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Segunda lectura del resultado catalán

Sería divertido -sino fuera triste- que tras el batacazo de CiU sólo el director del CEO (Centre d´Estudis d´Opinió de la Generalitat), el que vaticinó la mayoría absoluta de CiU y unos resultados de ERC y PSC muy inferiores a los reales, haya puesto su cargo a disposición. Parece que Convergència es un partido auténticamente español, porque nadie se hace responsable -empezando por el principal protagonista- de un error mayúsculo que puede haber dinamitado la carrera política de Artur Mas.

Vayamos a lo serio. El error de Mas es grave porque sólo el exceso de confianza -rayano en la prepotencia- le podía aconsejar adelantar las elecciones (le quedaban dos años). Y la consecuencia ha sido una fuerte bajada de CiU y un alza paralela de ERC. Ahora tiene ante sí una difícil legislatura, empezando por una muy complicada aprobación de los presupuestos de 2013. Con el PP, imposible, salvo rectificación pública. Con el PSC, muy complicado, porque los socialistas deben lamer sus heridas. Además, Mas ya les dejó en la estacada en 2010 tras firmar un pacto escrito -incumplido- que facilitó la investidura. Y tienen poco que ganar ayudando a un presidente disminuido que tendrá que aplicar serios recortes y que les ha ninguneado. Con ERC sí es posible, pero el precio a pagar será alto y puede conducirle a acabar como Pasqual Maragall o José Montilla, que cavaron su tumba pactando con un partido que -pese a la opinión del líder de turno- tiende al maximalismo.

En el deslinde entre el campo independentista y el que no quiere romper con España -donde muchos analistas decían que se jugaban las elecciones- no ha pasado absolutamente nada. El bloque independentista (que hoy es menos bloque) tiene un diputado más si incluimos en él -cosa muy discutible- a ICV. Si no la incluimos, dicho bloque pierde dos diputados. O sea, todo igual.

La lectura es compleja. Los independentistas (CiU y ERC) arguyen que tienen mayoría absoluta sin necesidad de las CUP, pero no es un resultado brillante en un momento de fuerte movilización nacionalista tras la gran manifestación del 11 de setiembre. E incluso sumando ICV no llegan a los dos tercios del Parlament, ya que tienen ahora el 64,4% frente al 63,7% de la pasada legislatura. Sin embargo, los no independentistas (PSC, PP y Ciutadans) tampoco pueden estar satisfechos, pues, en contra de lo que siempre se había pensado, una sensible subida de la participación (11%) no ha hecho bajar el porcentaje de voto nacionalista en las autonómicas.

Quizás la gran conclusión de las elecciones catalanas es que confirman la tendencia a la erosión -por la crisis económica y el carácter cerrado de la clase política (los diputados son elegidos en listas y no tienen que patearse una circunscripción como en la mayoría de las grandes democracias)- de los partidos de gobierno tradicionales. Los dos grandes partidos catalanes son CiU y el PSC. Y los dos salen trasquilados. CiU pierde doce diputados y 90.000 votos (pese al aumento de la participación). Y el PSC pierde ocho diputados y 52.000 votos sobre el ya triste resultado de 2010 (28 diputados). Y podría haber sido peor sin la solidaridad con Pere Navarro de los alcaldes metropolitanos que han movilizado el cinturón.

Por el contrario, suben los partidos que encarnan la protesta. En el bloque nacionalista, ERC es la gran beneficiaria porque dobla su grupo parlamentario (gana 11 diputados, llegando a 21) y nada menos que 277.000 votos más de los que tuvo en el 2010. Y las radicales CUP recuperan tres diputados de los cuatro que pierde Solidaridad, más cercana a CDC y que desaparece del Parlament. En el bloque no independentista sube con fuerza Ciutadans, que pasa de tres a nueve diputados y que recoge 168.000 votos nuevos, más también de los que tuvo en el 2010. El partido de Rivera es el que tuvo el domingo una mayor subida proporcional y capta voto proveniente tanto del PP como del PSC y de electores no independentistas de CiU. Finalmente, sube ICV (tres diputados y 128.000 votos) por su continua protesta contra los recortes sociales.

La conclusión es que bajan los partidos de gobierno y suben los de protesta. Pero hay una excepción, el PP, que es el partido que manda en Madrid con mayoría absoluta y que ya gobernó ocho años con Aznar. El PPC ha logrado 84.000 votos y un diputado más (curiosamente en la independentista Girona). Y aunque baja de la tercera a la cuarta posición, es su mejor resultado en unas autonómicas. Hay varias razones. La primera es la incansable campaña -además con gran profusión de medios- que ha realizado Alicia Sánchez Camacho. La segunda es que la candidata del PPC, avasalladora, ha conseguido encarnar la reacción al independentismo. La tercera, que el PPC no ha gobernado nunca Catalunya y tiene todavía (con la excepción de Badalona y Castelldefelds) poco poder en los ayuntamientos.

Quizás la clave de las elecciones catalanas -grave error de Artur Mas aparte-, está más en la subida de los partidos de protesta con poco poder (nulo en el caso de Ciutadans) y en la fuerte erosión de los grandes partidos de gobierno. Mariano Rajoy debe tomar nota, porque en las próximas elecciones españolas no podrá hacer de Alicia Sánchez Camacho.

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