EL OBSERVATORIO

Solenoide

Esta extraordinaria novela del escritor rumano Mircea Cartarescu es, sin duda, una de las obras cumbres de la literatura actual

La historia de la literatura, como la orografía de la Tierra, está llena de accidentes singulares. Una curiosa coincidencia es que, al igual que en nuestro planeta solo existen una decena de picos montañosos de más de ocho mil metros, en la literatura mundial también hay una docena escasa de obras que son sus “ochomiles”: son textos como las obras de Homero, las tragedias de Esquilo, la Divina Comedia, las obras de Shakespeare y el Quijote… hasta llegar al Ulises de Joyce, En busca del tiempo perdido de Proust o las obras de Kafka, textos que no solo atesoran un talento literario y una riqueza artística excepcional, sino que, al igual que los Everest y compañía, requieren un esfuerzo, una dedicación, una pericia y un trabajo muy intensos y prolongados hasta lograr alcanzar la cima. Muchos de estos textos requieren casi toda una vida para ser leídos de verdad. Hay que volver una y otra vez sobre ellos, hasta vencer la dura resistencia que ofrecen al lector.

Solenoide, del escritor rumano Mircea Cartarescu, publicado en España por Impedimenta en 2017, casi con toda seguridad no es uno de esos ochomiles de los que acabamos de hablar, pero al menos estoy convencido de que, por seguir con el símil, estamos ante un verdadero “seis mil”, una altura ya de vértigo que en la literatura contemporánea alcanzan muy pocas obras.

En Solenoide no solo hay mucho talento y mucha verdad, no solo hay una soberana demostración de saber ascender a alturas (literarias) mareantes, sino que hay también un esfuerzo narrativo prolongado y tenaz, que exige al lector igualmente dedicación, esfuerzo, tenacidad, un trabajo de lectura y concentración muy exigente, para alcanzar la cumbre de sus densas y prodigiosas 800 páginas.

Todo lo dicho no pretende en absoluto disuadir al lector y mantenerlo a distancia del texto, al contrario, es un preludio sincero y necesario para que el potencial lector sepa realmente al banquete al que le invito, y no proteste después porque el libro le exigía un esfuerzo que no quería hacer. Para leer Solenoide hay que querer subir un seis mil, eso es todo.

Cartarescu (Bucarest, 1956), poeta, narrador y ensayista rumano, es doctor en la Cátedra de Literatura Rumana de la Facultad de Letras de la Universidad de Bucarest, y está considerado por la crítica como el más importante escritor rumano de la actualidad. Su novela Solenoide fue considerada en muchos medios como la mejor obra literaria del año 2017.

Su narrativa se rige por una peculiar simbiosis de un realismo preciso, minucioso y exhaustivo con una verdadera explosión de fantasías oníricas que invaden sin temor alguno los espacios de la más imaginativa literatura fantástica y aun la ciencia-ficción. La capacidad de Cartarescu de deslizarse, sin caerse, de uno a otro campo narrativo constituyen el mayor logro de un escritor que, a la manera de un Pynchon rumano, parece dispuesto a no despreciar ni un hilo de la realidad ni de la fantasía, siempre que ese hilo nos lleve hasta el ovillo que quiere desentrañar, y que es entender una realidad incomprensible y misteriosa, a la que, conforme nos acercamos más y más, ya sea con la inteligencia ya sea con el sueño, en vez de adquirir más precisión, se desdibuja y se pierde en un laberinto sin fin. En Solenoide, ese laberinto alcanza dimensiones verdaderamente cósmicas.

Solenoide narra la historia de un escritor fracasado, que malvive en la alucinante Rumanía de Ceaucescu como profesor de rumano de un instituto de la periferia de Bucarest, y que mientras reflexiona sobre su fracaso literario escribe esta obra absolutamente excepcional.

La descripción que Cartarescu hace de la vida en el instituto 86 es un prodigio que pasará a los anales literarios. La combinación de un realismo próximo al del Lazarillo, pero exhaustivo hasta el detalle más nimio, con una sorda carcajada de fondo, llena de ironía, melancolía y sarcasmo, hacen de la lectura de estas páginas, por donde desfilan alumnos y profesores, las aulas, la sala de profesores, el director, los padres de los alumnos… un mundo memorable… y un retrato implacable de la Rumanía bajo el delirio del titán-bufón-criminal que ideó una Patria feliz que era una cárcel cochambrosa y cruel. La mirada sobre ese mundo despiadado se complementa con la descripción de una Bucarest tétrica, la ciudad, dice el narrador, más horrible del mundo, una ciudad que ya era ruinas al nacer y de la que el tiempo y las guerras han hecho un escenario de pesadilla.

Pero las verdaderas pesadillas de este libro son las del propio narrador, que se desdobla para vivir experiencias, oníricas y no oníricas, que nos llevan a escenarios fantásticos, terroríficos y de una imaginación deslumbrante. Esos escenarios constituyen el “punto de fuga” que el narrador busca incesantemente en todo el libro para escapar de la monotonía de la vida aburrida y sin sentido del profesor-escritor frustrado en un colegio inmundo de una ciudad devastada, fría y gris hasta la médula. Abandona la casa de sus padres (el retrato familiar también es impagable, así como el de su solitaria infancia que lo convierten en un outsider), para vivir solo en una casa antigua con forma de barco, que está levantada sobre un enorme solenoide magnético. La casa no es solo una casa, como el hospital no es solo un hospital, ni la vieja fábrica solo una fábrica abandonada, sino puertas de entrada a los laberintos que constituyen el envés fabuloso de esta historia, y que dan lugar a descripciones e historias completamente delirantes.

En el intersticio de ambos mundos, el narrador aún tiene tiempo de inmiscuirse en otras historias, como la que reúne una novela de la escritora Ethel Voynich (que le cautivó de niño), los libros de matemáticas del padre de esta, el célebre inventor de la lógica simbólica, George Boole, y las teorías físicas de su cuñado, Charles H. Hinton, sobre la cuarta dimensión, así como experimentos forenses sobre la otra vida, interpretaciones de los sueños, manuscritos misteriosos… todo ello formando parte integrante del todo del libro, ya que lo que ahí se dilucida siempre son los posibles puntos de fuga de la realidad cuadriculada y limitante en la que el narrador se ve preso.

“Somos como hombres dibujados en una hoja, en el interior de un cuadrado, dice el narrador. No podemos traspasar las líneas negras y nos ahogamos y nos agotamos rebuscando, decenas, cientos de veces, cada esquinita del cuadrado para dar con una fisura. Hasta que uno de nosotros comprende… que no puede escapar del plano de la hoja. Que la salida, amplia y sencilla, es perpendicular a la hoja, en la hasta entonces inconcebible tercera dimensión. Así que, para sorpresa de los que se quedan entre las cuatro líneas de tinta china, el elegido rompe de repente la crisálida, extiende unas alas enormes y se eleva suavemente, arrojando su sombra, desde arriba, a su antiguo mundo”.

Leer Solenoide será toda una experiencia para todos aquellos que estén dispuestos a subir la senda gozosa de este seis mil, pletórico de escenas increíbles y de panorámicas sobrecogedoras. La cumbre está llena de oxígeno.

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