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«Un paí­s de quinta fila»

Es difí­cil encontrar una definición más precisa para las relaciones entre EEUU y España que la utilizada por Miguel Ángel Moratinos, ministro de Asuntos Exteriores hasta fechas recientes, cuando, según uno de los cables enviado por la embajada norteamericana, se quejó amargamente ante el embajador de que «somos la octava potencia mundial, pero EEUU nos trata como un paí­s de quinta fila».

El crecimiento económico del PIB –basado en un abrumador endeudamiento exterior y una desmesurada burbuja inmobiliaria– llevaron tanto a Aznar como a Zaatero a creer en el espejismo de una España situada en la “champions ligue” planetaria, reclamando insistentemente, tanto el uno como el otro, un asiento permanente para nuestro país, primero en el G-8, después en el G-20.En la época del imperialismo, sin embargo, el mundo está organizado y jerarquizado de una forma bien distinta. Y para una superpotencia hegemonista como EEUU, todavía más.Bzrezinski –fundador de la trilateral con Rockefeller, consejero de Seguridad Nacional con Carter y asesor en política internacional de Obama– ya retrata la situación real de nuestro país en su ensayo de 1994 “El Gran Tablero Mundial” cuando tras hablar de Alemania, Francia e Inglaterra dice: “Los demás Estados europeos de tamaño medio, la mayoría de los cuales son miembros de la OTAN y/o de la Unión Europea, o bien siguen el liderazgo estadounidense, o bien se alinean tranquilamente detrás de Alemania o de Francia. Sus políticas no tienen un impacto regional más amplio y no están en posición de alterar sus alineamientos básicos”. Es una apreciación exacta de nuestro peso en el mundo, hecha desde la cúspide del imperio.La colocación de cada país en el tablero internacional está determinada, como factor básico, por su peso político-militar en el mundo y, como factor dirigente, por la capacidad y la voluntad nacional de sus elites políticas de ejercer poder o influencia más allá de sus fronteras para alterar —en una medida capaz de afectar los equilibrios globales o regionales— la situación geopolítica. Desde esta perspectiva, la única que cuenta en las relaciones internacionales (relaciones de poder entre los Estados), la observación de Moratinos acerca de cómo Washington considera a España se ajusta perfectamente a la realidad: “un país de quinta fila”.Y eso es justamente lo que se desprende del resto de cables enviados desde la calle Serrano a Washington sobre la política exterior española. Aplicando, como ellos mismos dicen, una estrategia de “palo y zanahoria” para tratar de sacar el máximo provecho en la presión sobre la dirección de nuestra política exterior.Ante el acobardamiento –por no utilizar una expresión más fuerte y más acorde con la realidad– de Zapatero y Moratinos por las consecuencias de la retirada de las tropas españolas de Irak, el embajador norteamericano no puede ser más explícito: “estamos en la actualidad en una posición fuerte para influir a Zapatero a adoptar un curso más productivo con el que lograr los intereses de EEUU en España y otras partes del mundo. Por ahora, el uso equilibrado del palo y la zanahoria con el Gobierno español ha puesto a España en la dirección correcta”. Sobran comentarios.

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