Por favor, no se me confundan de enemigo

«Es el caso de una extendida actitud hacia los funcionarios, tomados como objeto de todo tipo de diatribas precisamente por aquellos que más los necesitan y más recurren a sus servicios. Análogo desenfoque parece estar sucediendo con los sindicatos, enemigos de clase tradicionales de la patronal, que ahora tienden a verse denostados desde los mismos sectores populares. No seré yo quien haga un elogio desatado de las organizaciones sindicales, ni quien obvie que en ellas pueden darse casos de burocratismo»

Sin duda, ese cambio de banderas al que me refería al emezar el artículo tiene que ver con el deterioro, cuando no el abandono, de las propias. En definitiva, quizá, como le hacía decir El Roto al personaje de una de sus impagables viñetas, ya no haya derecha e izquierda, pero de lo que no hay la menor duda es de que continúa habiendo arriba y abajo. De ahí la súplica que daba título al presente artículo: por favor, no se me confundan de enemigo. (EL PAÍS) LA VANGUARDIA.- Me acuerdo del año 2005, cuando Maragall, dirigiéndose a Artur Mas, soltó inopinadamente en el hemiciclo del Parlament de Catalunya aquel famoso: "Su problema se llama 3%". Y Mas le respondió algo así como: "Si ustedes quieren que sigamos colaborando –en aprobar el nuevo Estatut, claro– retire estas palabras". Y Maragall las retiró. Todos entendimos el significado de aquel enigmático 3% pero nos quedamos con las ganas de saber más, de llegar al fondo. Hasta hoy todo se ha cubierto de un espeso silencio. Según los datos en poder del juez, las comisiones percibidas en el actual asunto son ahora del 4%. Todo sube. Esperemos que la exaltación patriótica que está produciendo la sentencia del TC no impida que otra vez –siempre este dichoso Estatut de por medio– nos quedemos de nuevo con la duda de si ahora estamos en el 3, el 4 o vaya usted a saber qué tanto por ciento EL CONFIDENCIAL.- Alemania está forzando el fin de esta UE con el “visto bueno” de EEUU. Cuanto más débil esté el euro, mejor para Alemania (por su modelo exportador), mejor para EEUU (huida hacia el “safe haven” [refugio seguro] de su deuda) y peor para China (UE es su mayor socio exterior) y España (ataques del mercado). Se fuerza la situación en España hasta la suspensión de pagos garantizando que las entidades alemanas cobraran su deuda. ¿El futuro? Una nueva UE que mire hacia el Este con Alemania en el centro. Un “nuevo” euro (Rentenmark) y vuelta a monedas locales vinculadas al euro. Si en el proceso de parar a China y de crear gobiernos supranacionales, España, Grecia o Portugal tienen que terminar con sus economías destrozadas, pues que así sea. Estamos ante el fin de una Era, la del Estado de Bienestar y de la independencia de los países, y no nos hemos enterado. Bienvenidos al siglo XXI donde casi nada será igual Opinión. El País Por favor, no se me confundan de enemigo Manuel Cruz Supongo que debe haber sido mi sufrida condición de funcionario la que me ha hecho particularmente sensible a un cierto tipo de comentarios. En todo caso, bienvenido sea el detonante si sirve para pensar en asuntos que a todos conciernen. Uno de ellos, particularmente importante a mi juicio, es la generalización de determinados tópicos en sectores que en principio deberían sentirse muy alejados de ellos. Con otras palabras: tengo la sensación de que sectores populares parecen hacer suyas banderas que no les corresponderían, interiorizando reivindicaciones y críticas propias de otros sectores. Es el caso, por el que empezaba este artículo, de una extendida actitud hacia los funcionarios, tomados como objeto de todo tipo de diatribas precisamente por aquellos que más los necesitan y más recurren a sus servicios. Como acertadamente recordaba Santos Juliá hace algunas semanas en estas mismas páginas, casi la mitad de los funcionarios de este país desarrollan su actividad en los diferentes niveles del sistema educativo, de infantil a universitario, y en las instituciones sanitarias del Sistema Nacional de Salud, estando otro contingente muy importante formado por militares, policías y guardias civiles, o sea, personal de las Fuerzas Armadas y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a los que es preciso añadir el personal adscrito a la Administración de Justicia y a los centros penitenciarios y las policías locales y autonómicas. En definitiva, un personal absolutamente necesario para el funcionamiento de cualquier sociedad y que en ningún caso se identifica con la malintencionada imagen del oficinista ocioso y absentista que, cuando por fin acude a su puesto de trabajo, se sacude de encima la faena a las primeras de cambio echando mano del socorrido "vuelva usted mañana". Análogo desenfoque parece estar sucediendo con los sindicatos, enemigos de clase tradicionales de la patronal, que ahora tienden a verse denostados desde los mismos sectores populares que, también en esto, hacen suyos los argumentos que no parecen corresponderles. No seré yo quien haga un elogio desatado de las organizaciones sindicales, ni quien obvie que en ellas pueden darse casos -incluso flagrantes, so pretexto de la profesionalización- de burocratismo o, lo más grave, de atención preferente a determinados sectores de trabajadores (lo que antaño se llamaba aristocracia obrera) en perjuicio de nuevos sectores damnificados (inmigración, juventud, parados…). Pero algo convendría no olvidar, sobre todo a la vista del cariz, cada vez más duro, que han ido tomando los acontecimientos: con todos sus defectos y errores, han sido las organizaciones sindicalesquienes han asumido, en algún caso en clamorosa soledad, la defensa de los intereses de los trabajadores frente a sectores que están dando sobradas pruebas de una avidez y una codicia sin límites. Era precisamente un sindicalista, el secretario general de CC OO en Cataluña, Joan Carles Gallego, quien, en un artículo periodístico reciente, proporcionaba el dato: con la rebaja que ha efectuado la Generalitat de Cataluña en el impuesto de sucesiones había dejado de recaudar 540 millones de euros, mientras que con el recorte del sueldo a los funcionarios tan solo se iba a ahorrar 200. A nadie, en cambio, se le ha ocurrido plantear la reconsideración de estas medidas, quizá porque aquellos a quienes les correspondería hacerlo debieron creerse en su momento el solemne dictamen doctrinal del presidente del Gobierno afirmando que bajar impuestos es de izquierdas, dictamen ahora vuelto del revés como un calcetín. Sin duda, ese cambio de banderas al que me refería al empezar el artículo tiene que ver con el deterioro, cuando no el abandono, de las propias. Del estado de confusión en el que parece sumida la socialdemocracia, reclamando día sí día también la necesidad del retorno de la política, pero sin especificar qué demonios haría con ella en caso de que tal retorno se produjera, para qué hablar. ¿Y qué decir de su izquierda? En momentos como el actual parece revelarse el carácter artificioso, impostado, por no decir oportunista, de muchas presuntas reconversiones ideológicas. Sin duda, para algunos debió resultar muy atractiva la transversalidad que ofrecían, por ejemplo, los discursos ecologistas (sobre todo cuando las tradicionales bases obreras menguaban a gran velocidad), pero en tiempos de crisis, en el que las urgencias más inmediatas pasan por delante, en el que la desesperación se extiende por doquier, uno no puede dejar de pensar que buena parte de aquellos discursos y sus reivindicaciones parecían diseñados para épocas de abundancia, y que seguir manteniéndolos tal cual, con la que está cayendo (y con los que han caído) a muchos les puede sonar a frivolidad insufrible. Pero ninguno de los argumentos anteriores -o incluso otros mejores en la misma línea que se pudieran ofrecer- hace buena, ni menos aún legitima, la confusión de enemigo. Se diría que, insaciables en todo, quienes han conseguido imponer sus directrices en el terreno de la economía o de la política (obligando a la izquierda a tomar medidas que hasta ayer mismo juraba que jamás tomaría), también aspiran a la hegemonía en materia de ideas y actitudes. Parecen estar obteniéndola. Durante la época de vacas gordas, consiguieron imponer su modelo hipercompetitivo, hicieron creer a los menos favorecidos que el ascensor social estaba perfectamente engrasado y que el mercado no solo se encargaba de ordenarlo todo, sino que terminaría encumbrando a los mejores, sin hacer distingos por su extracción de clase. Ahora estamos viendo los frutos de aquel espejismo: quienes, por su posición en la sociedad, deberían ser decididamente solidarios (¿tan poca memoria deja venir de pobre?) se han convertido en ferozmente rencorosos, asumiendo, en cruel paradoja, los argumentos de quienes precisamente les han conducido a la lamentable situación en la que ahora se encuentran. En definitiva, quizá, como le hacía decir El Roto al personaje de una de sus impagables viñetas, ya no haya derecha e izquierda, pero de lo que no hay la menor duda es de que continúa habiendo arriba y abajo. De ahí la súplica que daba título al presente artículo: por favor, no se me confundan de enemigo. EL PAÍS. 1-7-2010 Opinión. La Vanguardia Un tres o un cuatro por ciento Francesc de Carreras Hace casi un año que tuvimos las primeras noticias del asunto Palau de la Música, más conocido por el caso Millet, el todopoderoso personaje que se movía como pez en el agua por los pasillos del poder, estafando a unos y a otros, malversando caudales públicos, sin que, aparentemente, nadie sospechara nada. Algo bastante inexplicable ya que desde entonces sus antiguos amigos, y hasta sus parientes, han ido contando en privado que nunca nadie, ni siquiera su propia familia, se fiaba de él. Con estos antecedentes uno no acababa de entender que disfrutara de tanta confianza por parte de los poderes públicos y de tanto prestigio dentro de las altas esferas de la sociedad catalana. Algunos datos conocidos en los últimos días empiezan, sin embargo, a aclarar algo el asunto. Ya desde el primer momento surgió la duda sobre si de este affaire no saldría salpicado algún partido político. Esta duda se despejó pronto al conocerse que Millet, en el año 2000, había entregado dinero del Palau a la Fundació Trias Fargas, de Convergència Democràtica (CDC), y había liquidado las deudas del Partit per la Independència (PI) de Àngel Colom justo al ingresar este en la misma CDC. La conexión entre Millet i Convergència comenzaba a hacerse evidente. Por otro lado, el hecho de que esta fundación cambiara de nombre y sustituyera el de Trias Fargas por el inocuo CatDem ya hacía sospechar que no se quería mezclar al viejo dirigente liberal en el asunto. La declaración de Colom de esta misma semana ante la comisión de investigación de Parlament de Catalunya que, legítimamente, investiga el caso, ha sido muy expresiva de un inefable estado de espíritu de la Catalunya de hoy. En efecto, Colom confesó las supuestas razones por las que Millet pagó sus deudas: "Fui a ver al señor Mi-llet porque unos amigos me dijeron que era un mecenas. Me pagó porque me avalaba mi trayectoria nacionalista". Sin querer desvelar el nombre de estos amigos, Colom cobró un talón de la Fundació Orfeo Català-Palau de la Música y se fue tan contento a su casa pensando que había recibido 75.000 euros simplemente porque era un buen patriota. Por lo visto, en este país hay personas que consideran normal cobrar por el mero hecho de ser nacionalistas, un oficio, al parecer, bien remunerado. Pero en los últimos días las investigaciones judiciales han tomado un rumbo distinto. Por un lado, se ha descubierto que Millet pretendía que el Ayuntamiento recalificara un edificio contiguo al Palau para que fuera destinado a hotel. Altos gestores municipales presionaron a la concejal del distrito, la arquitecta Itziar González, para que facilitara los trámites. Esta se negó repetidamente a ello hasta que decidió dimitir. Cuando se conoce un asunto de corrupción, siempre hay detrás una persona decente que arriesga el tipo y, en contra de sus intereses personales, hace prevalecer los generales. En este caso, la pequeña heroína ha sido Itziar González y los presuntos responsables de las irregularidades cometidas están en manos de la justicia. Por otro lado, se han descubierto nuevos datos que relacionan los tejemanejes de Millet con la financiación ilegal de CDC. En efecto, según informaciones del todo fiables, en el pago de determinadas obras públicas llevadas a cabo por la empresa Ferrovial a cuenta de la Generalitat –especialmente la línea 9 del metro y la construcción de la Ciutat de la Justícia–, determinados porcentajes del importe de estas obras se desviaron a las cuentas de CDC por el conducto del Palau de la Música. Entre unas cosas y otras, por el momento parece que en las arcas de dicho partido se ingresaron por esta vía unos 5,8 millones de euros. Tras el fracaso del segundo Govern tripartito, todos los sondeos parecían favorecer a CiU, que se había convertido en el único recambio posible a la actual situación. No cabe duda que este más que feo asunto puede ser un obstáculo en un paseo que se auguraba triunfal. Así el fracaso general de la clase política catalana parece evidente. Así lo reflejan tanto los sondeos demoscópicos como las charlas con los amigos: la desafección es general y no se ve una alternativa de gobierno en quien confiar. Asuntos como este añaden pesimismo al panorama. Me acuerdo del año 2005, cuando Maragall, dirigiéndose a Artur Mas, soltó inopinadamente en el hemiciclo del Parlament de Catalunya aquel famoso: "Su problema se llama 3%". Y Mas le respondió algo así como: "Si ustedes quieren que sigamos colaborando –en aprobar el nuevo Estatut, claro– retire estas palabras". Y Maragall las retiró. Todos entendimos el significado de aquel enigmático 3% pero nos quedamos con las ganas de saber más, de llegar al fondo. Hasta hoy todo se ha cubierto de un espeso silencio. Según los datos en poder del juez, las comisiones percibidas en el actual asunto son ahora del 4%. Todo sube. Esperemos que la exaltación patriótica que está produciendo la sentencia del TC no impida que otra vez –siempre este dichoso Estatut de por medio– nos quedemos de nuevo con la duda de si ahora estamos en el 3, el 4 o vaya usted a saber qué tanto por ciento. Que el juez –esta vez el tinglado no lo controlan los políticos– nos desvele la verdad. LA VANGUARDIA. 1-7-2010 Opinión. El Confidencial El fin de una era J. Jacks La prensa alemana está molesta con la ayuda a los países del Sur y es visible en sus artículos. Desde “¡Grecia quiere más billones de nosotros!” hasta la foto de nuestro presidente con la lista de “privilegios” del Estado del Bienestar español. ¿Por qué este “cabreo” alemán hacia el Sur? ¿Está justificado? Acabada la Primera Guerra Mundial, Friedrich Elbert manda a Max Warburg a negociar el Tratado de Versalles representando a Alemania. Enfrente suyo, representando a EEUU, su hermano Paul. Antes de la Guerra, el padre de ambos planeó que teniendo un hijo en cada bando, daría igual quién ganara porque la familia ganaría en todo caso. El Tratado supone la mayor humillación de la historia de Alemania: tiene que pagar las reparaciones, pierde el 14% de su tierra, el 74% de su hierro, el 26% del carbón, el 24% de zinc…Todos los activos y propiedades de alemanes en el extranjero pasan a Francia, Inglaterra y EEUU, $11.000 millones de la época, un verdadero fortunón. ¿Cómo saldrá Alemania de esta humillación? ¿Cómo pagará Alemania su deuda? Exportando. Alemania, en 1919, cambiará su modelo productivo para ser competitiva. La misma fórmula para salir de una crisis que se repetirá en 1978, en 1990, en 2010… Como Keynes predijo, Alemania no puede pagar la deuda, pero el Gobierno niega la gravedad de la situación. Para contentar a sus votantes, el Gobierno aumenta sus gastos. El Banco Central camufla la situación imprimiendo marcos y comprando deuda pública. En 1922, Walter Rathenau, el ex-ministro de la Reconstrucción y el único con sentido común, es asesinado. Los inversores salen del país, el Gobierno deprecia el marco, los precios se disparan y aparece la crisis de liquidez bancaria. Las autoridades insisten que su sistema financiero es sólido, pero en realidad, las entidades están arruinadas. Hasta Warburg debe “rebajarse” a pedir un préstamo para sobrevivir. En 1923, Francia se queda con el Ruhr alegando impago de la deuda. Sin carbón, no hay trenes. Sin trenes, no hay exportación. Sin exportación, no hay nada. Alemania sufre una nueva humillación y debe importar su propio carbón de Francia. La impresión de billetes, la pérdida de confianza en el Gobierno y el corte del crédito lleva a la hiperinflación. El Nordeutsche y el Dresdner acaban emitiendo sus propios billetes. Schacht convence al presidente que la salvación es un nuevo marco, el Rentenmark, la refinanciación de la deuda (el Plan Dawes) y 800 millones en nuevos créditos con la garantía “de las tierras alemanas”. Los nuevos créditos permiten una estabilización. Los ciudadanos se olvidan de su descontento y el partido Nazi desaparece. Pero Schacht no corrige ni la crisis política de un sistema corrupto, ni la crisis financiera de un sistema bancario insolvente, ni la crisis de la deuda pública descontrolada. Añadir a la deuda existente nuevos préstamos de EEUU es un parche. De 1924 a 1928, Alemania pide tanto dinero al exterior como EEUU había pedido de 1870 a 1914. Con el “crack” de 1929, EEUU pide a Alemania la devolución de sus préstamos. La Fed aumenta tipos y el flujo de capitales hacia Alemania se acaba. EEUU empieza a atraer oro de Alemania. Para evitar la pérdida, Alemania tiene que buscar la deflación de precios, pero el Gobierno, negando la realidad, sólo impone una ligera rebaja de salarios. En julio de 1931 la mentira no se puede ocultar más. La falsa recuperación basada en nuevos créditos desaparece. Ahora si, y obligado por presiones externas, el Gobierno procede a un serio recorte de gastos y salarios públicos. Demasiado tarde. La demanda se resiente. Los bancos se colapsan. El desempleo alcanza los 5,5 millones. La clase media desconfía tanto del Gobierno como de la oposición. Como resultado de esta desconfianza, en 1932, 13 millones votan al partido Nazi, pero sin darle la mayoría. Los banqueros e industriales Krupp, Flick, Siemens, Wasermann y Max Warburg se reúnen en casa de Goering, presidente del Reichstag, y deciden que entre comunistas y Nazis prefieren a los Nazis. Creen que Hitler será fácil de controlar. Entre 1934 y 1937, la maquina de imprimir del Banco Central de Schacht continúa y emite 62.000 millones de nuevos marcos. En 1938, Hitler obliga al Banco Central a que conceda crédito a todo el que lo pida, sin límite. Schacht se opone pero ya es tarde. El Banco Central ha perdido toda su credibilidad, el país está arruinado y las autoridades monetarias son un pelele en manos del poder político. ¿Qué tienen que ver los acontecimientos de 1923-1945 con la España de 2010? El IFO alemán ha publicado un documento contra el rescate del Ecofin y otro sobre el euro. El IFO cree que, durante la década pasada, Alemania se sacrificó reformando su mercado de trabajo, su sistema financiero y controlando su déficit mientras los países del Sur gastaban sin control los fondos de Alemania. Ahora, a España le toca sacrificarse y hacer lo mismo. Si hay desempleo en España es porque los salarios son excesivos y su sistema del Bienestar es muy generoso. Para salir de la crisis, España debe reducir salarios, reformar el sistema laboral, las pensiones, “subsidiar empleo en lugar de pereza” y “acabar con los beneficios sociales”. Para esta Escuela, como para Merkel, el problema no es el euro. La UE está en crisis por el despilfarro de Gobiernos como el español. La solución no es acabar con el euro, sino con estos Gobiernos. Alemania no debe pagar los excesos de otros Gobiernos. Alemania ha salido de las crisis con sus sacrificios. Ahora, España deberá pasar por lo mismo. La única política es equilibrar el presupuesto y salarios bajos para ganar competitividad. Keynes no servia en 1923 y tampoco en 2010. Se crece con el sacrifico colectivo de un “Pacto de Estabilidad”, no con gasto público. Los principios fundadores de Maastricht. Los principios fundadores del euro. Los documentos del IFO se basan en las ideas de la Escuela de Walter Eucken, que han sido la base de la política monetaria alemana desde 1948 y explican que Merkel exija a nuestro Gobierno reducir su gasto y el “cabreo” alemán por la ayuda a los Países del Sur. El BCE “bebe” de esta escuela. Para Jurgen Stark, “en el trabajo de Eucken descansa el modelo económico alemán de después de la Segunda Guerra Mundial” y “sus principios deberían ser implementados en todas partes”, sea en Alemania 1948 o en España 2010. Igual para Gerald Grisse o Hans Joachim Klockers. Quieran o no los españoles, su futuro depende de un economista alemán. No de los deseos de 44 millones de ciudadanos. Desde 1948, generación tras generación de economistas en el Bundesbank, en el BCE y en el Ministerio de Hacienda alemán, crecieron con el temor a la hiperinflación de 1923, la humillación ante Francia, la falsa salida de la crisis con más crédito del exterior, los problemas del exceso de deuda…y aun así, Alemania aprobó el rescate del Ecofin que supone mas deuda. ¿Por qué? ¿Solidaridad con los “hermanos”? ¿Imposición de EEUU? En cualquier caso, que nadie se equivoque. Alemania nos cobrará cada euro de la ayuda con sangre. ¿La prueba? Alemania recorta €80.000 millones en gastos. Recorte asumible. Pero imponer igual recortes a España es condenar al país. Recortes públicos implican más deuda privada que las familias no pueden soportar. Sin crecimiento, seguirán mayores recortes y de aquí a la insolvencia financiera sólo hay un paso. Alemania está forzando el fin de esta UE con el “visto bueno” de EEUU. Cuanto más débil esté el euro, mejor para Alemania (por su modelo exportador), mejor para EEUU (huida hacia el “safe haven” [refugio seguro] de su deuda) y peor para China (UE es su mayor socio exterior) y España (ataques del mercado). Se fuerza la situación en España hasta la suspensión de pagos garantizando que las entidades alemanas cobraran su deuda. ¿El futuro? Un nuevo Plan Dawes. Una nueva UE que mire hacia el Este con Alemania en el centro. Un “nuevo” euro (Rentenmark) y vuelta a monedas locales vinculadas al euro. Si en el proceso de parar a China y de crear gobiernos supranacionales, España, Grecia o Portugal tienen que terminar con sus economías destrozadas, pues que así sea. Estamos ante el fin de una Era, la del Estado de Bienestar y de la independencia de los países, y no nos hemos enterado. Bienvenidos al siglo XXI donde casi nada será igual. Alemania aprendió de sus errores cometidos entre 1923-1945. ¿Y España? EL CONFIDENCIAL. 29-6-2010

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