SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Tiempos difí­ciles

El Gobierno de Rajoy se ha visto sorprendido por el hecho de que los duros ajustes aprobados no hayan generado confianza en los mercados. Sin duda la acción urgente del BCE resulta indispensable para que la cuarta economía de la eurozona pueda financiarse a costes sostenibles, pero esa urgencia no puede obviar otra. La de dar respuesta a la sorpresa e indignación de una parte de la ciudadanía a la que el Ejecutivo no ha preparado como debería para entender que la salida de la crisis exige fuertes sacrificios, sin los cuales España no tiene futuro alguno. Tampoco le ha detallado sus opciones a la hora de repartir las cargas. El clamoroso déficit de explicaciones se salda con la peligrosa idea que buena parte de la calle ha retenido de cuanto está ocurriendo: que esto es, sencillamente, “un atraco”. Lo que está ocurriendo es extraordinariamente duro, pero desde luego no es un atraco.

Refugiado en el silencio y el secreto, el Gobierno tampoco ha aceptado la oferta de pacto realizada por el líder del principal partido de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba. Rajoy ha reconocido la imposibilidad de que el Gobierno saque a España de la crisis en solitario, pero no ha aceptado la mano tendida del PSOE, ni la llamada al diálogo de grupos como CiU. A su vez, la oposición tampoco ha entendido que esta crisis impone una estrategia económica con muy poco margen de maniobra y que se habrán de tomar medidas aún más complicadas en el futuro no muy lejano —sobre pensiones, empleo público y tamaño de las Administraciones, entre otras cosas— que exigirán nuevos esfuerzos. Para ello se necesita de verdad su concurso, no solo para figurar como copaladines de la defensa de España en Europa.

En todo caso, al presidente le toca convocar a las principales fuerzas políticas para buscar estos consensos.

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