“Cerrar los ojos”, de Víctor Erice

Siempre el misterio

Cerrar los ojos para poder ver, para adoptar la mirada que puede conectar con el misterio, donde está aquello realmente esencial.

Volver a contemplar en una sala de cine una nueva película de Víctor Erice es una experiencia, visual pero sobre todo emocional, que nadie debería perderse. Hemos debido esperar tres décadas. Erice ha continuado haciendo cine, pero lejos de los circuitos comerciales. Las razones de la exclusión de uno de los mayores talentos de nuestro cine nos la proporciona el propio director vasco: “que una película americana cope 400 salas es una forma de invasión”.

“Cerrar los ojos” es igual pero también diferente de las películas de Erice que todos tenemos grabadas. En “El espíritu de la colmena” era la mirada infantil la que atrapaba el mundo, ahora es la de un anciano que ya ha vivido.

Erice pone muy pronto las cartas sobre la mesa. En los primeros fotogramas nos encontramos con la figura del Jano bifronte, la imagen clásica de un desdoblamiento que no está fuera sino dentro de todos nosotros. Pertenecen a una película inacabada, que se proyecta dentro de la película. En ella un millonario judío busca recuperar por última vez la mirada de una hija perdida. El cine como búsqueda de lo esencial, que acabará inundando la realidad, trastornándola, y en cierta manera redimiéndonos.

El hilo que mueve la historia es la búsqueda de algo que parecía irremediablemente perdido, una ruptura traumática aparentemente enterrada pero que se niega a cerrarse y reaparece tozudamente, reabriéndose en canal, provocando una marejada que lo sacude todo cuando se había alcanzado la calma del olvido.

Y buscador y buscado se separan, pero también se mezclan. El director huido tras haber rodado solo dos películas que busca a su actor fetiche, desaparecido sin dejar rastro.

“El cine es una aventura, y en una aventura no hay seguridad posible” (Víctor Erice)

Ambos son antagónicos, uno sobrio y calmado, el otro un vividor siempre al límite, uno conserva la conciencia, el otro la ha perdido, uno está pero en los márgenes, el otro ha desaparecido… Pero en repetidas ocasiones Erice nos los presenta juntos, resaltando su parecido, y gritándonos que en realidad son la misma persona.

Solo entonces la búsqueda adquiere sentido y la historia se abre, ofreciéndonos sus abismos y misterios. Ambos se enfrentan al mismo conflicto por dos vías antagónicas: uno soporta una memoria que duele pero le proporciona identidad, otro sufre o disfruta del olvido total, que borra la memoria y la conciencia.

Y esa dicotomía no está fuera de nosotros. La tensión entre memoria y olvido, la fuerza de la identidad y el deseo de desaparecer, el impulso de vida y el de destrucción… es algo íntimo, que Erice, como siempre en su cine, mira de frente.

A través de un lenguaje cinematográfico donde los planos “respiran”, continuos, sin cortes abruptos, dejando al espectador la posibilidad de reelaborarlos, de dirigir la mirada. Y con escenas que son momentos de verdad filmada, como la canción de Rio Bravo -que todos los amantes del western clásico recordamos- en una playa del Sur, la imagen del director y el actor, sin palabras, frente al mar, o ese momento donde una música al piano actúa como detonante y unas miradas que apenas duran un segundo nos muestran que ha conseguido removerlo todo.

Erice mira de frente los abismos que esconden, en cada uno de nosotros, la memoria y la identidad

Y siempre el cine, como necesario revulsivo. Erice defiende un cine que busca captar momentos de verdad, y que es una puerta abierta a los misterios. Por eso exige una sala de cine, allí es donde se crea la atmósfera necesaria para la magia, y en la que participamos de un acto colectivo.

En “Cerrar los ojos” la ficción, el cine, no es pasivo, desencadena los hechos, se mezcla con la realidad y al hacerlo la pone patas abajo.

Y en una enorme escena final descubrimos que el cine, un tipo de cine, también puede sanar, llegando hasta donde la razón no alcanza.

Una película que no concluye cuando termina. Sigue en tu cabeza, preguntándote, removiéndose en la memoria.

“Cerrar los ojos” es el último regalo que nos hace Erice. Disfrútenlo, en una sala, el lugar donde el cine es verdaderamente cine.

Filmografía de Víctor Erice

  • Los desafíos (1969). Junto a Claudio Guerín y José Luis Egea.
  • El espíritu de la colmena (1973)
  • El Sur (1983)
  • El sol del membrillo (1992)
  • Preguntas al atardecer (1995). Cortometraje.
  • Alumbramiento (2002). Cortometraje
  • La morte rouge (2006). Mediometraje
  • Correspondencias (20052007). Diez videocartas con el director iraní Abbas Kiarostami.
  • Memoria y sueño (2005 – en curso). Documental sobre las películas que más han influido en su vida.
  • Ana, tres minutos (2011). Cortometraje.
  • Cristales rotos (2012). Mediometraje.
  • Plegaria (2018). Cortometraje.
  • Piedra y cielo (2019). Sobre el escultor Jorge Oteiza.
  • Cerrar los ojos (2023)

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