Sociedad

¿Superpoblación o Superexplotación?

Recientemente se han estrenado un par de pelí­culas que giran en torno a las grandes catástrofes naturales y a la desaparición del Planeta a causa de la superpoblación. Especialmente drástica es la que transcurre en el interior de una especie de Arca de Noé espacial. Este fenómeno no es nuevo. Lo nuevo es el grado y fuerza que las tesis de la superpoblación están cobrando en nuestra sociedad. Hasta el punto que la Generalitat de Cataluña otorgó a mediados de noviembre el premio Margalef de Ecologí­a a Paul R. Ehrlich, heredero del «pensamiento» de Malthus sobre la incapacidad de la Tierra para asumir más de 2.000 millones de habitantes. La Generalitat es coherente, no puede permitirse que se maten más toros, pero lo cierto es que sobran 4.000 millones de habitantes en el Planeta.

“La Tierra uede soportar los 2.000 millones de habitantes de 1934". Según Ehrlich estamos agotando el suelo agrícola, se pierden especies y la capacidad de la atmósfera para absorber gases e efecto invernadero está al límite. La solución: el control demográfico. Teniendo en cuenta que en los próximos 40 años la población de los países de capitalismo desarrollado (EEUU, Canadá, Europa y Australia) no van a variar su población y, en todo caso disminuir, como ocurrirá con Rusia, es evidente que el control debe estar dirigido hacia los países del Tercer Mundo.Pero si resulta que medio millón de personas, según la ONU, son las responsables del 50% de la emisiones del Planeta; si aunque en los últimos 200 años han desaparecido 1.159 especies y 16.900 están en peligro de extinción, solo en el 2007 se descubrieron 18.516 nuevas especies; y si según los informes de la FAO y de organizaciones independientes como ActionAid el récord de más de 1.000 millones de hambrientos en el mundo se asienta sobre la base de la cantidad de alimentos necesarios para abastecerlos realmente; y si realmente la capacidad productiva de la Humanidad (sobre la base de la cantidad actual de suelo cultivable) permitiría proporcionar 2.500 calorías (mínimo establecido por la OMS) a una cantidad 20 veces superior a los 6.000 millones de habitantes actuales del mundo… ¿entonces?No es casualidad que sea la socialdemocracia catalana desde la Generalitat la que premie la línea del señor Ehrlich. Una socialdemocracia que erige al Estado como “arbitro neutro” de nuestros intereses y “bienestar” mientras, que amenaza con romper el principio de solidaridad erigiéndose víctimas del sistema autonómico escondiendo los beneficios que la burguesía catalana obtiene del conjunto de ciudadanos españoles y de esquilmar los recursos del Estado autonómico para mantener una extensa red clientelar y un burocrático entramado de “medios de comunicación públicos” que son un agujero deficitario, por no hablar de los recientes casos de corrupción. A nadie ya se les capa ya que no son más que la punta del iceberg.T. R. Reid ha dedicado varias páginas para National Geographic sobre esta cuestión, y algunas de sus conclusiones son importantes: En una entrevista a Bob Sakata, propietario de una importante explotación agrícola de 1.400 hectáreas a lo largo del río South Platte en Colorado, éste afirmaba que “la única manera de mantenerse en el negocio siendo agricultor es aumentar la producción y reducir los costes. Hace ya cincuenta años, cuando empezamos aquí, un acre plantado con cebollas producía unos 200 sacos, cada uno con 50 libras de cebollas amarillas. Cuando aumentamos esta cantidad a unos 350 sacos por acre, pensamos que éramos los mejores agricultores del mundo. Hoy, si no producimos 800 sacos por acre, no podemos competir con nuestros vecinos.”.El orgullo de la explotación son unas cosechadoras capaces de empaquetar 240.000 mazorcas diarias. Pero como dice el señor Sakata “pues sí, hoy estas máquinas parecen impresionantes -me dijo-, pero dentro de pocos años, si queremos seguir siendo competitivos, probablemente tendremos que encontrar algo que todavía coseche más. Por esto, según nuestro punto de vista, resulta difícil imaginar que se vayan a acabar los alimentos en el mundo. Siempre hay alguien que encuentra el modo de producir más e inundar el mercado. El resto debemos adaptarnos y así la cosa marcha.”Al mismo tiempo, T. R. Reid, se desplazó a Rwanda, a la granja de la señora Ellen Kuraki, una de tantas miles de pequeños productores que se extienden por toda África y que no proporcionan más de 225 dólares de beneficio al año. “Con una de estas pequeñas cosechadoras que venden ahora podría desbrozar todo el campo y desgranar todas las mazorcas y tardaría, ¡asómbrese!, sólo media hora más o menos”. Actualmente tarda tres semanas. El reportaje de T. R. Reid acaba con una entrevista a Ho Zhiqian, un experto de la Comisión Consultiva Nacional para la Alimentación del gobierno chino. Cuando Reid le pregunta sobre si se podría alimentar a toda la población mundial con la previsión de crecimiento, éste le contesta: “Señor Reid, no le hace la pregunta a la persona adecuada. He dedicado toda mi vida al estudio del suministro de alimentos, las dietas y la nutrición. Pero su pregunta trasciende estas especialidades. Puede la Tierra alimentar a todos sus habitantes? Me temo que es una cuestión estrictamente política.”No solo se trata de cómo se orienta la alimentación, más del 70% de las plantaciones del planeta son de cereales y en su mayoría están dedicadas a alimentar al ganado que nutre el mercado de carne europeo y norteamericano (“Para conseguir un peso de matanza de 110 kilos, por ejemplo, un cerdo en Estados Unidos consume unos 275 kilos de maíz y 45 kilos de harina de soja. La carne al por menor de ese animal proporcionaría a una persona las 2.200 calorías mínimas diarias que recomienda la ONU durante unos 49 días. Si esa misma persona comiera directamente el maíz y la harina de soja, tendría suficiente alimento para más de 500 días.”), sino de la independencia de los países para decidir sobre su política económica y si ésta está sometida a la lógica del beneficio de los principales monopolios y potencias imperialistas.La propia Unicef reconoció en un informe que reducir las emisiones de CO2 del Planeta en los próximos 40 años costaría 32 euros por habitante, y solo 7 si se orienta por el control de la natalidad. Lógicamente no se trata del gasto de cada ciudadano sino de los beneficios monopolistas. Tampoco se trata del control de la natalidad o de reducir la población, no puede entenderse el capitalismo sin un constante crecimiento del proletariado a escala mundial. Se trata del control sobre la vida de la gente y sobre las políticas de desarrollo de todas las naciones y países.Esto es lo que premia la Generalitat.

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