El Observatorio

Tránsito

El escritor ilicitano, enemigo de la rutina y alejado de todos los neocostumbrismos al uso, rompe moldes en Tránsito, su tercera novela

Tras una década de dedicación a la poesía (como autor y también como editor) y una brillantísima ejecutoria como cuentista (Fernández Mallo constató que “Zomeño es uno de los grandes cuentistas en español”; y un libro de relatos suyo, “De este pan y de esta guerra”, ganó el premio de la Crítica valenciana y fue finalista del premio Setenil en 2017), Jesús Zomeño inició en 2018 una nueva etapa de creación literaria, en la que sin abandonar del todo sus raíces poética y cuentística, pasó a centrarse, dominantemente, en la elaboración de un ciclo de novelas, impulsadas por una mayor ambición literaria (que no hay que confundir con un crecimiento desmesurado de la vanidad) y un nuevo conjunto de certezas, donde su ancestral humanismo y su certera visión de las estrategias humanas para alcanzar la supervivencia, dan paso a la certidumbre del crecimiento exponencial de la irracionalidad, el abrumador dominio del mal y las escasas armas que nos van quedando para hacer frente a un mundo desalmado.

En “El cielo de Kaunas” (2018), la mejor novela que se ha escrito en España sobre la caída de la URSS, y en la que todavía conserva -en su estructura y redacción- sus grandes dotes del cuentista (hasta el punto de que podríamos hablar en cierto modo de “una novela de relatos”), una violencia ciega e irracional se ha apoderado de un mundo en descomposición, lo que aboca a los protagonistas a todos los abismos morales, incluidos los devenidos por el azar o la fatalidad.

El “vacío” que deja intuir “El cielo de Kaunas” se amplía en “El 53 de Gilmore Place”(2021), también un gran reto estructural, con un complejo y ambicioso juego de planos narrativos e historias que se deslizan de lo real a la ficción, y que hurga en la sordidez y los espejismos de una realidad que ya no consiente ni la inocencia ni la dignidad, en un mundo en el que cada vez es más necesario preguntarse “quién vive y quién escribe nuestra historia”.

Ahora, en 2023 presenta su tercera novela, “Tránsito”, una obra absolutamente a contracorriente y plagada de retos narrativos nuevos.

Poesía, relato, aforismo y novela reunidos en un solo texto

La acción discurre en el tren nocturno de Sofía a Bucarest. Un pasajero, sin nombre y sin rostro, hace el trayecto entre las estaciones de Bojchinovci y Vidin, sin un motivo definido. El vagón -ocupado por una fauna variopinta de viajeros-, deviene en el escenario -cerrado, hermético, estrecho, como las viejas trincheras de sus relatos de guerra-, en el que van a desenvolverse las divagaciones, los juegos imaginativos y las especulaciones de nuestro protagonista. Su mirada, inquisitiva y a veces mordaz, rastrea cada gesto, cada movimiento, cada cambio de sus circunstanciales compañeros de viaje, a la vez que su mente se sumerge en su propio pasado, desvelando minúsculas claves de su vida. Estamos, al parecer, ante la mirada lúcida, y a veces desconcertante, de una mente atormentada. Tanto sus mordaces juicios y conjeturas sobre sus compañeros de viaje, como sus recuerdos aleatorios y sin aparente finalidad, así como los pensamientos que reconstruyen pequeños fragmentos de su vida familiar y privada, componen un tapiz aparentemente inconexo y arbitrario, pero que al final se revela como un puzle perfectamente configurado. La maestría narrativa de Jesús Zomeño consigue que la extrema fragmentariedad del texto no acabe reñida con su profundidad y su sentido último, que trasciende -y eso el lector lo va percibiendo paso a paso- la experiencia física o psicológica de un viaje cotidiano para abrirse a una vivencia espiritual. Porque, en definitiva, el “tránsito” que nos invita a recorrer Jesús Zomeño en este libro no se limita solamente a un desplazamiento en tren. Este viaje, en la estela de San Juan de la Cruz, es también un tránsito por la noche oscura del alma humana. Un viaje entre la vida y la muerte, una transfiguración mística.

En “Tránsito”, Jesús Zomeño ha reunido en un solo texto su triple experiencia como escritor, pues aquí están bien visibles tanto las huellas metafóricas del poeta como el fraseo del cuentista y la arquitectura interior del constructor de novelas. Por utilizar una imagen comprensible, estamos ante un relato construido, tal y como están dispuestas las traviesas del ferrocarril, por una sucesión encadenada de frases cortas, a veces casi aforísticas, que van abriendo paso al fondo insondable del misterio.

¿Puede salvarnos aún la escritura? ¿Y cómo puede hacerlo?

En el fondo del experimento late la búsqueda incesante que recorre toda la narrativa y toda la obra de Jesús Zomeño como escritor: ¿puede salvarnos la escritura? ¿Y cómo puede hacerlo? Ante un mundo que sucumbe día a día a la irracionalidad, ¿existen armas con las que aún podamos preservar la vida, o siquiera la dignidad del hombre? ¿Hay todavía una vía espiritual de escape?

Leer a Zomeño es entrar en un círculo de preguntas e interrogantes que la literatura de hoy, absorbida por las noticias del telediario y sus derivados, o por la noñería de los eternos devaneos sentimentales, ya ni quiere ni puede entrar.

Deja una respuesta