Centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán

Muchas Emilias por descubrir

Moderna y libre hasta la médula, contradictoria y compleja, feminista cuando no estaba permitido, figura capital de la literatura del XIX… en Pardo Bazán nos esperan muchas Emilias por descubrir.

“Ella era muy libre, hizo siempre lo que le dio la gana”. Así define a Emilia Pardo Bazán la historiadora Isabel Burdiel, autora de la biografía de referencia de la escritora. Y es quizá la mejor presentación de una figura que ejerció esa libertad en su obra y en su vida.

La casualidad ha querido que el centenario de su muerte coincida con la recuperación del Pazo de Meirás, diseñado por la propia Emilia, y que los Franco secuestraron durante décadas.

Si a principios del siglo XIX alguien hubiera pronosticado que una mujer se iba a convertir en uno de los personajes decisivos para la evolución de la literatura española durante esa centuria, hubiera sido acusado de loco. Pero esa locura sucedió, y Pardo Bazán irrumpió como un torbellino que miró de igual a igual a Galdós, Valera o Clarín.

Hasta tres veces le negaron su ingreso en la Real Academia Española, desde el acendrado machismo expresado por Clarín: “¡Ser académica! ¿Para qué? ¡Es como si se empeñase en ser guardia civila”.

Pero el huracán Pardo Bazán se convirtió en la primera mujer catedrática de Literatura en la Universidad Central de Madrid, en la primera presidenta de la sección de Literatura del Ateneo y en la primera corresponsal de prensa en el extranjero, en Roma y en París. 

Cuando impartió cursos sobre literatura francesa en la Escuela de Estudios Superiores en el Ateneo de Madrid, a ellos se inscribieron cuatro veces más alumnos que a las clases de “tótems” masculinos como Menéndez Pelayo.

En el feminismo abierto y sin matices de Pardo Bazán reconocemos una premonitoria modernidad. Declarando, a la ofensiva, que “soy una radical feminista; creo que todos los derechos que tiene el hombre debe tenerlos la mujer”. Enarbolando el derecho a una educación para la libertad, porque “no puede, en rigor, la educación actual de la mujer llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión”.

Y abordando, en pleno siglo XIX, una batalla de rabiosa actualidad. Denunciando la indiferencia social ante lo que califica de “mujericidios”, “feminicidios” o “ginecidios”, afirmando que su origen está en “los hombres que se creen dueños de la mujer”.

Pardo Bazán no teorizó sobre el feminismo, lo practicó, con actuaciones de una modernidad impensable en pleno siglo XIX. Decidió ser dueña de su vida. Cuando, alarmado por los feroces ataques de algunos sectores ultramontanos, su marido le exige dejar de escribir y retractarse de lo publicado, Emilia Pardo Bazán simplemente lo abandona. No existía el divorcio, pero la separación es completa, Emilia se dedica de lleno a la literatura, y vivirá nuevas y apasionadas relaciones amorosas.

La más relevante de ellas la que le unirá durante años, en una relación libérrima, con Benito Pérez Galdós. Una pasión que Pardo Bazán definió mejor que nadie en una de las cartas dirigidas a Galdós: “Le hemos hecho la mamola al mundo necio, que prohíbe estas cosas; a Moisés que las prohíbe también, con igual éxito; a la realidad, que nos encadena; a la vida que huye; a los angelitos del cielo, que se creen los únicos felices, porque están en el Empíreo con cara de bobos tocando el violín… Felices, nosotros”.

Un torbellino, en la literatura y en la vida

Desde un disparatado machismo, Clarín se burlaba del “furor literario-uterino de Doña Emilia”. Era en realidad el temor ante un huracán que irrumpió con una fuerza que nadie imaginaba.

Emilia Pardo Bazán abarcó casi todos los ámbitos de la literatura: cuentos, libros de viajes, novelas, teatro, ensayo, crítica literaria, artículo periodístico… Fue cuentista, novelista, poetisa, editora, crítica, catedrática, conferenciante…

Fue ella quien introdujo el naturalismo en España, literalmente a hachazos. Cuando, en “La cuestión palpitante”, una colección de artículos publicada en 1883, Pardo Bazán defendió el naturalismo francés de Zola, una literatura que retratara sin filtros embellecedores la realidad, se le acusó de representar “la mano sucia de la literatura”. Los desmanes que el avance del capitalismo provocaba debían ser ocultados.

Se ha acusado a Emilia Pardo Bazán, condesa y gran propietaria, de partir de un reaccionario elitismo y clasismo. Pero, aún con ser cierto en muchos aspectos, cabe recordar que fue la escritora gallega la primera que llevó a la literatura española al proletariado como protagonista. En “La Tribuna” encontramos a una mujer obrera, una de las cigarreras de A Coruña, que encabeza una huelga. Denunciando la explotación, reforzada en las mujeres y llevando a la gran literatura las luchas obreras.

En Pardo Bazán encontramos numerosas contradicciónes. Como afirma su biógrafa, Isabel Burdiel, podía ser al mismo tiempo reaccionaria y progresista, subversiva y amante del orden. Algo que hace más interesante una figura que no es de una pieza, y cuya obra y vida, inseparables, están todavía por descubrir.

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