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Rajoy cambia de tono ante las europeas

MARIANO RAJOY cerró la Convención del PP en Valladolid con un discurso optimista, repleto de promesas de un futuro mejor y con una serie de mensajes reformistas para conectar con su electorado y devolverle la ilusión tras dos años en los que el Gobierno ha tenido que realizar duros ajustes.

El presidente subrayó que el país estaba «al borde de la quiebra» en 2011 y que el Gobierno se vio obligado a imponer sacrificios a los españoles para salir de «una situación insostenible». Pero ello ha valido la pena y España ha logrado pasar de «la resignación a la esperanza» tras alejar el fantasma de la intervención.

Rajoy realizó durísimos reproches a Rubalcaba, al que pidió que se calle. Recordó que era el vicepresidente de un Gobierno que «llevó a la ruina a España» y «el causante de los sinsabores que hemos tenido que soportar». Es cierto, pero resulta un error seguir mirando al pasado para justificar las dificultades del presente. El tono de Rajoy preludia la cercanía de una campaña electoral en la que necesita que el partido cierre filas y se movilice para obtener unos mejores resultados que el PSOE.

El presidente puede presumir de que hay signos de recuperación de la economía y de que seguramente lo peor queda atrás, pero, como él mismo reconoció, lo esencial no es la mejora de los indicadores sino la creación de empleo. Esta debe ser la prioridad de la política del Ejecutivo en unos momentos en los que el paro supera el 26% de la población activa.

Y ese debe ser el objetivo fundamental de la reforma fiscal: bajar los impuestos para incentivar el consumo y la inversión, los dos motores de creación de puestos de trabajo. Cuando ello se consiga, Rajoy podrá decir con fundamento que «España se va a llevar la crisis por delante».

Aunque buena parte de su discurso se centró en la economía, Rajoy también aludió a la política antiterrorista en un intento de sellar la fractura abierta por Vox y quienes critican al Gobierno por su frialdad con las víctimas. Señaló que «la victoria de la democracia, la disolución incondicional de ETA y la derrota definitiva del terrorismo son el único final aceptable». Así debería ser. Pero esas palabras suponen el reconocimiento de que la banda todavía no está vencida y que el único final aceptable es la entrega de las armas y su desaparición definitiva sin condición alguna.

Ello conlleva la firmeza en la política penitenciaria, la cercanía y la atención a las víctimas y el rechazo a cualquier concesión política a la izquierda abertzale, que ha elaborado una hoja de ruta en la que asume los mismos objetivos que ETA. Son tres líneas rojas que el Gobierno jamás debería cruzar.

La última parte de la intervención de Rajoy estuvo dirigida a los militantes del partido, a los que llamó a la unidad a la vez que pedía respaldo para sus políticas tras reconocer «reveses y dificultades» que han dañado su credibilidad.Veremos si el presidente es capaz de acometer la agenda reformista que enunció ayer y si logra devolver la ilusión a unas bases desconcertadas por un Gobierno que se está precipitando al dar por terminada una crisis que todavía puede dar desagradables coletazos.

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