El mercado del arte y la crisis

¿Picasso está en venta?

Dos de los principales museos neoyorquinos, el MoMA y el Metropolitan, se han sumado a la nueva moda: programar una macroexposición de Picasso sacando del armario todos los fondos propios del artista. El motivo es sencillo. Se enarbola a Picasso como reclamo comercial ante las restricciones que la crisis ha impuesto también en el mercado del arte.

“Es normal que los grandes museos hagamos auestas por este pintos, porque Picasso atrae al público”. Así justificaba el comisario del MoMA la macroexposición del genio malagueño que se va a convertir en el principal reclamo de la temporada.La crisis también ha impuesto restricciones en el mercado del arte. Del recorte de gastos no se escapan ni los principales museos del mundo. Por eso, sacar los fondos propios acumulados en los almacenes y exponerlos como si se tratara de un material nuevo, es la forma más rápida, barata y rentable de incrementar la lista de visitantes, manteniendo la jerarquía en el ránking global de museos.Es lo que ha hecho el Metropolitan Museum of Art, ofreciendo al públic0 300 de los cuatro centenares de obras de Picasso que guardaba en sus fondos. Ni una sola de las piezas expuestas supone una novedad, ni una incorporación. En todo caso, ha habido un proceso de limpieza general, y una nueva agrupación de los cuadros para dar sensación de novedad y atraer al público.Picasso se transforma en un gancho comercial que exhiben los principales museos para conservar “su cuota de poder” en el mercado mundial del arte. El mercado del arte Porque el del arte también es un mercado, regido por las mismas leyes que el resto de mercados, las de la competencia y el beneficio.Existen aproximadamente 18.000 galerías y 1.500 casas de subastas en el mundo con un volumen de ventas de 9.000 millones de dólares. Pero donde se concentra la mayor parte del negocio es en el llamado “mercado secundario”, el que incluye las obras de creadores reconocidos, con un largo historial de exposiciones, y donde las obras están en buen estado físico y poseen certificado de autenticidad. En este “mercado secundario” las cifras de negocio se disparan, superando los 13.000 millones de dólares.Es el mercado de las subastas de arte, donde algunas obras llegan a alcanzar precios astronómicos.Y se trata de un mercado férreamente monopolizado. Dos de las principales galerías del mundo, Christie´s y Sotherby´s, acaparan el 40% del negocio. Estos monstruos monopolistas del arte son los que dictan las normas y fijan los precios.La fluctuación de los precios de las obras de artista “en activo” funciona por acumulación de mecenazgos. Es decir, la cantidad de menciones, apoyos, promociones que tenga, por lo que la intervención de las grandes firmas es determinante.Y es un mercado dirigido, no por oscuros académicos o gestores vocacionales movidos por su “amor al arte”, sino por altos ejecutivos directamente emparentados con los grandes centros de poder económico y político.A nadie le debe sorprender encontrar a uno de los directivos de Sotherby´s, Allan Gotlieb, junto a David Rockefeller en la fundación de la Comisión Trilateral, de la que por cierto fue primer director Zbigniew Brzezinski, actual asesor de Barack Obama.O comprobar los estratosféricos sueldos de esos “gestores del arte”, que en nada desmerecen a los de banqueros y monopolistas. El ex director del Metropolitan, Philippe de Montebello, recibió una “jubilación” de 3,3 millones de dólares. El director del MoMA, Glenn D. Lowry, se embolsa 2,7 millones anuales. Y el gestor de la Filarmónica de Nueva York cobra un generoso salrario de 2,7 millones.Esto, sin contar los sustanciosos “bonus” que reciben en función del “rendimiento” alcanzado: cifras de visitantes, volumen de negocio… Exhibir la posición de clase En “Ciudadano Kane”, el plutócrata que encarnaba Orson Wells coleccionaba compulsivamente exclusivas obras de arte que permanecían almacenadas en los sótanos de su mansión.Puede considerarse una aberración patológica individual, un exceso megalómano. Pero Wells no hace sino mostrar, a través del exceso, una conducta “normal” en los miembros de las principales burguesías mundiales.No en vano, las más importantes colecciones del mundo están en manos de grandes entidades bancarias, al igual que son éstas las que financian con donaciones los principales museos. La colección del Manhattan Chase Bank consta de más de 9.000 obras y las compras de David Rockefeller son ya famosas en los medios de comunicación mundiales. Tampoco hace falta irse lejos, el Banco Santander posee una colección compuesta por “incuestionables” de todo género: Zurbarán, Tàpies, Serra, Tintoretto, Rubens, Van Dyck, Saura, Sorolla, Chillida…Lo que funciona al nivel de pultócratas individuales, también es la norma en la conducta de los Estados más poderosos. Todas las grandes potencias poseen sus grandes museos, desde el Louvre al Moma, desde el British Museum hasta el Metropolitan. Los tesoros artísticos exhibidos en estos “grandes salones culturales” son la expresión del expolio. Unas veces el robo abierto, como los frescos y esculturas griegas exhibidas en el Museo Británico. Otras veces, como en la impresionente colección Thyssen que puede verse en Madrid, las obras están manchadas de la sangre de los proyectos imperialistas -recordar el nazismo- que han permitido amasar esas fortunas. Y en otros casos, se utiliza la primacía financiera, como en el caso de los museos neoyorquinos, para hacerse, a través del mercado de subastas, con las principales colecciones del planeta.Pero en todos, la adquisición de obras de arte tiene un sentido material muy distinto de la “sed de arte”.Un experto galerista recuerda que “el arte ha sido, es y será una buena inversión. A parte de los económicos, proporciona beneficios evidentes como el prestigio social y cultural”.La posesión de las exclusivas obras de arte de los principales genios de la pintura o la escultura es un signo de distinción. Sólo unas pocas personas pueden hacerlo. Y la exhibición pública -en museos y colecciones- de la propiedad de esa mercancía exclusiva es una forma de proclamar a los cuatro vientos la privilegiada jerarquía de clase que se ocupa.Son estos los valores de clase que mueven el “mercado del arte”.

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