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¿Se arriesga el sur de Europa a ser otra Argentina?

El desempleo en España es de 27%. Los jóvenes se están yendo de Portugal e Irlanda. Uno de cada cuatro griegos dice que no tiene suficiente para comer.

Sin embargo, a pesar de las condiciones típicas de una depresión, Europa no cuenta con un plan de emergencia para reanimar el empleo. Bajo la receta alemana para salir de la crisis del euro, los miembros de los alicaídos países del sur de Europa deben continuar reduciendo su gasto público y rebajando sus sueldos hasta que vuelvan a ser competitivos. A la velocidad actual, podrían demorarse más de una década en completar el proceso, según estudios de Goldman Sachs.

Las penurias que padecen plantean una pregunta: ¿Existe un punto de quiebre en que los europeos digan «¡basta!»?

Sin lugar a dudas, los europeos han protestado por las medidas de austeridad. Pero a pesar de algunos sustos, ningún país ha abandonado el bloque económico. El apoyo a permanecer dentro de la zona euro sigue siendo alto. Más de 60% de los españoles, griegos, italianos y franceses quieren conservar el euro, según una encuesta publicada este mes por el Pew Research Center.

Los detractores del euro que preveían que Grecia saliera arrastrada del bloque parecen haber subestimado la voluntad de los europeos para soportar años de adversidad en lugar de jugársela con una salida. Pero las autoridades europeas que subrayan la estabilidad del sentimiento a favor del euro podrían estar cometiendo el error opuesto.

La paciencia de los europeos es grande, pero definitivamente tiene un límite. Cuando la gente sienta que no hay luz al final del túnel, «probablemente se empezará a ver un debate más abierto sobre los costos y beneficios de permanecer dentro de la moneda única», dijo Simon Tilford, economista jefe del Centro para la Reforma Europea, un centro de investigación en Londres.

Eso ya ha pasado antes. Al igual que los países que se incorporaron a la zona euro, Argentina renunció en los años 90 al control sobre su propia moneda, fijándola 1-a-1 con el dólar. Eso frenó la hiperinflación, pero también dio lugar a un exceso de deuda en dólares que hizo subir los salarios y los costos para las empresas. Igual que el sur de Europa hoy, Argentina perdió notablemente su competitividad y el peso no podía caer para incrementar el atractivo de sus bienes en el extranjero.

En aquel entonces, se pensaba que los argentinos aguantarían cualquier cosa con tal de poder seguir utilizando el dólar, debido a lo golpeados que estaban tras décadas de caos político y económico, que incluyeron períodos de inflación de cuatro dígitos.

«La devaluación no es una opción en Argentina», dijo un economista del Banco Mundial en aquel entonces. «Con un nivel tan alto de dolarización, una devaluación sería demasiado costosa».

Técnicamente, Argentina contaba con su propia moneda a la que volver, pero abandonar la paridad con el dólar era visto como un proyecto imposible debido a que la mayoría de las deudas y contratos empresariales estaban en dólares. Después de tres años de recesión, parece que los argentinos decidieron en masa que lo siguiente que se les viniera encima no podría ser peor que la depresión interminable necesaria para que sus pesos pudieran seguir siendo intercambiables por dólares.

Una húmeda noche en diciembre de 2001, la clase media tomó las calles de Buenos Aires en una explosión de furia. Los disturbios arrasaron el país y expulsaron al gobierno del poder. Argentina se declaró en cesación de pagos poco después y abandonó la paridad del peso y el dólar.

¿Cuán similar es la situación del sur de Europa hoy en día? La economía argentina se había contraído en torno a 8% en los tres años previos al levantamiento. Para fines de este año, Italia y Portugal se habrán encogido aproximadamente 8% desde su máximo; España alrededor de 6% y Grecia más de 23%, según el Fondo Monetario Internacional.

Las autoridades que se consuelan con la aparente popularidad del euro deberían tener en cuenta que los argentinos también apoyaron ampliamente la paridad del peso y el dólar. En una encuesta publicada en diciembre de 2001, el mismo mes en que los argentinos se alzaron en protesta, apenas 14% dijo que el régimen de divisas tendría que eliminarse; 62% quería conservarlo. Es prácticamente la misma proporción de españoles y griegos que quieren seguir con el euro.

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