Hay un continuo goteo, estos días, de sonidos almibarados sobre ETA y sobre su entorno, que recibe la siniestra y edulcorada denominación de «izquierda abertzale». Sobre quién manda a quién. Sobre si tregua sí o tregua no. Sobre si participan o no y cómo en las próximas elecciones. Pero si ahora están asfixiados por el viento popular que los aísla, no hay que darles ni agua. Si quieren realmente romper con ETA es fácil, condenarla ya sin paliativos. Ellos son los que tienen que hacerlo. Nosotros nada tenemos que hacer. Ni que elucubrar ni que «negociar».
Desde que hace unos días se celebró la “ceremonia” de la colaboración entre el entorno de ETA y Eusko Alkartasuna (EA) en Bilbao que escenifica la reetida maniobra de presentarse de forma vergonzosa a unas elecciones por parte de la “valiente” autodenominada “izquierda abertzale”, los ruidos envenenados han adquirido carácter de orquesta. Por un lado, al Alfredo Pérez Rubalcaba, el ministro del Interior, y a Federico Trillo, responsable del PP, les han entrado unas repentinas “prisas” por acelerar la reforma de la Ley Electoral y parecen ocuparse “afanosamente” de impedir que el entorno de ETA vuelva a presentarse a unas elecciones municipales. Más valía que aplicarán la ley vigente para expulsar a los etarras que ya están en los ayuntamientos. Por otro lado, el PNV muestra su comprensión hacia sus ‘hermanos’ dado que entre ellos “se aprecian movimientos contrarios a la violencia”. Y los habituales ‘escribas’ sumisos del país, al servicio del PSOE, se hacen eco de tales maniobras. Nos cuentan y nos vuelven a contar los mismos cuentos con dobles palabras y distintos personajes, que en este caso hay incluso un exótico asesor surafricano, para tratar de confundirnos con elucubraciones sobre posibles “treguas verificables” de ETA, sobre “voluntades mayoritarias favorables a las vías políticas y pacíficas” en el entorno de ETA, sobre que “todas las estructuras deben seguir tal voluntad de las bases”. Con las cosas de la vida y de la muerte no se juega. Y dichas cosas están claras. No tenemos que caer en ninguna trampa ni en ninguna tentación. No tenemos que buscar ninguna salida ni ningún atajo. Sólo hay una solución. Que entreguen las armas. Sólo funciona la firmeza. No hay que darles ni oxígeno ni agua. Quien quiera romper con ETA lo tiene fácil, condenarla ya. Sus atentados, su extorsión y su ‘kale borroka’. Decirlo así de claro, en euskera y en castellano. Hay puertas abiertas, hace ya años, para los que realmente denuncian y rompen con ETA. Ahí está Aralar manteniendo sus ideas. A raíz de la última agresión callejera, Gorka Maneiro, el parlamentario vasco de UPyD, ha exigido a la denominada izquierda abertzale “que condene este ataque a la Ertzaintza, que le diga a ETA que acabe ya y se disuelva” y ha preguntado a EA si con inexistencia de tal condena “va a seguir siendo la pista de aterrizaje de los ilegalizados para colarse en las próximas elecciones”. Muy bien dicho. Y Rosa Díez, la líder y diputada nacional de UPyD, ha escrito (dedicando tres artículos seguidos dada la gravedad): “Esto pinta muy mal. (…) algo muy turbio se está tramando entre el Gobierno y ETA. (…) una nueva táctica pero que la estrategia no ha cambiado un ápice, el objetivo es el final dialogado con ETA. Toneladas de cloroformo se esparcen para que no nos demos cuenta de que se está repitiendo la jugada”. Una denuncia absolutamente clara.