Con el Papa Francisco la Iglesia dirigió su mirada hacia el Sur global. Al hacerlo conectó con los pueblos, y chocó con los grandes imperios, especialmente con EEUU.
Con la muerte del Papa se abre una batalla de consecuencias globales. ¿Seguirá el nuevo Papa el camino “hacia el Sur” de Bergoglio, o los grandes centros de poder, con EEUU a la cabeza, impondrán una “rectificación”?
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La clave de las reformas de Francisco
El Papa ha recibido el apoyo y admiración de los países del Tercer Mundo, y de los gobiernos o movimientos más a la izquierda. Al tiempo que cosechaba el rechazo de los sectores más reaccionarios y de las grandes potencias.

Francisco ha abierto una etapa de reforma en la Iglesia. Impulsó la “sinodialidad”, una mayor participación de los creyentes en el gobierno de la Iglesia, que los sectores más reaccionarios calificaron de “peligroso asamblearismo”. Y propició avances, limitados pero importantes, en cuestiones como el acercamiento al movimiento LGTBI o el nombramiento de mujeres para puestos de relevancia en el gobierno de la Iglesia.
Pero la herencia de Francisco es también política. En un mundo convulso el Vaticano es uno de los pocos centros de importancia global.
En 2013 la elección de Bergoglio, un cardenal argentino, como Papa fue toda una apuesta global. Por primera vez en la historia, el ocupante del trono de San Pedro procedía de un país del Tercer Mundo.
En un momento caracterizado por el avance de los países y pueblos del mundo y el ocaso de la superpotencia americana, esos movimientos de fondo acabaron cristalizando en un Papa.
El Papa Francisco ha afirmado que “el capitalismo mata”. Remarcando que “la globalización capitalista es un sistema ecocida y genocida”. Ha defendido un ecologismo integral, que una la defensa de medio ambiente con la lucha contra la pobreza. Y exigido la condonación al Tercer Mundo de la deuda externa, que “se ha convertido en un instrumento de control”.

Su primer viaje fue a la isla italiana de Lampedusa, denunciando las criminales políticas contra la inmigración, que transforman el Mediterráneo en un cementerio. Y Francisco calificó de genocidio los crímenes en Gaza y denunció la invasión rusa de Ucrania.
Hemos podido contemplar a un Papa que ha gritado “No al neocolonialismo”.
Y, sobre todo, con Francisco el Vaticano se ha posicionado contra la única superpotencia, EEUU. Afirmando en una de sus últimas entrevistas que “América Latina será víctima hasta que no se libere de imperialismos explotadores”.
Un choque que fue directo con los gobiernos de Trump. En 2016, Francisco proclamó que “no es cristiano levantar muros”. Y en febrero de este año el Papa envió una carta a los obispos estadounidenses denunciando las deportaciones masivas de inmigrantes.

Manteniendo su enfrentamiento con Washington literalmente hasta el final de su vida. El día antes de morir Francisco recibió en el Vaticano al vicepresidente de Trump J.D. Vance. Minutos después el Papa apareció en el balcón del Vaticano para pronunciar su última bendición urbi et orbi. E incluyó dos dardos contra la Casa Blanca. Al denunciar: “¡Cuánto desprecio se manifiesta a veces hacia los más débiles, los marginados, los migrantes!”. Y al dar un repaso a las guerras y atrocidades en el mundo que era una enmienda a la política exterior de EEUU.
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¿Más Bergoglio o “un Papa que imponga una rectificación”?
Ya se está preparando el cónclave que deberá elegir un nuevo Papa. De los 135 cardenales que participarán la mitad pertenecen al Tercer Mundo. De allí proceden la mayoría de los que ha nombrado el Papa Francisco.
Europa ya solo representa el 20% del número de católicos en el planeta. Y con Francisco el Tercer Mundo llegó a penetrar en el Vaticano.

En las quinielas sobre los “papables” hay diferentes nombres. Pero todos plantean que la Iglesia se enfrenta a una disyuntiva: seguir el camino abierto por Francisco, o echar el freno.
Es difícil que se elija a un Papa ultraconservador. Pero los representantes de este sector ya han lanzado una consigna: después de Francisco es necesario “un Papa que proceda a una rectificación”.
¿En qué debe rectificar el Vaticano? La derecha de la Iglesia reclama un Papa que devuelva a las élites de la curia su poder exclusivo, o desande el camino de apertura en el papel de la mujer o la integración de los católicos LGTBI.
Pero dos de pesos pesados del Vaticano han situado la cuestión central. El alemán Gerhard Ludwig Müller, del sector más ultra, afirma que el problema de Francisco es que “era jesuita y no europeo”. Y el cardenal Gianfranco Ravasi plantea que “tras un Papa latinoamericano habría que volver a un Papa occidental”.
¿Seguir mirando hacia el Sur, o volver a situarse al lado, o al menos no enfrente, de los grandes imperios, especialmente de EEUU? Esta es la disputa abierta.
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EEUU y China, en el cónclave que decidirá el futuro de la Iglesia
Todos los que “cuentan en el mundo” participan, de una o de otra manera, en el cónclave que elegirá al nuevo Papa.

Uno de los “papables” es el cardenal Pietro Parolin, el ministro de Asuntos Exteriores del Vaticano.
Frente a la línea exigida por EEUU, también al Vaticano, de encuadrarse en un “frente antichino”, el Papa Francisco impulsó un histórico acuerdo con Pekín, con Parolin como muñidor.
Varios de los representantes más conservadores de la Iglesia se opusieron furibundamente. Entre ellos el cardenal Müller, al grito de que “no podemos aceptar que los comunistas nombren a nuestros obispos”.
Quien sí estará directamente en el cónclave, y aspira a determinar quién será el nuevo Papa es EEUU.
La superpotencia tiene importantes bazas para influir en el Vaticano. EEUU es el cuarto país con más católicos del mundo, el segundo con más cardenales en el cónclave, y la iglesia norteamericana es la tercera que más dinero envía a Roma.
La administración Trump mantiene una estrecha relación con algunas de las figuras más importantes de la iglesia norteamericana, como el ultraconservador cardenal Raymond Burke, furibundamente enfrentado a Francisco.
Y el vicepresidente de Trump, J.D. Vance, convertido al catolicismo hace siete años, es la cabeza política del “trumpismo católico”.
EEUU está maniobrando para conseguir imponer un Papa que “rectifique” el camino emprendido por Francisco. La superpotencia busca tener al Vaticano de su lado.
Alberto Melloni, uno de los mayores especialistas en historia de la Iglesia, define así lo que Washington pretende: “se trataría de volver a la relación carolingia entre el emperador y el Papa. El Papa legitima al emperador y el emperador refuerza al Papa”.
Y un analista como Enric Juliana lo concreta. “Eso es lo que plantea Vance. Un papa más institucional, que conozca bien las relaciones internacionales, un papel que podría ser apoyado si no pisase según que líneas. Un papa rectificador”.
Cuando Trump intenta imponer una auténtica dictadura mundial, busca reclutar al Vaticano, o al menos garantizar que, como sucedió con Francisco, no lo tendrá enfrente.
Habrá que esperar para ver si en este cónclave vuelve a imponerse la mirada del Sur global, o lo hace la del Imperio del norte.
Joan Arnau
Bocadillo 1.-
Francisco se enfrentó a EEUU, y se ganó el apoyo de los pueblos