Reanudamos el serial donde estamos abordando el calado y los efectos de la emergencia de China a la condición de gran potencia, una realidad que está ya determinando el mundo en que vivimos.
Y lo hacemos enfrentando una cuestión clave: ¿es China “una nueva superpotencia” cuyo ascenso, desalojando a EEUU como dueño del planeta, nos traerá choques violentos y hará aumentar el peligro de guerra? ¿O el ascenso de Pekín es ya un factor de paz en el mundo, que beneficia al conjunto de países y pueblos del planeta?
EEUU está empeñado en convencernos de que miremos a China como enemigo y la percibamos como un peligro. Pero la realidad del mundo actual nos dice exactamente lo contrario.
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La OMS como síntoma
En la posición que se está tomando ante un organismo internacional como la OMS (la Organización Mundial de la Salud) está el abismo que separa a EEUU de China. No es solo una cuestión de “alta política internacional”. Afecta a una cuestión tan básica como es la salud global.
Con Trump en la Casa Blanca EEUU ha decidido retirarse de la OMS. La superpotencia era el principal donante de la organización. Al paralizar sus contribuciones económicas pone en peligro importantes programas en defensa de la salud mundial que la OMS impulsa.
La excusa de Washington ha sido plantear que “la OMS se pliega ante China”. La verdad es que EEUU no soporta la influencia del Tercer Mundo, más allá de China, en este organismo global. El secretario general de la OMS es Tedros Adhanom Ghebreyesus, un médico etíope que fue ministro en su país. Su candidatura estuvo promovida por la Unión Africana. Y procede del Frente de Liberación Popular de Tigray, un partido marxista. Anatema para Washington.
¿Qué ha hecho China? Acudir al rescate de la OMS. Multiplicando sus aportaciones, desde 200 a 700 millones de dólares. Y planteando que, a pesar de la retirada de EEUU, “la OMS no debe debilitarse sino fortalecerse”.
En la postura tomada ante la OMS aparece con claridad que el dominio norteamericano es un peligro para cuestiones básicas que afectan a nuestras vidas. Y ha dejado claro ante el mundo que la mayor influencia global de China es un factor positivo.
China es el único miembro del Consejo de Seguridad de la ONU que no ha invadido otro país ni patrocinado golpes de Estado para imponer gobiernos títeres.
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Los belicistas… y los que no lo son

Permanentemente escuchamos que la irrupción de China a la condición de gran potencia no va a cambiar nada. Nos dicen que Pekín solo busca desalojar a EEUU y acaparar para sí la hegemonía mundial. Y que en ese camino actúa igual que la superpotencia norteamericana. Sería una lucha entre dos imperios cuya resolución, sea cual sea quien gane, no nos interesa a los pueblos.
Pero los hechos, siempre tozudos, nos dicen lo contrario.
China es el único miembro del Consejo de Seguridad de la ONU que no ha disparado un solo tiro fuera de sus fronteras. Mientras que EEUU dispone de 872 bases militares en el mundo, y sigue imponiendo guerras, invadiendo países y organizando golpes de Estado.
La influencia de China es un factor de paz que se enfrenta al dominio norteamericano.
China ha adquirido ya el estatus de gran potencia, pero lo ha hecho sin provocar ninguna guerra, sin invadir país alguno, sin alentar golpes de Estado para imponer gobiernos títeres… Como sí ha hecho, incontables veces, EEUU.
EEUU está detrás de las principales agresiones que sufrimos los pueblos, como el genocidio en Gaza, actuando como “colaborador necesario” de los crímenes de Netanyahu. China, en cambio, se coloca en cada caso al lado de las víctimas y denuncia las agresiones de las grandes potencias.
La emergencia de China hasta los peldaños más altos de la escalera global no es equiparable a la de otras potencias, como EEUU o Japón. En el caso de Washington o Tokio representaba la irrupción de nuevas potencias imperialistas, con burguesías que pretendían dominar otros países o áreas del planeta. En el caso de China es resultado de una revolución proletaria.
Esta es la gran, la enorme diferencia.
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Cuando lo que se dice es lo que se hace
En la Constitución del gigante asiático se establece con claridad que “China se opone consistentemente al imperialismo, al hegemonismo y al colonialismo, apoya a las naciones oprimidas y a los países en vías de desarrollo en su justa lucha por la conquista y la salvaguardia de la independencia nacional y por el fomento de su economía nacional”.

Hace muy poco, en 2023, el Ministerio de Exteriores chino hizo püblico un documento titulado “La hegemonía estadounidense y sus peligros”. En él se defendía que “la hegemonía de Estados Unidos en los ámbitos político, militar, económico, financiero, tecnológico y cultural es un peligro para la paz, la estabilidad y el bienestar de los pueblos”.
Y en el reciente “Informe sobre la labor del Gobierno chino” el ejecutivo de Pekín plantea que “China se opone resueltamente al hegemonismo y la política de la fuerza, se resiste decididamente al monopolio de los asuntos internacionales por parte de un número reducido de países, exige un aumento de la representatividad y el derecho a la voz de los países en desarrollo en el sistema de gobernanza global, apoya la prioridad de resolver las injusticias históricas contra los países africanos”.
Estas son palabras. Y hemos visto muchas veces a las grandes potencias hacer lo contrario de lo que dicen. Pero en el caso de China las palabras se corresponden con los hechos.
China defiende que “la hegemonía de Estados Unidos es un peligro para la paz, la estabilidad y el bienestar de los pueblos”
La política de China se enfrenta al “orden unipolar” impuesto por EEUU, defendiendo un “multilateralismo” que implica dar más voz y poder al Tercer Mundo, proponiendo una “gobernanza global” que defiende la paz frente a las agresiones imperialistas y se enfrenta a las imposiciones de la superpotencia norteamericana.
Lo hace como país independiente e impulsando organizaciones como los BRICS, que hoy representan lo que durante la Guerra Fría supuso el Movimiento de Países No Alineados.
La mayor influencia global de China es un factor de paz, favoreciendo la estabilidad y el desarrollo económico mundial, especialmente de los países del Tercer Mundo.
Este es un hecho objetivo. Basado en los hechos de la política mundial. Independientemente de la posición que cada uno pueda tener ante el régimen chino.
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China y Rusia
¡Que no es lo mismo!

Casi todos los grandes medios se empeñan en mezclar el agua con el aceite, dos sustancias que se repelen entre sí. Lo hacen cuando colocan en el mismo campo a la Rusia de Putin y a China.
China no ha invadido ningún país, no ha provocado ninguna guerra, no amenaza la paz… Como sí hacen EEUU y Rusia, porque son una superpotencia y una potencia imperialista.
Moscú ha invadido Ucrania, un país soberano, provocando casi medio millón de muertos y 10 millones de desplazados. En lo que llevamos de siglo XXI Rusia ha intervenido militarmente en Chechenia, Georgia Kirguizistán o Kazajistán, para imponer su dominio dentro del perímetro de la ex URSS. Ha participado directamente en las masacres ejecutadas durante años en Siria. Y en el Sahel africano, Moscú interviene en golpes de Estado o guerras civiles.
China es un factor de paz en el mundo. Rusia, una agresiva potencia imperialista que ya ha demostrado su carácter criminal.
Pekín no está apoyando la invasión imperialista rusa de Ucrania. Todavía no ha reconocido la anexión de Crimea por la fuerza, que Moscú ejecutó en 2014… y que EEUU y el resto de potencias imperialistas reconocieron de facto.
Y China ha presentado un plan de paz para Ucrania que se basa en respetar el reconocimiento de la soberanía e integridad territorial del país invadido. Y en colocar a Kiev en el centro de las negociaciones, justo lo contrario de lo que Trump está haciendo, al pactar con Putin la entrega de Ucrania a Rusia.