SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Todo o nada

Fue una apuesta radical y, por eso mismo, arriesgadísima. Lo que hizo ayer el presidente del Gobierno, hablando de sí y de su partido, fue retar a Bárcenas y a Lapuerta a que demuestren que quien miente es él, Mariano Rajoy y no los asientos contables que el ex tesorero ha facilitado a el diario El País para su publicación. No se refugió en ningún circunloquio para alcanzar su objetivo. Dado que desmintió con total rotundidad que el dinero negro haya circulado por Génova y, mucho más claramente, que él lo haya recibido nunca, Mariano Rajoy ha lanzado a su palabra a luchar a cuerpo, y a intentar vencer, sobre las notas manuscritas que dicen que sí, que él cobró, que otros también cobraron y que el PP ha manejado billetes ocultándolos al Fisco.

Dramático reto que, en el caso particular de Rajoy, puede muy bien saldarse con su victoria porque, si dice la verdad, será imposible que Bárcenas y sus apuntes puedan demostrar lo contrario por mucho que eso esté escrito sobre un papel. En ese caso, ni siquiera los tribunales podrían llegar a ninguna otra conclusión. Eso no libraría, sin embargo, al líder popular de la sombra de la sospecha que muchos ciudadanos -unos sí y otros no- estarán de ahora en adelante dispuestos a seguir albergando en su alma. Sólo si el ex tesorero tuviera testigos dispuestos a declarar que estaban presentes cuando el hoy presidente del partido recogía personalmente esos sobres, o que se los llevaban en mano a su despacho tras haber fisgado previamente lo que había en su interior, sólo en ese caso la palabra de Rajoy dejaría de valer lo que valió ayer, que valió mucho. Y entonces sí que estaría en entredicho una credibilidad que él quiso poner sobre la mesa para que los ciudadanos la administrasen según el criterio de cada cual. Porque, en el caso concreto del presidente, ni siquiera la palabra de Bárcenas, autor de las notas, valdría gran cosa dado su comportamiento defraudador y su pertinaz resistencia a explicar de dónde demonios ha sacado él semejante fortuna. En este capítulo Rajoy tiene todas las de ganar por más que todos sabemos, y él mejor que nadie, que va a salir herido de esta contienda y va a quedar a merced de los ataques de sus adversarios políticos, que lo van a tener muy fácil a partir de ahora. Lamentables, dicho sea de paso, las concentraciones de ayer ante las sedes del Partido Popular por parte de gente a la que no se ha visto nunca protestar y reclamar dimisiones por antiguos clamorosos delitos ni, en estos meses pasados, acudir presurosas a las puertas del PSOE para gritar contra la estafa de los ERE en Andalucía, ni a la de la Fundación Ideas ni, por descontado, a la plaza de Sant Jaume para exigir explicaciones por el apabullante enriquecimiento multimillonario de los hermanos Pujol. Estos hooligans de la izquierda han perdido ya por completo toda autoridad moral y toda credibilidad. A estas alturas, y después de todo lo que hemos visto, esa credibilidad sólo la tienen quienes señalan, critican y condenan el abuso y el delito por sí mismo y no en función de quién o quiénes hayan sido sus autores. Lo contrario es una desvergüenza e incluso una inmoralidad. Volviendo al PP, únicamente la Justicia podrá despejar las brumas que, por muy contundente que haya sido Rajoy ayer, siguen oscureciendo extraordinariamente el panorama. Habrá varios de sus dirigentes que hagan lo mismo que hizo ayer el presidente del Gobierno: desmentir esos cobros en negro, y a ver quién demuestra que se produjeron, dado que el dinero B no deja rastro. Con que se pueda constatar que en los apuntes de Bárcenas aparece una sola mentira – y no es nada disparatado pensar que pueda haber muchas porque es posible que su fortuna venga precisamente de haber engordado esas cuentas para el enriquecimiento propio-, con que el PP pueda demostrar eso, habrá ganado una batalla importantísima. Pero de ningún modo habrá ganado esta guerra. Porque el testimonio de uno solo, tan sólo uno, de los supuestos beneficiarios de los sobres negros, confirmando que él o ella sí lo han recibido y que no lo han declarado a Hacienda, tendría fuerza suficiente para aniquilar ante la opinión pública la versión del presidente y de todos aquéllos que pudieran haberlo desmentido. Y no digamos si algún empresario cuenta que entregó equis millones en mano al partido. Porque los billetes de 500 circulando libremente, y sin declarar, pueden haber ido a parar a cualquier bolsillo. Da lo mismo que ésta haya sido la inveterada costumbre de todos o casi todos los partidos políticos españoles y de muchas grandes compañías. Quien está ahora mismo en el banquillo del juicio ciudadano es el PP y es él el reo y no los demás, aunque los haya que tienen pendientes unas cuantas sentencias por corrupción y financiación ilegal. Ahora se abre un periodo extremadamente delicado para el partido en el Gobierno porque está a merced de cualquier acusación.Y de cualquier confesión. Es muy posible que Rajoy haya logrado salir relativamente indemne tras su declaración de ayer: su apuesta fue fortísima, a todo o nada, y su trayectoria avala lo que dijo. Pero con eso no se resuelve todo el problema. Y, puesto que está claro que los tribunales van a ser los únicos que tengan la capacidad para indagar y descubrir la verdad, y lo demás va a ser un revoltillo de suciedades y negruras, una buena demostración de que el PP y sus dirigentes no nos están mintiendo sería que el partido llevara el asunto, y a su ex tesorero Bárcenas, ante la Justicia, porque con exculpaciones como la ofrecida por la ministra Mato sólo se aumenta la ya muy desbordada indignación de los españoles. Mientras eso no se haga, los ciudadanos seguirán señalando como culpable al partido que les gobierna.

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