En los últimos 50 años hemos perdido el 70% de biodiversidad debido a los sistemas de monocultivo, la contaminación y el cambio climático. Esto supone un drama sin precedentes para la soberanía alimentaria y para las economías de las zonas rurales.
Un tercio de la población activa mundial se dedica a la labranza. Según el último informe de la FAO, 873 millones de personas siembran las tierras. Sin embargo, el 50% de las semillas están en manos de cuatro empresas privadas, lo que indica cuál es la contradicción que hace desequilibrar las reglas del juego. Sólo Bayer-Monsanto ya controla el 30% de éstas, así como los fertilizantes y agroquímicos.
La agricultura es la práctica social que nos acompaña desde el Neolítico.
La manera de relacionarnos con el medio natural ha estado determinado por la subsistencia, el conocimiento y domesticación de los terrenos, los ríos, ha sido tan necesario y tan intrínseco a cada pueblo que ha permitido el desarrollo y la multiplicación de la humanidad. Sin embargo, las prácticas de monopolización imperantes en las últimas décadas, que prometían acabar con el hambre, no hacen más que cronificarlo, generando desiertos y campos infértiles, al tiempo que someten a los agricultores a sus reglas de juego.
La palabra «cultura» tiene sus raíces en el latín «cultus», que originalmente se refería al acto de cultivar la tierra (agricultura) o al cuidado de algo, como el cuidado de un jardín o el culto a los dioses.
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Custodiadores de Semillas, los guardianes de la vida

En el mundo hay muchas iniciativas que resisten a esta situación, y que preservan los cultivos locales, guardan y comparten semilleros autóctonos y son conscientes de la importancia de su labor para proteger la tierra y mantenerla nutrida frente a las prácticas de tierra quemada de los monopolios.
El colectivo Extiércol es un buen ejemplo en Cuevas del Becerro (Málaga). Una forma diferente de producir comida de forma ecológica, de cercanía, temporada, sana y coherente con el cuidado de la Tierra.
Defienden que Andalucía debería orientarse hacia la extensión en la aplicación del modelo agroecológico, el fortalecimiento de las redes agroecológicas y la construcción de espacios donde se definan estrategias colectivas regionales para una transición del sistema agroalimentario hacia modelos agroecológicos regionales.
Cada año organizan el Festival de Semillas, en el que se intercambian semillas autóctonas y se interconectan agricultores y activistas defensores de la soberanía alimentaria.
¿Hay mejor manera de entrar en la primavera que intercambiando saberes para sembrar un futuro de esperanza?
* Eva del Amo es chef en ‘La Cantina de Ruzafa’