La memoria del movimiento LGTBI+

Te estoy amando locamente

"Te estoy amando locamente" de Alejandro Marín narra los revolucionarios y heroicos inicios del movimiento LGTBI en la Sevilla del régimen franquista.

Hace pocos meses se estrenó la película “Te estoy amando locamente”, del director novel Alejandro Marín. Además del éxito obtenido, es una rememoración importante de aquellos años de la Transición. Es una película centrada en los inicios del movimiento de liberación homosexual de los años setenta en condiciones muy duras de represión política, social, ideológica y cultural. A esa lucha, incluso heroica, hoy le debemos los avances indudables del movimiento LGTBI. Director y actores, han participado en el pregón de la manifestación de este año en Madrid, implicándose en primera línea con la defensa del orgullo LGBI.

Dentro del cine español podemos recordar una de las primeras películas tratando el tema de la homosexualidad, desde una posición muy clara y didáctica: la de Eloy de la Iglesia en 1977, “Los placeres ocultos”. Desde entonces se han editado un buen número de películas sobre este tema tocando distintos aspectos. “Te estoy amando locamente”, precisamente porque trata de los comienzos del movimiento de liberación homosexual y posteriormente LGTBI en España, nos permite reflexionar sobre la importancia de lo conseguido hasta ahora, pero al mismo tiempo la necesidad de luchar por todo lo que falta por conseguir en el conjunto de la sociedad...

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La importancia del orgullo

En la Sevilla de la segunda mitad de los setenta, la película narra el proceso de toma de conciencia de una madre y un hijo. El actor Omar Banana interpreta a un joven a punto de entrar en la Universidad acusado por la Ley de Peligrosidad Social de ser maricón. La implicación de la madre en defensa de su hijo les llevará a integrarse de pleno en el combativo movimiento homosexual. La película es un documento histórico de la gestación del movimiento LGTBI en unos momentos muy duros.

Vamos a señalar tres aspectos que vertebran la película. En primer lugar “Te estoy amando locamente” trata de recuperar la memoria del movimiento LGTBI en los años setenta en Sevilla. Director y actores han tenido que documentarse sobre aquellos años donde la lucha tenía que darse no solo en el terreno político sino social. Como referente el “Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria” (MHAR). Este colectivo nacido en Sevilla es uno más de los que se estaban organizando en Barcelona, en Valencia, o en Madrid. Es importante redescubrirlo porque es falso que las conquistas obtenidas hayan sido producto de concesiones de los distintos gobiernos. Detrás está una dura lucha enfrentándose a la reacción violenta tanto de la policía como de los sectores más reaccionarios de la sociedad; así como de la incomprensión y aislamiento social por las concepciones dominantes, religiosas, familiares o institucionales que están inculcadas en el conjunto de la sociedad. Muchos acabaron en la cárcel solamente por su condición sexual. Porque sus primeros pasos fue lograr la abolición de la “ley de peligrosidad social”, que consideraba delincuentes a los homosexuales.

El director y los actores, en el proceso de búsqueda rigurosa de los hechos, se asombran de un periodo desconocido para ellos. Tal como manifiesta uno de los actores, la Dani: “está hoy todo olvidado y, sin embargo, está muy presente a la vez. Y conviene tener claro que por mucho que yo haya sufrido a lo largo de mi vida, ellos hicieron posible que yo fuera lo que soy”.

El segundo aspecto que debemos señalar es entender la importancia del orgullo. Desde determinados sectores quieren utilizarlo como expresión de fiesta sin más. Son estos “críticos” los que pretenden reducir esta película a la parte lúdica. Las marchas del orgullo se quieren medir en términos económicos y critican que se “politicen”. Lo dicen los medios que no han parado de politizarse contra el movimiento desde posiciones que enarbolan la tolerancia o abiertamente son homofóbicas. Esa corriente pretende hacernos creer que está todo conseguido a través de los derechos que hoy en día existen. Desde estos sectores políticos, dicen, existe una gran tolerancia a la sexualidad de cada uno. ¿Nos quieren tolerar porque no somos normales? El orgullo homosexual que nace a partir de los sesenta ha sido, pero sobre todo es hoy, un gran grito de lucha. La necesidad de reivindicar y de manifestar el orgullo de ser homosexual, de tu decisión en tu condición sexual es fundamental para una toma de conciencia activa. En la película esa toma de conciencia se expresa en el protagonista, el actor Omar Banana. Cuando le increpan los vecinos tiene que lanzar un grito de lucha y de reafirmación de identidad: ¡Sí!, ¡soy maricón!

“Ellos hicieron posible que yo fuera lo que soy”

Bajo la dirección de Alejandro Marín («Maricón Perdido»), Ana Wagener encarnará a Reme, una madre de la Sevilla de 1977 que deberá aceptar que su hijo Miguel (Omar Banana) cumpla su sueño de ser artista y cante en televisión a la vez que descubre que los nuevos amigos de su hijo conforman el movimiento LGTBI andaluz, gestado en el seno de la Iglesia. El reparto se verá completado por un elenco en el que destacará la participación de Alba Flores, Carmen Orellana o La Dani.

El tercer aspecto que nos proporciona la película, donde los mismos actores se sorprenden, es la fuerza que adquiere ese movimiento en aquellos momentos y la importancia de la unidad con los distintos sectores. El apoyo de las organizaciones obreras, sindicatos, de todos los partidos implicados en el cambio del régimen fascista y la unidad de las organizaciones feministas, organizaciones ciudadanas, etc. La película señala particularmente el apoyo de un sector de la iglesia comprometido con los cambios sociales. Frente a la Iglesia ultra-reaccionaria implicada en la brutal represión contra los homosexuales, surge lo que entonces se llamaban “curas obreros” comprometidos en la lucha antifascista. Ellos van a facilitar los medios que necesite el MHAR. Esta implicación de lo social a lo político es en aquel periodo de la transición de vital importancia.

Pero lo que más remarcan los integrantes de la película es la necesidad de aprender del pasado y partir de la gran unidad reflejada en aquellos momentos. Independientemente de diferencias con algunas de las demandas actuales, y de algunos planteamientos distintos, debemos ir en la misma línea de acción. Hay que impedir la división del movimiento que buscan determinadas plataformas socialdemócratas. Igualmente es necesario buscar la unidad con las organizaciones feministas, con las que tenemos muchos puntos en común.

Las cárceles invisibles

La película nos hace recordar la represión homofóbica del régimen fascista y la aplicación de la “Ley de Peligrosidad Social”. Muchos homosexuales fueron encarcelados. Pero existen otro tipo de “cárceles”. Recogiendo unas declaraciones de uno de los actores, Dani, plantea: “…sinceramente no sé quién tiene más cárcel, no sé quién se siente más dentro de una prisión, si un persona como yo o una persona normativa”.

Es cierto que hemos conseguido algunos derechos y libertades importantes, como son el matrimonio homosexual entre otros. Es cierto lo de los avances indudables como, por ejemplo, la abolición de leyes dictando penas de cárcel para los y las homosexuales. Pero existen otro tipo de cárceles. Ya existían entonces, como la película las pone al descubierto, y existen ahora. Son cárceles porque se autoimponen en algunos casos y en otros se condicionan socialmente. Están determinadas por las instituciones sociales o estatales, las estructuras familiares, las condiciones laborales, el aparato educativo, las instituciones religiosas, etc. Son invisibles porque están ocultas dentro de lo que se considera una vida “normal”. Y son auto-represoras en muchas ocasiones porque obligan a negar los propios deseos sexuales y negar la propia condición sexual.

Porque estas cárceles invisibles están determinadas por el peso de la cultura e ideología patriarcal. Es engañoso que el movimiento LGTBI se restrinja a los que se consideran dentro del colectivo. Es necesario rechazar la marginación y la “tolerancia” sobre los homosexuales. Porque esa ideología patriarcal, basada en las relaciones sociales de propiedad, ataca a la gran mayoría de la población.

Hay que impedir la división del movimiento

Del grupo de películas que han tratado el tema de la opresión homosexual quiero detenerme en dos que considero particularmente importantes. “La muerte de Mikel” (de Imanol Uribe, 1984) comienza con el “suicidio” del protagonista (Imanol Arias). El desarrollo del argumento nos da la retrospectiva del protagonista donde nos permite entender la toma de conciencia de su condición sexual. Primero le llevará a romper con su mujer en su reciente matrimonio. En el pueblo vizcaíno donde vive, en su decisión de visualizarse, se va a enfrentar al aislamiento social; primero con los amigos, luego en su profesión y los ámbitos sociales, religiosos y familiares y por último en su partido político, de izquierda abertzale. Antes de abandonar el pueblo para huir a Bilbao aparece muerto en su casa por sobredosis. Todo bajo la inquisitiva mirada de la imagen totémica de su madre, que prefiere un hijo sacrificado que homosexual.

En “La segunda piel” (Gerardo Vera, 1999) Alberto (Jordi Mollà) casado y con un hijo va a tener una relación pasional con un compañero (Javier Bardem). La mujer iniciará la separación cuando descubra dicha relación. Pero a pesar del profundo enamoramiento de Alberto por su compañero, no podrá ser capaz de romper con las normativas sociales, profesionales y familiares que le impiden manifestar abiertamente su relación e incluso aceptarse a sí mismo. La película nos irá mostrando no solo el ocultamiento del protagonista sino también su interno rechazo a aceptar una relación homosexual. El desenlace se resuelve con un aparente suicidio provocado por el accidente con su moto en el borde de la desesperación.

Entender la importancia del orgullo homosexual es revolucionario, tanto en los años sesenta como ahora. Porque recobrando una consigna del mayo francés es necesario partir de: “Mata el policía que llevas dentro”. Es a través de los aparatos de Estado, educativos, familiares, religiosos, etc. donde nos introducen el “policía” represor en nosotros mismos.

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