Guillermo Polo, director valenciano, ha debutado en el largometraje con una comedia negra que combina humor ácido, estética retro y una profunda reflexión sobre la vida y la muerte. La película se estrenó en la Sección Oficial del Festival de Miami y ha pasado por festivales como Cinema Jove y la Seminci.
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¿Cuál es el germen?
El punto de partida de la historia viene de hace unos diez años: arranca con la muerte del hermano del protagonista y con que lo único que queda con vida de él es su perro. El protagonista debe hacerse cargo del animal y de los asuntos pendientes que su hermano deja tras morir en misteriosas circunstancias. El protagonista —que quiere publicar su primera novela— utiliza esta experiencia para reconectar consigo mismo y mirar más hacia dentro a la hora de escribir. En ese sentido yo mismo he vivido un paralelismo con la película: llevaba años tratando de sacar adelante mi ópera prima, igual que él intenta terminar su novela. Y todo esto sólo podía abordarlo con un tono de comedia negra y sátira.
Solemos esconder la muerte. ¿Es mejor afrontarla de cara?
Cuando la muerte nos toca de cerca aflora nuestra vulnerabilidad: tocamos tierra y recordamos que estamos de paso. Siempre hay un halo de comedia y drama alrededor de la muerte, porque es inexplicable y absurda a la vez.
¿Por qué este viaje por carreteras secundarias y locales “dejados de la mano de Dios”?
En España no abundan las road movies: el territorio no es tan extenso. Quise homenajear lugares en vías de desaparición —ventas, bares, gasolineras— que forman parte de nuestra identidad. Todas las localizaciones son naturales, incluido un cementerio extraño cerca de Zaragoza; la película pretende ser testigo de esos sitios antes de que desaparezcan, y varios ya lo han hecho durante el proceso.
Tristán es un artista frustrado con una vida gris. ¿Por qué este protagonista tan antihéroe?
Tristán encaja en la figura del perdedor. Todos lo hemos sido o lo seremos y por eso conectamos con él. Está atrapado en la rutina —casa-trabajo, trabajo-casa— y, poco a poco, el viaje le hace reconectar con el Tristán creativo que aún lleva dentro: sus ganas de jugar y vivir.
‘Siempre hay un halo de comedia y drama alrededor de la muerte’
¿A quién representa Álex, esa compañera de viaje tan diferente al protagonista?
Álex es lo contrario: huye de algo que desconocemos y su manera de escapar es la diversión constante, buscar estímulos sin mirar atrás. No comparten generación —ella es Z—, y lo interesante es cómo se complementan. Álex mira todo con su filtro digital y actúa por intuición bajo su lema “Living y pa’lante”; Tristán filtra todo por la razón y necesita impregnarse de su energía, mientras ella le ayuda a mirarse hacia dentro.
La banda sonora está escogida con especial delicadeza. ¿Qué papel le das a la música en la historia?
En cualquier road movie la música es otro personaje que acompaña el viaje. No quería sólo score, sino canciones que sonaran como si procedieran del coche. He buscado temas, sobre todo nacionales, desde los años sesenta hasta 2024: del rock and roll clásico a Eskorbuto o Dover, pasando por bandas valencianas como Yo Diablo, Los Premios o The Invaders.
¿Cómo ha sido enfrentarte a tu primera dirección? ¿Te lo han puesto fácil los actores?
Un primer largometraje es un reto enorme: además de director he sido coguionista y coproductor, y la película me ha acompañado muchos años. Por suerte el reparto lo puso fácil: casi todos fueron primeras opciones, les atrajo un proyecto con aire diferente y se comprometieron mucho. Ensayamos bastante y, en rodaje, sólo hubo que ajustar detalles porque ya existía vínculo.
Hay muchas imágenes que recuerdan a Wim Wenders o los Coen. ¿Han sido importantes las referencias?
Las referencias están ahí y hay varios guiños que quise homenajear, pero cuando entras a crear intentas tomar distancia y hacer algo que te represente. Pueden aparecer ecos del cine indie americano, del europeo y del español —Bigas Luna, un primer Álex de la Iglesia, Airbag….
Destaca la dirección artística: esos colores e imágenes…
El diseño de producción es de Carla Fuentes, con Alba de la Asunción como mano derecha. Localizamos durante mucho tiempo lugares auténticos de la península: queríamos realismo y costumbrismo españoles, pero también una estética cuidada. Estilizamos sin perder la esencia de personajes y sitios.
‘Tristán encaja en la figura del perdedor, por eso conectamos con él’
Ni es la típica comedia veraniega ni un drama naturalista, que es lo que está triunfando en el cine español. ¿Se puede meter cabeza siendo original?

No encajar en esas cajas complica la producción y la distribución, pero hemos encontrado el camino: conseguimos distribuidora, viajamos a festivales dentro y fuera de España y hemos recibido buen feedback; la gente valora una propuesta original y atrevida. Siendo una ópera prima, era importante arriesgar.