Ecologia

Lobo ibérico, de alimaña a especie protegida

En una disputada decisión, Patrimonio Natural ha incluido al lobo ibérico en el listado de especies de protección especial.

Una histórica decisión ha elevado el rango de protección del lobo ibérico (Canis lupus signatus). Fruto de la lucha de muchos años de decenas de organizaciones ecologistas y conservacionistas, la Comisión Estatal de Patrimonio Natural ha incluido al lobo, en todas sus poblaciones estatales, dentro del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial.

Esto implica que el lobo ibérico deja de ser considerado una especie cinegética, quedando prohibida su caza, que todavía se permitía en algunas comunidades. Hasta ahora, el nivel de protección de este carnívoro era diferente al norte y al sur del Duero. En Castilla-León, Galicia, Asturias y Cantabria todavía se otorgaban permisos de caza para capturar al animal, mientras que en el resto de España ya constaba como especie de interés comunitario y estaba protegido.

Actualmente la población de lobos en la Península ha salido de la categoría de especie en peligro, pero sus cifras son modestas. El censo de 2012-2014 contabiliza 297 manadas, repartidas por casi toda la cornisa noroccidental del país, y algunos individuos sueltos en otras zonas de la meseta central y Pirineos. Tenemos 2.000 y 2.500 ejemplares, de los cuales más de un 95%, viven al norte del Duero. 

Se observa un discreto pero paulatino repoblamiento de zonas donde había tenido una presencia histórica y se encontraba desaparecido. Existen poblaciones más reducidas en zonas de montaña de zonas cercanas como el País Vasco, La Rioja, Guadalajara y al norte de Portugal. En las zonas de montaña del norte de Andalucía también se encuentran algunas poblaciones, aunque aisladas por la Submeseta sur.

Hay que recordar que -como se empeñó en denunciar el más famoso naturalista de nuestro país, Félix Rodríguez de la Fuente- antes de 1970 la situación de este depredador era mucho peor. Se lo consideraba una «alimaña» y por tanto estaba permitido matarlo de manera no controlada, mediante cualquier técnica y en cualquier época del año, una barbaridad ecológica que llevó al lobo por la senda de la extinción. Fue justamente “El Hombre y la Tierra” el programa que contribuyó a cambiar la percepción del público general sobre este hermoso cánido.

El valor de un depredador

Los biólogos, ecologistas y conservacionistas celebran la decisión de Patrimonio Natural, que respalda el dictamen del Comité Científico de Flora y Fauna del Ministerio de Medio Ambiente, que hace un año dejó claro la importancia de la especie “como patrimonio cultural, científico” y defendió “los servicios ambientales que produce la presencia de este carnívoro en los ecosistemas naturales”. El Canis lupus signatus está en la cumbre de la cadena trófica, donde ocupa el papel de superdepredador restringiendo la población de herbívoros junto a otros carnívoros como el zorro o el lince.

“El lobo es una joya de nuestra fauna, un depredador apical que, además de regular eficazmente las poblaciones de ungulados silvestres -ciervos, corzos, jabalíes- y mesodepredadores, es capaz de autorregular sus propias poblaciones, incluso en los hábitats más degradados”, dicen desde el Fondo para la Protección de Animales Salvajes (FAPAS). “Su control letal para evitar ataques al ganado es, por tanto, innecesario, ineficaz y contraproducente al desintegrar manadas bien estructuradas que se alimentaban, sobre todo, de medianos y grandes ungulados silvestres”.

La otra cara del problema

El valor ecológico del lobo es científicamente incontestable, pero también lo es el daño económico que este depredador provoca en las zonas rurales.

La relación entre el lobo y el hombre siempre ha sido complicada. Aunque el canis lupus fue el primer animal que nuestros antepasados domesticaron en el paleolítico (perro y lobo son exactamente la misma especie), estos grandes depredadores son un peligro directo para el ganado, y en ocasiones, para las personas. Por algo el lobo es el malo de los cuentos.

Se calcula que el lobo protagoniza unos 4.500 ataques al ganado al año. Según la COAG, unas 15.000 cabezas de ganado mueren en estos ataques, lo que provoca pérdidas “millonarias”. No es de extrañar que este sector se muestre muy enfadado con la decisión de Patrimonio Natural.

Los ataques del lobo al ganado son objeto de compensaciones económicas, que varían por comunidad. En Madrid se ofrece un máximo de 500 euros por oveja o cabra muerta y de 1.000 euros por cada vaca o caballo atacado. Se puede añadir un plus por lucro cesante, el dinero que el ganadero deja de percibir como resultado del ataque, pero se quejan de la lentitud al recibir las ayudas, o de la escasez de las cuantías.

Estamos ante una contradicción entre la defensa del medio ambiente y el desarrollo económico rural que debe resolverse de forma adecuada, atendiendo a las necesidades de unos ganaderos que ya atraviesan una coyuntura difícil. Deben aumentar las ayudas por los ataques. Otros expertos hablan de implementar medidas que incrementen la seguridad del ganado, ayudas a la adquisición y mantenimiento de perros mastines -muy efectivos en la defensa del rebaño contra lobos- y formación a los ganaderos en técnicas de protección nocturna de la cabaña. 

La protección del lobo tiene dos caras, y por positiva que sea una de ellas, debe atenderse la otra con medios y financiación adecuados.

One thought on “Lobo ibérico, de alimaña a especie protegida”

Deja una respuesta