La carga de profundidad la lanzó el economista norteamericano Paul Krugman en diciembre de este pasado año: España debe rebajar sus salarios un 25% si quiere salir de la crisis y acabar con el paro. De forma inmediata, el gran jefe de la oligarquía española, Botín, la gran patronal, la CEOE, la banca europea y sus grandes medios de comunicación, el Banco Central Europeo o el FMI se han adherido a la consigna. En torno a este objetivo de reducir un 25% los salarios y las rentas de la inmensa mayoría de la población gira la principal batalla política que se está dando en nuestro país.
Un doloroso e inminente lan de ajuste Pero al igual que ocurre con los iceberg, en los que lo visible es sólo una pequeña porción de su masa, sólo una parte de este objetivo aparece abiertamente ante los ojos de la mayoría. Mientras que otra parte, la más importante, permanece encubierta, hurtada a una opinión pública a la que se pretende mantener inconsciente y, si es posible, anestesiada, ante el drástico, doloroso e inminente plan de ajuste que nos están preparando.Algunos puntos del plan ya los conocemos: retraso de dos años en la edad de jubilación, subida de un 2% a partir de julio en el impuesto del IVA, congelación de los salarios por convenio durante los próximos dos años, recorte de 50.000 millones de euros en el gasto público,… Pero lo que está por llegar para reducir nuestros salarios en un 25% es mucho más duro.Un grupo de economistas y “expertos”, los mismos que elaboraron la propuesta de retrasar dos años la jubilación, ahora dicen que es insuficiente, que deben ser cuatro, hasta los 69 años.El ministro de Trabajo ya ha anunciado que el cómputo para calcular la cuantía de las pensiones debe ampliarse a toda la vida laboral, o como mínimo, a los últimos 30 años desde los 15 actuales, lo que supone una rebaja de al menos el 30% de las pensiones futuras sobre las actuales, que ya son de las más bajas de Europa.Desde el ministerio de Economía se ha puesto sobre la mesa la congelación o incluso la rebaja de los salarios de los funcionarios, mientras advierte que los 50.000 millones de recortes podrán ampliarse en caso de ser necesario, es decir, si no consiguen rebajar los salarios y las rentas por otras vías.La CEOE, por su parte, proponía la semana pasada un tipo de contrato, dirigido específicamente a la juventud trabajadora menor de 30 años, con una duración de entre seis meses y un año, sin indemnización por despido ni protección por desempleo, con cero cuotas empresariales a la Seguridad Social y un salario que “en el mejor de los casos” igualaría el salario mínimo interprofesional (630 euros al mes).Todas estas medidas, unas ya aplicadas, otras en fase de estudio, negociación y discusión persiguen la misma meta: reducir los salarios reales en un 25%. No importa para ello si el descenso en los salarios nominales, es decir, lo que se cobra en la nómina de cada mes, es de menor cuantía. Existen otras vías y múltiples caminos (más subidas de impuestos, nuevas rebajas de pensiones, recortes de otros gastos sociales, mayor abaratamiento del despido,…) para conseguir el mismo resultado: un gigantesco trasvase desde los salarios de los trabajadores y desde las rentas de la mayoría de la población hacia un puñado de banqueros y monopolistas, tanto españoles como extranjeros.Este es el objetivo que persiguen, esto es lo que nos están preparando y en torno a esto se libra hoy la batalla política más importante en nuestro país.Todas las diferencias surgidas estas semanas en torno al pacto necesario entre las principales fuerzas políticas para dar una alternativa común de salida a la crisis, se refieren no al objetivo, sino a los distintos caminos posibles para alcanzarlo y los costes políticos y electorales que uno u otro camino implican para PSOE o PP. Mayor concentración, más dependencia externa Pero esta ofensiva para la reducción drástica de los salarios, de nuestras condiciones de vida y trabajo, tiene como reverso inevitable (y que permanece todavía más oculto para la mayoría) un proceso paralelo que implica un nuevo salto en la concentración de capital en manos de la oligarquía financiera española y un aumento de la dependencia de nuestro país respecto a los grandes capitales internacionales y las grandes potencias mundiales.Mientras banqueros y monopolistas españoles perfilan y ultiman las medidas necesarias y el plan de conjunto con el que proceder a esta brutal rebaja salarial (y a una reestructuración del sistema financiero que permita eliminar cajas de ahorro, concentrando sus activos y sus beneficios en manos de los grandes de la banca), los centros de poder financiero de Europa y del mundo –en cuyas manos está la ingente deuda gracias a la cual Botín y los suyos han podido multiplicar sus beneficios y expandirse internacionalmente la última década– reclaman su cuota-parte de ese 25% de rebaja salarial.No sólo mediante el pago de mayores intereses por esa deuda, sino poniendo sus ojos (y veremos cuanto tardan en poner también sus garras) en algunas de las “joyas de la corona” monopolistas de la oligarquía española. Al tiempo que desde Berlín y París se diseña la creación de un Fondo Monetario Europeo con “mecanismos de intervención comparables” a los del FMI, y que pueden llegar desde la retirada de los fondos de cohesión o del derecho a voto en las reuniones ministeriales de la UE, hasta la suspensión de un país de la eurozona. Dos caminos Un plan de ajuste y rebaja salarial similar ha empezado ya a aplicarse en dos países del euro: Irlanda y Grecia. Mientras en el primero la población ha aceptado sumisamente el drástico plan de ajuste, los trabajadores y las clases populares de Grecia organizan esta semana la tercera Huelga General en un mes como contundente respuesta. ¿A qué esperan en España los sindicatos y las principales fuerzas de izquierdas para organizar una respuesta de este tipo? ¿Acaso creen que la oligarquía española, los poderes financieros internacionales y la gran banca alemana y francesa van a ser más “benevolentes” con los trabajadores españoles que con los griegos? ¿Qué camino proponen a la población española, el de Irlanda o el de Grecia?Porque este, en definitiva, es el centro del problema. Que ellos, los grandes oligarcas españoles y extranjeros, puedan avanzar o no en su objetivo depende de nosotros. Depende de que la clase obrera y el pueblo trabajador irrumpamos en la escena política, demos la batalla donde nuestros enemigos la han situado. Y esto requiere, además de claridad y conciencia de a quién y a qué nos enfrentamos, organizar nuestras propias filas, avanzar en nuestra organización como clase. Esta es la clave de todo.Del mismo modo que las grandes potencias, la oligarquía y los banqueros están organizados, muy organizados, para poder sostener el tinglado que les permite saquear a la mayoría de la población, los trabajadores debemos también organizarnos, en palabras de Marx en el Manifiesto Comunista, “como clase, que tanto vale decir como partido político”.Ellos están inmersos en una ofensiva que implica un ataque brutal a nuestras condiciones de vida. En nuestras manos está organizar la respuesta política y social que impida esta degradación. Pero tenemos que tomar conciencia al mismo tiempo que, al hacerlo, luchamos contra los efectos, pero no contra las causas de estos efectos. Que esta lucha puede llegar a detener el movimiento descendente al quieren conducirnos, pero no a cambiar su dirección. Que supone aplicar paliativos, pero no curar la enfermedad. Y que por tanto, será infructuosa y a la larga estéril si no va acompañada de un aumento en el grado de conciencia y un salto en el nivel de organización de nuestra clase y de nuestro pueblo, de cada uno de nosotros.