Extrema derecha en Europa:

Los perros de presa afilan sus colmillos

El pasado 22 de julio, la nueva extrema derecha europea perpetraba su mayor atentado con ví­ctimas desde la II Guerra Mundial. Pese a la magnitud y el salvajismo del crimen, pese a la gravedad y notoriedad del aviso, toda Europa parece haberse conjurado, no obstante, para ocultar su trascendencia, minimizar su alcance y atribuirlo a un «lobo solitario», sin conexión alguna con su manada natural ni con ningún otro centro de poder. ¿Por qué?

A las 13.30 horas del asado viernes, 22 de julio, el rincón supuestamente más idílico de Europa, el más modélico de los remansos de paz y prosperidad del Viejo Continente, Oslo, la capital de Noruega, asistía a su impensado funeral. Una bomba de enorme potencia estallaba frente a las oficinas del gobierno, matando a siete personas, provocando decenas de heridos y convirtiendo uno de los más céntricos barrios de la capital en un escenario de guerra, que por un momento recordaba a Kabul o a Bagdad: un amasijo de cascotes, cristales rotos, hierros retorcidos y personas sangrando. Pero eso sólo iba a ser un "prólogo" menor de lo que estaba por llegar. Mientras la ciudad conmocionada se preguntaba qué había ocurrido, quién había podido hacer aquello, el escenario del horror se trasladaba a una pequeña isla en las afueras de Oslo, en la que desde hacía más de 60 años la socialdemocracia noruega (a la que pertenece el primer ministro) celebra su campamento de verano. Allí, los cerca de 500 asistentes -la mayoría miembros de las juventudes del partido- iban a verse sometidos, durante hora y media, a una salvaje cacería humana, atrapados en una jaula sin escape. Uno a uno, decenas de jóvenes eran tiroteados y luego rematados en el suelo, como animales, en aras -diría luego el autor de la matanza- de la "auténtica" identidad noruega, europea, cristiana y blanca, en peligro inminente de muerte como consecuencia de la imparable "islamización" de la sociedad, consentida, tolerada y hasta fomentada por la totalidad de los gobiernos europeos y, muy especialmente, por la socialdemocracia.Este "credo" ideológico, que inspiró la carnicería de Oslo, es, en síntesis, el pilar esencial de la "nueva" extrema derecha "europea". "Nueva", porque, a diferencia de la vieja (de corte fascista, inspirada básicamente por el nazismo), ya no tiene como seña de identidad esencial y definitoria el antisemitismo, el odio a los judíos, sino que ha modificado el "blanco" predilecto de su racismo y de su xenofobia enfilándolo contra "el islamismo" y los musulmanes. Y "europea", así, entre comillas, porque como ya puso en evidencia hace muchos años el periodista y escritor sueco Stieg Larson -que no fue sólo el célebre autor de la trilogía Millenium (el libro más leído en Europa occidental en la última década), sino también y sobre todo un reputado investigador y especialista en la extrema derecha europea (hasta el punto de que fue llamado a consultas por Scotland Yard en más de una ocasión)- esa "nueva" extrema derecha se inspira, en su nueva configuración ideológica, en la fijación de sus "blancos" y también en su nueva forma de actuar, más que en el viejo nazismo, en personajes como el autor de la matanza de Oklahoma (168 muertos, 400 heridos, tras la voladura de un edificio gubernamental) o el terrorista norteamericano Ted Kaczynski, también conocido como "Unabomber". Larson -que ya en 1995, tras el atentado de Oklahoma, "pronosticó" que un atentado de esas características podía tener lugar también en Escandinavia- no se mostraría hoy día nada sorprendido al comprobar que, en el indigesto manifiesto de 1500 páginas que el autor de la matanza noruega, Andres Behring Breivik, colgó en internet horas antes de protagonizar su sangrienta cacería, éste incluía partes enteras directamente plagiadas del manifiesto de Unabomber, con el que comparte la idea de que el islamismo es "la principal ideología genocida de nuestro tiempo", contra la cual es necesario llevar a cabo "una nueva cruzada"… cuyo primer blanco no son exactamente "los musulmanes" en sí, sino los gobiernos occidentales que, con sus políticas tolerantes y apaciguadoras (a Zapatero, Breivick lo califica de "comadreja apaciguadora") están facilitando activamente la islamización de Occidente.En su artículo de 1995 Larson no sólo afirmaba que "en Estocolmo también pueden producirse atentados terroristas", que imitaran el modelo de los ocurridos en EEUU, sino que se negaba ya, anticipadamente, a aceptar que atentados como el de Oklahoma fueran "locuras aisladas"; para él eran "un asesinato en masa meticulosamente planeado y conscientemente llevado a cabo". A partir de esa idea, Larson trató de indagar en la nebulosa de grupos, grupúsculos, iglesias cristianas fundamentalistas, etc., que estaban en la génesis de ese nuevo extremismo nazi antimusulmán… grupos que no resultaría muy difícil vincular a los centros, ligados al Partido Republicano, que acabaron proponiendo e iniciando la "guerra contra el terrorismo". La CIA, sin duda, no está muy lejos de todo esto. Que este "modelo" se haya exportado con éxito a Europa occidental no será, probablemente, ninguna casualidad.No obstante estas clamorosas evidencias (más las incógnitas y desconfianzas que han quedado en el aire tras la incomprensible actuación policial, que dejó al asesino durante hora y media matar a mansalva niños y jóvenes, y luego intentó ampararse en argumentos peregrinos e inverosímiles, como el de que su "único" helicóptero estaba en reparación ¡por falta de dinero!, en un país cuyo Estado tiene la mayor chequera de Europa occidental: un fondo soberano de 400.000 millones de euros, fruto del gas y el petróleo, con el que controla el 1% del negocio bursátil mundial), no sólo las autoridades noruegas, no sólo el gobierno y la policía y los servicios secretos noruegos, sino todos los gobiernos de Europa, únanimemente respaldados por los medios de comunicación, han apuntalado la idea de que AGG concibió, preparó y llevó a cabo sus complejos planes criminales completamente solo, sin la menor conexión con nadie. Como es difícil vender la hipótesis del loco, ante un asesino tan cuerdo, se ha apostado por la del "solitario". Difícil también de creer ante un individuo que fue hasta hace tres años un líder del PP (Partido del Progreso, segunda fuerza política de Noruega, con el 25% de los votos, xenófobo y antimusulmán) y antes lo había sido de una logia masónica, etc. Que un personaje así no dejara ningún rastro policial es imposible; es no saber cómo funcionan la policía y los servicios secretos, incluso en Noruega.Claro que, la tesis contraria, la que sin duda apoyaría Stieg Larson de seguir vivo, llevaría a una situación difícil de admitir para el Estado y para la sociedad (que en países como Noruega forman básicamente un todo): obligaría a indagar las previsibles conexiones de ABB tanto con la extrema derecha nórdica, europea y americana, como con las "cloacas" del Estado noruego (policía y servicios secretos) y con los servicios secretos exteriores.Hacer eso, por doloroso que sea para el Estado y la sociedad, sería tomarse en serio los atentados de Oslo, a la vez que marcar un camino firme en la lucha contra la nueva extrema derecha europea. Un camino que, a medio plazo, podría ser vital para Europa, ya que el agravamiento inevitable de la crisis actual, hasta límites que ahora resulta difícil prever, podrían dar lugar a cambios sociales y políticos de envergadura. Cambios en los que lo que hoy parece imposible, mañana puede ser moneda corriente; de hecho, la extrema derecha "moderada" (y todavía constitucional) ya está llamando a las puertas del gobierno en media docena de países europeos… incluida Noruega. Un agravamiento drástico de la crisis podría, en efecto, volver a situar estas alternativas como una opción viable y necesaria para determinados sectores de las burguesías monopolistas europeas. Por ello es enormemente peligroso dejar que los perros de presa de la ultraderecha afilen sus colmillos tranquilamente. Meter debajo de la alfombra la cacería humana de Oslo es, por tanto, un disparate… criminal.

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