La lucha contra el poder y las entrañas de una familia burguesa son los pilares de la extraordinaria versión de Magüi Mira
La actriz y directora Magüi Mira pone en pie una versión teatral de la película danesa ‘Festen’, que Mogens Rukov y Thomas Vinterberg llevaron al cine en 1998. Esta película fue la que inauguró el movimiento Dogma 95, con el que Vinterberg y Lars Von Trier trataron de romper con el cine de Hollywood.
Diez actores y actrices en escena (Roberto Álvarez, Carmen Conesa, Gabriel Garbisu, Carolina África, Manu Cuevas, Karina Garantivá, David Lorente, Isabel Stoffel, Jesús Nogero y Clara Sanchis) dirigidos por Magüi Mira, que también ha contado con la coreógrafa Rosángeles Valls, en este caso, invitada de esta casa con la que contamos por primera vez cuando recibió el Premio Max a Mejor Coreografía por PINOXXIO.
Magüi Mira, como subraya Rosángeles Valls, expresa en cada detalle de la obra la claridad de la concepción con la que ha abordado este reto que atraviesa desde la lucha contra el poder hasta la justicia, y la belleza del terror.
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Rosángeles Valls, coreográfa
Cada detalle de esta obra está pensado para que respire la sangrienta contradicción que la recorre
Magüi Mira tenía muy claro desde mucho antes de los ensayos, y en conversaciones que teníamos, cómo quería montar la obra. Desde la versión que ha hecho, la escenografía… buscaba una estética muy limpia, muy depurada, muy minimalista, pero que, al mismo tiempo, sobresaliera la obscenidad de la belleza. Ha buscado que sea una obra bella por sí misma, dentro de un contexto terrorífico como es el que plantea la familia. Y al mismo tiempo dominado por una hipocresía que es un sapo que se va guardando en la garganta hasta que ya no puedes más y lo tienes que vomitar.
Pero toda esa concepción estaba ahí, primero en su cabeza y luego reflejándose en la puesta en escena desde el principio, nada más empezar los ensayos. Magüi Mira es una mujer muy inteligente que tenía todo muy claro, sabía lo que quería y ha ido a por ello desde el primer momento.
La idea de llamarme a mi es porque yo tengo una forma de trabajar muy teatral. No estoy tanto por el movimiento, por crear coreografías en las que los actores bailen, sino por crear ambientes en los que prevalezca la puesta en escena, no la coreografía. Lo que manda es eso y creo que he sido una buena traductora de las ideas de Magüi. El mérito es todo suyo.
Son diez actores que entran en escena y ya no salen
Sí. Está el piano y la mesa que es lo que manda, pero luego están los diferentes espacios de la casa, que se van utilizando. Nosotros hacemos que son otros espacios aunque el público siempre está en el comedor. Eso ya forma parte de la imaginación del espectador. Magüi lo plantea como en la película.
Están los dos muros, la habitación donde se mete con las maletas, el espacio donde le pega al padre, la habitación de Christian cuando se reúne con Karina… hay muchos espacios distintos. El montaje ha sido una manera de limpiar todo eso. Y desde luego, han ayudado muchísimo las luces. Creo que José Manuel Guerra ha hecho un trabajo extraordinario de iluminación para poder separar esos ambientes y recrear los momentos que requiere la obra.
¿De qué manera ha influido Dogma en tu trabajo?
Dogma es una manera de contar las cosas. En esta obra está muy asumido Dogma, pero sobre todo está asumida la personalidad de las mujeres. Esto es lo principal. Festen está hecha desde el punto de vista de la mujer. No hay ninguna mujer débil en esta obra, que trague por tragar. Todas tienen una razón, y todas la tienen para levantarse después.
Es importante hablar de estos temas desde el punto de vista de la mujer. Es muy sutil. Nadie puede decir que es una obra feminista, pero, sin embargo, el poder de la mujer está ahí latente y fuerte, bien alto todo el tiempo.
Magüi siempre ha tenido en cuenta los cánones de Dogma, pero en la película salen cientos de personas, que se hace en un caserío con 20 habitaciones, y ella ha eliminado casi todos los personajes y los ha reducido a 10, que para teatro es una barbaridad.«Es una obra de mujeres fuertes y revolucionarias»
Lo importante era que se sintiera la hipocresía de la familia burguesa, porque lo importante es que la familia esté unida y tener una colocación determinada en la sociedad, antes que descubrir que no se tiene más ética que la hipocresía. Esto ha sido de un valor extraordinario para la puesta en escena.
Siempre desde el punto de vista de la obscenidad y la belleza del terror. Y esto ha sido capital, mostrar el terror y la vergüenza, pero desde un punto de vista estéticamente bello.
Sinceramente, tiene un mérito extraordinario. Magüi Mira ha hecho la versión, la dirección y la escenografía.
En toda la obra se percibe el rechazo al poder absoluto, o como dice la directora “al fascismo latente en esta sociedad clasista y patriarcal”
Las mujeres que aparecen en la obra son mujeres revolucionarias y fuertes que luchan de alguna manera contra formas de patriarcado. Hasta la madre, que cierra los ojos, que está dividida entre sus hijos y su marido, es una mujer fuerte que lucha.
¿Cuáles son las dificultades a las que se enfrentan las mujeres en el teatro?
Mi mundo es el de la danza, y en él existe una discriminación que se basa en el hombre coreógrafo y bailarín, que es mucho más visible, que la mujer coreógrafa y bailarina.
Aunque el teatro no es mi mundo me considero absolutamente autorizada para hablar de él, y los problemas son directamente proporcionales al peso de los cánones de la sexualidad femenina. Los hombres maduran maravillosamente bien, pero las mujeres “se hacen mayores”. Una actriz de 20 años, por muy mala actriz que sea, parece que queda muy bien ante la cámara o en un plató de televisión. No hay más que ver las series. A partir de los 35 o 40 años hay que ser una extraordinaria actriz “reconocida” para poder ser considerada válida, porque si no antes escogerán a una actriz joven, que por muy buena actriz que sea, nunca tendrá la presencia ni las características de una actriz con una cierta trayectoria y experiencia, que también cuentan tanto como el talento.
Creo que hay una total discriminación que a veces nos hemos ganado a golpe de cirugía estética para poder seguir estando presentes profesionalmente.
Aún así las actrices tienen una carrera larga. Las bailarinas, cuando llegas a la madurez interpretativa hay que pensar en reciclarse. Cambias de profesión o te reconviertes en coreógrafa. Pero como en este país tampoco hay estructuras para hacerlo, tienes que montar tu propia compañía, es decir, convertirte en empresaria, lo cual tampoco es una carrera muy de desear, a no ser que hayas empezado, como yo, muy tempranamente y tengas una trayectoria determinada. Las mujeres no lo tenemos nada fácil en ningún ámbito de las artes escénicas. Muchísimo menos en el cine y la televisión. En el teatro es donde más posibilidades tenemos, a parte de que es lo que más prestigia, lógicamente.