Homenaje a Juan Gelman

Tinta de Tango

Juan Gelman es un autor imprescindible y un poeta prisionero consentido de las notas y los ritmos de su tiempo. Como se ha dicho, el poeta que ha conseguido somatizar el dolor y el desgarro en su poesí­a, ligando su obra a su corazón militante a través de profundos canales a veces imperceptibles pero que siempre dejan huella.

A las cuatro y media del 14 de enero fallecía el poeta de 83 años, el guerrillero, el militante, el padre, el hijo y el enamorado. Como él diría, se le llevó “la huesuda”. Hijo de inmigrantes ucranianos en Argentina, Gelman se inició en la poesía a través del poeta ruso Pushkin. Lo cierto es que no entendía nada cuando su hermano leía sus poemas, pero se enamoró igualmente de su musicalidad. Eso no impidió que con los 80 cumplidos todavía recordarse alguno de esos versos que todavía no sabía que significaban, ya que acosar a su hermano para que le leyese a Pushkin se convirtió en costumbre. Se enamoró de Pushkin, y de alguien más, claro, a quien empezó escribiendo sus primeros poemas. «Para mí, escribir es trasladar una obsesión «

La poesía de Gelman Promovió y renunció al lenguaje político para elevar la poesía al terreno que le pertenece, el del cuchillo de filo cortante que atraviesa las instancias como una brisa desgarrando todo lo que toca. “La poesía no puede hacer la revolución, disculpe usted, tan solo puede inspirar a los que han de hacerla” Su poesía respiraba un casi sacro respeto a quienes habían de leerla. Siempre dijo que nunca escribía para nadie, como única manera de respetar a todos. Por eso escribía a través de pulsiones, o de “obsesiones”, de necesidades creadas y de conflictos no resueltos. Como decía en una entrevista para Foros21 en el 2007: “para mí, escribir es trasladar una obsesión”.

Quizás por eso cada uno de sus libros sea una vena de su tiempo y de su vida, inmersa en la historia de la convulsa Argentina, con sus revoluciones, sus dictaduras, su soberanía y su espíritu indoblegable de justicia. Así se hace imprescindible, en su caso, extraer un aspecto que convierte su obra en patrimonio de todos. Precisamente su forma de entender la poesía, manchado de arriba a abajo por el amor y la necesidad de defender la libertad y la justicia. Como solía decir Gelman, siempre hay política en la poesía, pero la poesía solo habla de sí misma, de poesía, por eso puede hablar de todo y es de todos. De esta manera su obra es una continua ruptura con todo su trabajo anterior, un salto a lo inexplorado en la búsqueda de “la verdad del corazón y la verdad del mundo”.

En la mística española del siglo de Oro, Gelman descubrió, como nos confesaba en la entrevista, “la presencia ausente de lo amado”. Ausencia que implica “morir muchas veces”, al mismo tiempo que se mantiene su presencia siempre viva. Solo de este modo entendía también su relación con el lenguaje, atreviéndose a romper con las cadenas de su tiempo, moldeándolo de acuerdo a las pulsiones del poeta y quedándose desnudo ante las posibilidades expresivas que le brinda como canal de esa obsesión poética.

Juan Gelman se consideraba autor, pero no creía que existiera en la poesía como tal. “¿Quién hace la poesía?, en primer lugar la lengua, y esa la hicieron nuestros antepasados, y luego la vida”. Un poeta de tango. Un poeta como el tango, indudablemente militante pero de todos. Y al mismo tiempo siempre ha sido un irreductible y activo anti-imperialista, en los últimos años desde las páginas de la publicación argentina Página/12.

La pérdida Sin duda la pérdida de sus hijos, nuera y la desaparición de su nieta, aún no nacida, marcaron la vida de Gelman, su activismo y su obra. El 26 de agosto de 1976 fueron secuestrados sus hijos, Nora Eva y Marcelo Ariel, junto a su nuera María Claudia, que estaba embarazada de siete meses. Su hijo y su nuera desaparecieron junto a su nieta nacida en cautiverio. Dos años después, miembros de la Iglesia católica argentina le comunicaron que su nuera había dado a luz. En 1990, el poeta recibió la noticia de la identificación de los restos de su hijo, y 8 años después la del traslado de su nuera a Uruguay. Entonces Gelman recibió el apoyo de personalidades como Günter Grass, Joan Manuel Serrat, Darío Fo, José Saramago o Fito Páez. En el 2000, la nieta de Gelman, con 20 años, apareció, adoptando los apellidos de sus padres. En 1998, Gelman publicó una carta abierta a su nieta en el semanario la Brecha de Montevideo: “Me resulta muy extraño hablarte de mis hijos como tus padres que no fueron. No sé si sos varón o mujer. Sé que naciste… Ahora tenés casi la edad de tus padres cuando los mataron y pronto serás mayor que ellos. Ellos se quedaron en los 20 años para siempre. Soñaban mucho con vos y con un mundo más habitable para vos. Me gustaría hablarte de ellos y que me hables de vos. Para reconocer en vos a mi hijo y para que reconozcas en mí lo que de tu padre tengo: los dos somos huérfanos de él. Para reparar de algún modo ese corte brutal o silencio que en la carne de la familia perpetró la dictadura militar. Para darte tu historia, no para apartarte de lo que no te quieras apartar. Ya sos grande, dije.” «En la mística española del siglo de Oro, Gelman descubrió, como nos confesaba en la entrevista, “la presencia ausente de lo amado”»

(Recuadro) En 1955 fue uno de los fundadores del grupo de poetas El pan duro, integrado por jóvenes militantes comunistas que proponían una poesía comprometida y popular y actuaban cooperativamente para publicar y difundir sus trabajos. En 1956 el grupo decidió publicar su primer libro, Violín y otras cuestiones.

En 1967, durante la dictadura militar argentinase integró a las recién formadas Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), de orientación peronista-guevarista, que a partir de 1974 se fusionaría con otras organizaciones guerrilleras peronistas como Montoneros y Descamisados.

En 1966 comenzó a trabajar como periodista. Fue jefe de redacción de la revista Panorama (1969), secretario de redacción y director del suplemento cultural del diario La Opinión (1971-1973), secretario de redacción de la revista Crisis (1973-1974) y jefe de redacción del diario Noticias (1974).

En 1980 volvió a publicar un libro después de siete años, con el título de Hechos y relaciones, al que le seguirán Citas y comentarios (1982), Hacia el Sur (1982) y Bajo la lluvia ajena (notas al pie de una derrota) (1983).

En lo que quedaba de la década del 80 publicó La junta luz (1985), Interrupciones II (1986), Com/posiciones (1986), Eso (1986), Interrupciones-I e Interrupciones-II (1988), Anunciaciones (1988) y Carta a mi madre (1989).

El 8 de octubre de 1989 fue indultado por el presidente Carlos Menem, junto a otros 64 ex integrantes de organizaciones guerrilleras. Juan Gelman rechazó la medida y protestó públicamente contra ella a través de una nota publicada en el diario Página/12.

En la década del 90 publicó Salarios del impío (1993), La abierta oscuridad (1993), Dibaxu (1994), Incompletamente (1997), Ni el flaco perdón de Dios/Hijos de desaparecidos, coautor con su esposa Mara La Madrid (1997), Prosa de prensa (1997) y Prosa de prensa (1999).

En la primera década del siglo XXI publicó Tantear la noche (2000), Valer la pena (2001), País que fue será (2004), Oficio ardiente (2005), Miradas (2006) y Mundar (2007).

Ha recibido varios premios: «Boris Vian» (1987), Nacional de Poesía argentino (1997), Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2000), el Iberoamericano de Poesía «Pablo Neruda» (2005) y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2005). El 29 de noviembre de 2007 y el 23 de Abril de 2008 fue galardonado con el Premio Cervantes, el más prestigioso de la literatura en español. Actualmente, Juan Gelman vive en México y es columnista del periódico argentino Página/12.

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