Pero cabe preguntarse, yendo más al fondo de la cuestión, cómo es posible que una organización, que procede de la tradición histórica del comunismo y se reclama del marxismo puede obviar o dejar de lado cuestiones que constituyen el abecé de las enseñanzas de la lucha del movimiento obrero y revolucionario.
Y no es osible entender por qué ocurre esto sin partir de cómo, bajo la apariencia de una amplia diversidad de opciones ideológicas y políticas –el llamado arco iris de la izquierda– se esconde en realidad una verdadera vuelta atrás en la historia, una regresión que propone abandonar las herramientas de conocimiento científico de la realidad social que el movimiento obrero ha ido acumulando en décadas de lucha contra la explotación. Marxismo y arco iris de la izquierda Globalización contra Estados e individuos; monopolios frente a consumidores; Norte frente a Sur; grandes capitales transnacionales contra ciudadanos; consumismo frente a medio ambiente, neoliberalismo contra regulación y control de los mercados, tasa Tobin contra los especuladores de las Bolsas… Nunca como hasta ahora la izquierda y los movimientos sociales habían dispuesto de tan abrumadora variedad de opciones y banderas desde las que guiar sus luchas. Contra los monopolios, contra los capitales transnacionales, contra el consumismo, contra la globalización, contra el neoliberalismo, contra los especuladores financieros…A comienzos del siglo XX, en plena batalla contra el reformismo y el abandono de los objetivos revolucionarios de transformación del mundo, Lenin describía el estado general en que se encontraba entonces en Rusia (y por extensión en toda Europa) el movimiento revolucionario con estas palabras: “Hasta hace unos pocos años, el marxismo era considerado como la base más firme y sólida de la teoría revolucionaria; pero en nuestros días se dejan oír, por todas partes, voces sobre la insuficiencia y caducidad hasta de sus tesis más elementales, de sus principios más evidentes.”Algo similar está ocurriendo en nuestros días. El marxismo, su punto de vista revolucionario y su teoría sobre la lucha de clases parecen haber desaparecido del horizonte, del pensamiento y de la práctica de los movimientos que luchan por transformar el mundo.Para ellos parece que ya no existan las oligarquías financieras ni sus Estados imperialistas, ahora nuestro enemigo son los capitales transnacionales, las corporaciones monopolistas, los ‘mercados’, el neoliberalismo y los especuladores que se han adueñado del mundo y deciden el destino del planeta. Pero, ¿acaso existe el capital al margen de la clase de los capitalistas? ¿Dónde hay monopolios independientes de la existencia de oligarquías financieras? ¿Qué es la especulación financiera sino la expresión concentrada, la esencia misma del capitalismo monopolista de Estado? ¿Qué otra cosa es el mercado sino el lugar donde se establecen las relaciones burguesas de producción, relaciones de propiedad y apropiación por una ínfima minoría de la riqueza socialmente producida?Hablar del capital pero no de los capitalistas, de los monopolios pero no de las burguesías monopolistas, de los mercados desregulados (el neoliberalismo) pero no de las oligarquías financieras es tan absurdo y acientífico como afirmar que los trabajadores deben luchar contra las máquinas, las fábricas o los medios de producción, porque ellos son los responsables de su explotación.Es ese punto de vista, profundamente alejado del marxismo, el que lleva a hacer afirmaciones tan asombrosas como las que encontramos en el documento aprobado por la Asamblea de Refundación y que merecen al menos, una reflexión. En él se dice, por ejemplo, que desde el estallido de la crisis “vemos cómo los llamados mercados arrodillan a la política y debemos preguntarnos por el futuro de la democracia. Es por eso que estamos ante una crisis eminentemente política. Por eso hay que rescatar la política con mayúsculas, de los brujos que la secuestran…” ¿Los mercados arrodillando a la política? ¿Brujos que la secuestran? La cosa movería a risa sino fuera porque bajo este tipo de ideas se agrupan hoy miles de personas que desean luchar sinceramente por los intereses del pueblo. Política y mercado. Clases y lucha de clases Ver mercados donde hay oligarquías financieras y potencias imperialistas, es una visión tan deformada de la realidad como la que llevaba a Alonso Quijano a ver gigantes donde no había sino molinos de viento.Y no sólo porque al hacerlo se esté borrando las clases y la lucha de clases para colocar en su lugar relaciones económicas impersonales, sin nombres ni apellidos –como si las relaciones de explotación se dieran entre entes abstractos, entre “espíritus puros”: mercados, neoliberalismo– sino porque, al hacerlo inevitablemente se reduce, se limita y se encierra la lucha de la clase obrera y de los pueblos en una lucha por reformas, por mejoras, por embellecer al capitalismo, por pulir las aristas más agresivas del imperialismo.Si todo el problema son los mercados, ¿cuál es entonces la alternativa? ¿Controlarlos, regularlos? ¿Pero alguien se cree de verdad que la explotación se puede regular mediante leyes? ¿O es que nos conformamos con una explotación más “benigna” que otra? Si el enemigo es el neoliberalismo ¿qué debemos hacer? ¿Emprender una batalla doctrinal, ideológica, casi teológica contra sus sumos sacerdotes, contra sus “brujos”?Al hacer desaparecer la lucha de clases y los enemigos reales y concretos (Obama, Merkel, Botín, el Bundesbank,…) desaparece también del horizonte de la lucha de los pueblos lo que es su objetivo principal: la lucha política para la toma del poder, por arrebatarle el poder del Estado a las clases que imponen desde él sus intereses al conjunto de la sociedad. Mientras las clases y la lucha de clases desaparezcan del horizonte y del pensamiento de los revolucionarios, la burguesía y el imperialismo respirarán satisfechos.“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes (…) La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.” (Marx. Manifiesto Comunista. 1848)¿Por qué este empeño en enterrar estas tesis claras, precisas, científicas que hace más de 150 años convulsionaron los cimientos del régimen social de apropiación de la burguesía, en nombre de una pluralidad de ideas y de corrientes que, según algunas nuevas teorías, enriquecen el pensamiento de la izquierda? Lo veremos en la próxima entrega