote y moche en España; con su megabase de la V flota estadounidense; con su Al Yazira. No hace muchas lunas, los cronistas narraban que Bahréin y Qatar eran los países más modernos y occidentalizados del Golfo Pérsico. Glubs… LA VANGUARDIA. 20-3-2011 Opinión. El Confidencial La gran mentira Carlos Sánchez (…) Así, a golpe de embuste, se ha construido una realidad inventada que impide atacar el núcleo de los problemas. Los sistemas políticos y la propia realidad económica han degenerado en una gigantesca tramoya hueca. Lo importante es cómo se perciben las cosas, no lo que en verdad sucede. El caso español es paradigmático en este sentido. El sector privado -en particular las empresas- está endeudado hasta las cachas, pero en aras de dar apariencia de que aquí no pasa nada, se mantiene enchufado a parte del sistema financiero al cordón umbilical del presupuesto público. Haciendo bueno aquello que alguien comentó al profesor Toribio sobre el oficio de banquero. Se trata de pedir dinero a gente honrada para entregárselo a insolventes. La verdad, sin embargo, es siempre revolucionaria, que decía Gramsci, y lo cierto es que este país nunca podrá devolver las deudas contraídas. Hay un dato en el último boletín estadístico del Banco de España ciertamente relevante. Después del ajuste más severo de la economía española en más de medio siglo, el endeudamiento de los sectores productivos apenas se ha reducido en un 3%, hasta los 985.151 millones de euros. En el caso de las inmobiliarias, el resultado es todavía es más elocuente. Adeudan 315.781 millones de euros (sin contar la construcción), prácticamente lo mismo que hace dos años. Y nada indica que estén en condiciones de devolver sus deudas salvo un nuevo boom del ladrillo que hoy por hoy se antoja impensable. Es más, si esa nueva primavera del ladrillo llega, los potenciales beneficios (plusvalías) del encarecimiento del suelo y de la vivienda no llegarían a los contribuyentes que piadosamente han puesto su dinero en los tiempos malos, si no a los accionistas de esas instituciones convertidas hoy en bancos, lo cual es ya de aurora boreal. El caso del sector público no en menos elocuente. El profesor Alfredo Pastor ha hecho unos números y ha llegado a la conclusión de que España necesita tener un superávit primario durante cinco años equivalente al ¡6,1%! del PIB (sin contar el pago de intereses) sólo para estabilizar su nivel de deuda. ¿Mucho o poco? Una barbaridad si se tiene en cuenta que el punto de partida es un -6,6% de déficit que se alcanzará, en el mejor de los casos, este año. Estamos, por lo tanto, ante una gran ilusión que sólo retrasa la salida de la crisis y encarece el coste del servicio de la deuda, lo que explica que el diferencial con Alemania no baje de los 200 puntos básicos. Pese a la aparente normalidad de las últimas semanas, los mercados siguen oliendo sangre. Básicamente porque saben que ni Grecia ni Irlanda podrán devolver lo que deben. Ni, por supuesto, Portugal, que se está financiando sus emisiones a dos años al 6%, seis veces más que el precio oficial del dinero. Incluso Grecia, un país intervenido, soporta todavía rentabilidades próximas al 15% -han leído bien- en emisiones a dos años que se negocian en los mercados secundarios. Agujeros fiscales Como alguien dijo, si Europa fuera Indonesia o Argentina, hace tiempo que los países altamente endeudados hubieran tenido que acudir al Club de París para renegociar sus agujeros fiscales, pero ocurre que en este caso los acreedores son los bancos alemanes y franceses, y eso son palabras mayores. La solución que se ha dado es alargar el problema aunque el proceso se lleve por delante el futuro del país con políticas de ajuste que necesariamente se van a convertir en crónicas para poder hacer frente a los compromisos financieros adquiridos. Un auténtica tragedia para un país como España que está obligado a destinar cada año 50.000 millones de euros (el 5% del PIB) sólo para pagar la carga de intereses y el desempleo. O lo que es lo mismo, la tercera parte del gasto no financiero del Estado. La parte positiva del ajuste es que hay disciplina fiscal en un país de manirrotos y de nuevo ricos; pero ciertamente existe el peligro real de que el ajuste perpetuo estrangule la capacidad de crecimiento de la economía por falta de crédito. Y eso es una auténtica tragedia cuando es muy probable que ya se haya rozado la cifra de cinco millones de parados en este trimestre, como se encargará de revelar el INE el mes próximo. ¿Cuál es la solución? No hay otra que acudir a una especie de default controlado destinado a acelerar la reestructuración de la deuda, algo que en realidad descuentan los mercados desde hace meses y que justifica los amplios diferenciales. El mecanismo permanente de rescate se antoja, en este sentido, sólo como un instrumento válido para evitar que la banca alemana y francesa anote en sus balances pérdidas cuantiosas, pero es una mala solución para los países periféricos, que por su mala gestión de los recursos públicos están condenados al ostracismo económico durante lustros por no decir la verdad. EL CONFIDENCIAL. 20-3-2011 Opinión. El Imparcial La silenciada revolución islandesa donde las víctimas son los políticos Miriam Carmona Una revolución pacífica en la que los ciudadanos expulsan a los políticos y toman el poder ha sido silenciada en todo Occidente. Es la revolución islandesa y lleva dos años en marcha. Los medios de comunicación se han volcado en cubrir todas y cada una de lasrevueltas que se están produciendo en el mundo árabe. Casi en directo, la opinión pública ha sido testigo de cómo han caído los gobiernos de Túnez o Egipto y de la brutal represión que sufren los rebeldes libios ante un Gadafi que no se apea del poder. Sin embargo, una revolución, quizá mucho menos impactante por carecer de violencia, ha sido silenciada en la prensa europea. Se trata de la ejemplarrevolución cívica que se lleva a cabo en Islandia desde hace ya dos años. El país entró en bancarrota el pasado 2008 afectado por la crisis financiera materializada en la quiebra de Lehman Brothers, su moneda se desplomó, el principal banco del país se nacionalizó y la Bolsa quedó suspendida.Estos hechos sacaron a la población a la calleen unas protestas pacíficas pero con resultados inmediatos, pues obligaron a dimitir al gobierno en pleno, a elegir un nuevo parlamento y a convocar una asamblea compuesta por 25 ciudadanos sin filiación política que desde febrero de este año trabaja en un proyecto de Constitución. ¿Por qué se ha silenciado la revolución política islandesa? ¿Qué intereses tienen los políticos occidentales para acallar este ejemplo de civismo? ¿Temen los dirigentes europeos perder el protagonismo en favor de los ciudadanos o un contagio a la islandesa? Todas estas preguntas y otras las ha respondido a EL IMPARCIAL el analista político y profesor de en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), Jaime Pastor. “Evidentemente, existe entre las democracias europeas el interés de dejar a modo de nota el caso islandés”, comenta Pastor que justifica este interés en que en Islandia “se ha rechazado la salida de la crisis que se han establecido en el resto de occidente”. “Cuando el Gobierno islandés planteó pagar a los acreedores, principalmente de Gran Bretaña y Holanda, y saldar así la deuda ocasionada por la crisis financiera, hubo un referéndum y la Ley fue rechazada” con el 93 por ciento de los votos, lo cual en palabras de este profesor de Ciencias Políticas vino a confirmar que “existe otra vía de respuesta a la crisis que no sea la socialización de las pérdidas, gracias a la presión de una población que no quiere pagar los costes de la crisis”. Según explica Pastor, “la de Islandia no es una revolución al estilo árabe, pues la primera tiene relación con la crisis financiera, mientras que las que se suceden en África tienen más que ver con la carencia de derechos y la denominada crisis alimentaria”. En definitiva, los cambios que desde 2008 ocurren en Islandia tienen que ver con“una salida antineoliberal de la crisis financiera”. Ante la reflexión de que el ciudadano en cierto modo ha sido expulsado de los procesos de toma de decisiones, Pastor opina que “se ha impuesto en el mundo occidental el impedir al ciudadano opinar” y cita como ejemplo a España: “Todas las decisiones políticas que Zapatero ha venido tomando desde mayo de 2010 poco o nada tienen que ver con su programa electoral y, por tanto, deberían haberse sometido a referéndum”. En decisiones como financiar la deuda de los bancos, privatizar las cajas de ahorros o la reforma de las pensiones el ciudadano tiene mucho que decir. En la actualidad, “la democracia está literalmente secuestrada por el poder de la gran banca”, asegura Pastor que añade además que “los dirigentes políticos se aprovechan de esa indignación resignada de la gente ante un índice cada vez mayor de corrupción”. Por todo ello, el objetivo cumplido por parte de las democracias europeas de acallar el clamor islandés, cuanto menos, se puede decir que no es casual.“Los grandes Ejecutivos europeos, como el alemán, el británico o el francés, temen el contagio y por ello propician el silencio”, asevera este analista político. “Islandia ha sido un ejemplo de manual”, asegura Pastor que explica además que “fue un país que hasta 2008 tuvo un crecimiento vertiginoso, era visto como uno de los lugares más felices y su renta per cápita era muy alta”. Muchos gobiernos de alrededor citaba a Islandia como ejemplo a seguir, eso sí, hasta 2008 cuando estalla la burbuja inmobiliaria y cae Lehman Brothers, lo que llevó a Islandia a la bancarrota. “Hoy no quieren (los gobiernos) que se recuerde cómo estaba Islandia antes y, sobre todo, no quieren que se hable de cómo la ciudanía dijo no al pago de los acreedores”, concluye Pastor. EL IMPARCIAL. 19-3-2011