Sin noticias de la madre patria

Por evidentes razones históricas, culturales y lingüí­sticas, España es el «puente natural» entre Europa y América Latina. Nuestro paí­s está en una ventaja inmejorable para convertirse en el socio comercial, polí­tico y diplomático preferente de los paí­ses hispanoamericanos. Sin embargo, la subordinación de España a los proyectos del hegemonismo norteamericano está sumiendo a la diplomacia española en una parálisis que está siendo aprovechada rápidamente por paí­ses como Francia o Italia para adelantar posiciones. El establecimiento de «relaciones privilegiadas» entre La Habana y Parí­s o el gira de Matteo Renzi y Hollande por la Argentina de Macri y otros paí­ses latinoamericanos es un contundente ejemplo de ello.

Chasco tropical de la diplomacia española en La HabanaHace varios meses que se consumó el “deshielo” de relaciones entre EEUU y Cuba con el anuncio bilateral del restablecimiento de relaciones diplomáticas normalizadas, aunque aún queda por levantar el bloqueo económico que sufre la isla desde los 60. Desde julio, lo normal hubiera sido que la diplomacia española -una vez levantado el veto imperial de Washington- hubiera desplegado una intensa actividad para reestablecer relaciones óptimas entre La Habana y Madrid, junto al desembarco en la isla de las grandes empresas del IBEX35, dispuestas a hacer lucrativos negocios y aprovechar las grandes oportunidades de un país que busca unos 8.000 millones de dólares de inversión extranjera para relanzar su economía. «Una política exterior más dispuesta a convertirse en mamporrero de Washington que en aprovechar la ventaja natural de los lazos históricos y culturales con Hispanoamérica»

Pero no hay mojitos, sino agua con sifón. El ministro de Industria, José Manuel Soria, viajó el pasado julio al país caribeño con una delegación de 75 empresarios, pero sin resultados reseñables. Un año antes de Soria, en noviembre del 2014, el viaje del ministro de exteriores García- Margallo a La Habana se saldó con una chaparrón tropical.

Ni siquiera consiguió que lo recibiera Raúl Castro. El gobierno de Rajoy rehusó incluso el ofrecimiento del rey Juan Carlos I para acudir en visita privada a la isla. No se trata de la “defensa de los derechos humanos”, asuntos que la diplomacia española obvia cuando se trata de hacer negocios con Marruecos o Arabia Saudí. Tampoco es totalmente achacable a la cerrazón ideológica de la retórica anticomunista o antibolivariana del PP. Es el resultado de una política exterior española para Latinoamerica más dispuesta a convertirse en mamporrero y en gendarme de Washington contra los países del frente antihegemonista -Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador…- que en aprovechar la ventaja de los lazos históricos y culturales para desarrollar una relación comercial, económica y diplomática basada en el mutuo beneficio.

La visita de Margallo estuvo empañada por las contínuas alusiones a la defensa de los exiliados cubanos -algo considerado como una intolerable injerencia externa por el gobierno castrista- y la utlización de Venezuela como arma arrojadiza en la política española es un tema tan recurrente como torticero.

Otras instituciones del Estado -como la Casa Real- y “think thank” oligárquicos insisten en la necesidad de relanzar las relaciones con Cuba, el país latinoamericano que conserva una relación más familiar con España. A pesar de las gélidas relaciones entre sus gobiernos, España está más presente que nunca en Cuba. Los españoles residentes en la isla superan los 120.000 y se espera que lleguen a los 400.000, merced a una Ley de Memoria Histórica cubana que reconoce la nacionalidad a los descendientes de exiliados y emigrantes. Cuba es el tercer país del mundo con más españoles, la “provincia española número 38” por población. Y la posición de las empresas españolas en la isla -aunque pierde fuelle- es todavía líder: el 43% de todas las exportaciones europeas a Cuba proceden de España.

Las potencialidades están ahí y son enormes, a la espera de que algún gobierno de la Moncloa quiera desarrollarlas e impulsarlas, como empezó a hacer Suárez en los 80 antes de que los planes de Washington lo obligaran a dimitir.

El desembarco de París y Roma en América LatinaQuien sí se ha dado prisa en aprovechar el deshielo de las relaciones cubano-norteamericanas es el Eliseo. La visita de Estado del presidente cubano Raúl Castro al país galo marca una nueva etapa en las relaciones económicas y diplomáticas entre los dos países, hasta ahora no demasiado intensas, pero que parecen dispuestas a dar un salto cualitativo.

Hollande y Castro han firmado varios acuerdos económicos y de cooperación que darán continuidad a los ya alcanzados tras la visita del presidente francés a la isla en mayo. París ha decidido condonar a la isla 8.500 millones de dólares en intereses que Cuba adeuda a los países occidentales, con Francia como principal acreedor. Ambos gobiernos han acordado transformar parte de esa deuda en financiación de proyectos de desarrollo. Francia consigue entrar con fuerza en el mercado cubano, y Cuba logra una importante fuente de financiación exterior.

La diplomacia y las relaciones comerciales van de la mano, y a los nuevos lazos económicos entre Francia y Cuba se suman las promesas del Eliseo de convertirse en valedor de las exigencias de la isla de derribar definitivamente el bloqueo estadounidense. «Cuba se está abriendo al mundo y hay que apoyarla. Queremos que Cuba pueda participar plenamente en la comunidad internacional y Francia va a tratar de remover todos los obstáculos que lo impiden», ha insistido Hollande.

El presidente francés ha sido el primero de los veintiocho en aprovechar el fin del bloqueo, pero Italia le ha ido a la zaga: no en vano es -tras España- el segundo exportador a la isla. Matteo Renzi también recibió en mayo a Raúl Castro en Roma y luego viajó a La Habana con una nutrida delegación de empresarios. También Alemania ha movido ficha y tras la visita de su ministro de economía, ha abierto una oficina comercial en la isla.

Cuba es un país que tras décadas de bloqueo, está sediento de la inversión extranjera, aunque el gobierno de Castro mantiene celosamente la soberanía nacional y escoge a sus socios económicos. Pero hay otro destino goloso para los capitales europeos: Argentina. Tras el triunfo electoral del neoliberal y proyanqui Mauricio Macri, el nuevo gobierno se dispone a derribar todas las barreras que los Kirchner levantaron para impedir que los grandes capitales extranjeros se adueñaran de las fuentes de la riqueza nacional.

La cercanía ideológica -incluso la amistad personal- de Mauricio Macri con Rajoy podría brindarle una ventaja inversora a los bancos y monopolios del IBEX35, pero aunque Margallo se reunió con Macri en Buenos Aires a finales de noviembre, cuando ya era presidente electo pero no había tomado posesión, la incertidumbre política que condena al PP a tener un gobierno en funciones ha sumido a la diplomacia española en una fatal parálisis de la que -de nuevo- Italia y Francia se han aprestado a sacar ventaja. Tampoco la Casa Real -con toda su atención puesta en atender a las negociaciones para la formación de un nuevo gobierno tras el 20D- parece estar dispuesta a encabezar una delegación diplomático-comercial que le tome la delantera a sus socios y competidores europeos.

En este caso Matteo Renzi ha sido el más espabilado, y visitará Argentina el día 15 de febrero. Sólo diez días después le seguirá Hollande, en una gira que le llevará también por Perú y Uruguay. El nuevo gobierno argentino está ofreciendo sus principales arterias económicas a los capitales extranjeros, y la situación de subordinación e inestabilidad de España -provocada por la ejecución del proyecto hegemonista de saqueo e intervención- le va a costar cara a la oligarquía del IBEX35. Ya hay otros vampiros abalanzándose sobre la yugular rioplatense.

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