Cuentos de hadas

Lean cuentos de hadas. Crueldad garantizada

Es conocido que los cuentos de hadas originales suelen tener escenas sádicas erradicadas de las versiones Disney. Pues bien, aquí nos postulamos como fieles defensores de la bellaquería en cuanto a cuentos se refiere.

Villanas que son tiradas cuesta abajo dentro de barriles revestidos de pinchos. Pájaros que arrancan los ojos de perversas hermanastras. Lobos que son escaldados en calderos y tirados a la corriente del río con el vientre lleno de piedras. Por otra parte, niñas que sufren a madrastras malvadas. Hijos abandonados en medio de oscuros bosques. Niños devorados por lobos y brujas… Lean cuentos de hadas, crueldad garantizada.

Es conocido que los cuentos de hadas originales suelen tener escenas sádicas erradicadas de las versiones Disney. Pues bien, aquí nos postulamos como fieles defensores de la bellaquería en cuanto a cuentos se refiere. Como explica Bettelheim en Psicoanálisis de los cuentos de hadas, muchos padres quieren apartar a sus hijos de violentas fantasías y ansiedades, consideran que tan solo deberían presenciar el lado bueno de las cosas: «Pero este mundo de una sola cara nutre a la mente de modo unilateral, pues la vida real no siempre es agradable».

La crueldad, no obstante, aparece de dos modos distintos basada en la diferencia entre villanos y protagonistas: los niños sufren en su desarrollo personal, mientras que los villanos sufren la brutalidad como castigo. El niño siempre va a tener un final feliz; el villano, uno terrible. Esto se debe a que los cuentos son piezas breves y la trama tiende a simplificarse. Además, al estar destinado a los infantes, los personajes no gozan de contradicciones ni de una gama de grises.

El único espacio donde nos podemos permitir las más terribles atrocidades.

Operan dos polos opuestos: el bien y el mal. La dualidad de la figura materna como proveedora de felicidad y castigadora se divide en la madre biológica, que es la buena, y en la madrastra, que es la mala. Estos conflictos tienen como función, entre otras, reflejar los miedos colectivos de los infantes. Encontramos el miedo al abandono de los padres o el sentimiento de estupidez del hermano pequeño frente a los mayores. Pero siempre se acaban superponiendo a los obstáculos y tienen un final feliz.

Los malos sufren terribles castigos, no como aliciente para que los niños se porten bien, sino para provocar su catarsis. Los pequeños siempre se van a identificar con el protagonista, que suele ser un niño, y van a vivir junto a él una catarsis al ver a los malvados caer. ¿Quién no se ha alegrado, en la ficción, de ver sufrir a un malhechor con su merecido castigo? Y es que para el común de los mortales, la ficción es el único espacio donde nos podemos permitir las más terribles atrocidades.

*Vera Creu Soler es filóloga y profesora de Lengua y Literatura

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