A dos semanas del “gran apagón” persisten las incógnitas, pero ya tenemos algunas certezas que nos permiten empezar a señalar a los responsables y establecer medidas para que no vuelva a suceder.
Se ha demostrado que la principal vulnerabilidad, en un sector básico como es la energía, no está en la posibilidad de un ciberataque, sino en el dominio que ejercen grandes monopolios eléctricos, y en que la llave de la energía en España esté en manos extranjeras.
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Los hechos
Aunque el suministro se restableció con rapidez, durante horas sufrimos la ausencia de electricidad y la incomunicación por la caída de móviles e internet.
Tardaremos en saber las causas exactas del apagón. Hay varias investigaciones en marcha, en España, Portugal y por parte de la UE. Y será necesario rastrear en una marea de 750 millones de datos.
Pero ya está localizado el origen. Toda la red eléctrica española, y portuguesa, está interconectada. Y su estabilidad se basa en hacer coincidir en cada momento la producción de electricidad con la demanda.
El lunes 28 de octubre se produjeron varios hechos que desbarataron todo el sistema. Unos 19 segundos antes del apagón se registró una bajada de tensión en Andalucía. Y casi inmediatamente, durante 5 fatídicos segundos, dos incidentes en Extremadura paralizaron otras instalaciones energéticas.
Este desajuste (al no coincidir la producción con la demanda) fue la chispa que provocó el incendio. Una marea que hizo “evaporarse” el 60% de la energía, provocando el “cero energético”.
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Monopolios eléctricos…

Algunos han señalado a las renovables como responsables del apagón. Son fuentes inestables, nos dicen, y necesitan el aporte de energías “más estables”, como la nuclear. No es verdad.
Detrás del “gran apagón” está el dominio monopolista sobre la energía. Cuatro gigantes (Iberdrola, Endesa, Naturgy y Repsol) controlan el 84% del suministro de electricidad.
La electricidad es un gigantesco negocio, y una palanca de poder. Es un bien no básico sino indispensable. La producción, y el día a día de todos nosotros, depende de la electricidad. No podemos prescindir de este servicio. Controlarlo es una gigantesca fuente de beneficios: 11.000 millones de ganancias netas en 2024 por parte de las cuatro grandes eléctricas.
Detrás del apagón está el dominio de las eléctricas y el capital extranjero sobre la energía
Por eso desde principios del siglo XX, la electricidad es uno de los sectores donde se concentra la oligarquía española.
Este dominio monopolista sobre la electricidad explica el “gran apagón”. Varios expertos lo denuncian.
Fernando Valladares, científico del CSIC, desvela cómo “las eléctricas no están dispuestas a asumir el coste para hacer más seguras las energías renovables (…) Las empresas del sector quieren beneficios y la sociedad lo que quiere es seguridad, pero la seguridad tiene un coste que las empresas no quieren pagar”.
Y otro experto del CSIC, Antonio Turiel, denuncia que el apagón se extendió a causa de “una irresponsabilidad criminal por parte de las grandes compañías”.
¿A través de qué mecanismos actuaron los monopolios eléctricos?
1.- Las renovables son intermitentes, pues dependen de que haya sol o viento. Pero hay mecanismos para estabilizarlas. Desde la instalación de baterías a sistemas de almacenamiento de energía.
El problema es que cuestan mucho dinero. Y las eléctricas, que han tomado el control de las renovables, se han negado a detraer de sus beneficios el dinero necesario para invertir en seguridad.
2.- Y hay un segundo mecanismo para evitar apagones. Mantener las centrales de gas en “parada caliente”, de forma que puedan incorporar rápidamente energía al sistema para compensar la bajada en las renovables. Pero eso no se produjo… porque también cuesta dinero, y las eléctricas no quieren asumirlo. En el momento del apagón el coste de la electricidad era cero o negativo. No otorgaba beneficios a las eléctricas mantener en funcionamiento las centrales de gas, o las nucleares. Y no lo hicieron.
Para garantizar que no haya más apagones hay que limitar el poder de las eléctricas
En un sistema energético con mecanismos de control público se pueden corregir estos desajustes. Obligando a las eléctricas a invertir en seguridad, o a mantener centrales de gas en “parada caliente”. Esto sucede en muchos países europeos, y en otros como México. Pero no en España, donde las grandes eléctricas hacen y deshacen sin ningún límite.
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… y fondos norteamericanos
Las grandes eléctricas son aparentemente “españolas” pero en realidad son sobre todo norteamericanas.
Hace veinte años, el capital extranjero controlaba el 15% del sector eléctrico español. Hoy, ese porcentaje se ha multiplicado por cuatro, y supera el 60%.
En 1998 la primera eléctrica, Endesa, era pública. Hoy está controlada por Enel, un monopolio público… italiano. En 2008 el 28% de las acciones de Iberdrola estaba en manos del capital extranjero, hoy dominan el 70%. Lo mismo sucede en Naturgy o Repsol.
A la cabeza están grandes fondos norteamericanos. Que dominan también el operador, supuestamente público, que controla las redes de la luz, Red Eléctrica. El Estado controla solo el 20% de las acciones. El 80% está en manos privadas… con grandes fondos de la superpotencia como BlackRock entre sus principales accionistas. Red Eléctrica -que debería garantizar la seguridad del sistema- tiene limitadas sus inversiones para poder repartir más dividendos entre sus accionistas, los grandes fondos.
En España se nos ha impuesto una “anomalía”. Según la OCDE el 61% de la electricidad mundial la proporcionan empresas públicas. Y en once países de la UE, entre ellos Francia y Alemania, las principales eléctricas son públicas. Nada de eso sucede en España. Se nos impuso una privatización total del sistema eléctrico para que la oligarquía tuviera manos libres y el capital extranjero las puertas abiertas.
Las eléctricas, dominadas por fondos norteamericanos, han antepuesto sus beneficios a la seguridad. Son responsables del “gran apagón”.
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Los ciudadanos, lo primero
Ante el apagón hemos visto dos reacciones de naturaleza antagónica.
Por un lado, una sociedad que ha antepuesto la solidaridad y el civismo, con una conducta que no podemos calificar sino de ejemplar. Incluyendo a los trabajadores públicos que han mantenido en las condiciones más difíciles servicios básicos como sanidad y educación, o que han hecho posible restablecer el suministro relativamente en poco tiempo.

Por otro lado, unas instituciones del Estado cuya actividad ha dejado mucho que desear. En momentos críticos, y este lo era, se debe atender a quien tiene problemas -como los miles de personas retenidos en trenes parados- o a los sectores más vulnerables. Esa movilización, por parte del Estado, no se produjo durante el “gran apagón”.
Ahora los sectores más reaccionarios pretenden aprovechar la situación para sembrar una sensación de “caos”. Hurgando en la sensación de vulnerabilidad -lógica ante un apagón que afectó durante horas a servicios básicos- para sembrar división y enfrentamiento.
Sabemos que contamos con el pueblo, con su energía y solidaridad, como se ha vuelto a demostrar. Pero en una situación de crisis, hay que exigir que se pongan en primer plano las necesidades de la gente.
Se debe conocer la verdad sobre lo que ha sucedido y quiénes son los responsables. Una investigación a fondo, que requiere tiempo, no puede ocultar las certezas que ya sabemos, y que apuntan a la responsabilidad de los grandes monopolios eléctricos, dominados por grandes fondos norteamericanos.