Las ocurrencias de un presidente saliente

«Las especulaciones sobre que esta reprogramación tenga algo que ver con la sucesión de Zapatero seguramente no tienen ningún sustento. Seguro. O no. Tenemos todo el derecho a barajar todas las hipótesis. Incluida la de que el PSOE se plantee ahora un tipo de campaña totalmente diferente a la ya diseñada tanto para proteger a Zapatero de los ataques en tromba del PP como para proteger a sus candidatos locales del daño que la gestión del presidente del Gobierno estos últimos dos años les puede ocasionar en las urnas.»

No habrá Vistalegre, el encuentro emblemático que el artido se había construido entre Zapatero y sus bases. El PSOE presume, además, de que se ahorrará los miles de euros del alquiler ya programado de la plaza y de que los podrá "redireccionar" (¿jar?) para fomentar más actos locales y autonómicos. Zapatero, además, tomará parte en algunos de esos actos redireccionados. Pero el PSOE aún no sabe si tiene que rediseñar esa campaña con un Zapatero presidente saliente, entrante, reincidente o circunstancial. (EL PAÍS) LA VANGUARDIA.- El gobierno de Irlanda quiso iniciar la insolvencia de sus bancos, pero los bancos alemanes tenían demasiado dinero en el asunto (100.000 millones según el Banco de Pagos Internacionales) como para consentirlo y Merkel precipitó el rescate. Ahora, no se atreven a reestructurar la deuda griega, “porque el sector bancario alemán no es lo suficientemente fuerte como para absorber las pérdidas”, señala un experto citado por ese diario. La crisis ha regresado a donde comenzó: a los bancos, dice. EL PAÍS.- Las verdaderas revoluciones ocurren solo cuando el viejo sistema represivo es minuciosamente desmantelado y purgado. Pero la revolución de Egipto es una revolución cuya etapa inicial terminó con el poder plenamente en manos del aparato represivo del antiguo régimen. El riesgo es que los lazos fraternales entre el Ejército -no exactamente inocente de las prácticas represivas del régimen de Mubarak- y los manifestantes puedan tener corta vida. Hasta ahora, el Ejército solo ha accedido a una de las demandas centrales de los manifestantes -deshacerse de Mubarak-. No respaldó la amplia gama de demandas liberales manifestadas por los revolucionarios de la plaza Tahrir. Opinión. El País ¿Otra ocurrencia de un partido serio? J. Casqueiro Si fuera parte de un plan perfectamente premeditado no habría salido jamás tan bien el espectáculo de improvisaciones y descoordinación que está ofreciendo el PSOE y el Gobierno que dirige José Luis Rodríguez Zapatero en las últimas semanas. No, tiene que ser otra ocurrencia. Otra idea genial. Otra medida salvadora. Lo de ponerse ahora, a apenas dos meses del inicio de la campaña electoral del 22-M, a reprogramarlo todo no es propio de un partido tan serio e importante como el PSOE. Luego no puede ser verdad. No debe. Y menos con la explicación oficial de que se pretende subrayar así más el carácter local de estos comicios. Como si no se supiera eso hace cuatro años. No, tiene que haber otra razón de peso. Las especulaciones sobre que esta reprogramación tenga algo que ver con la sucesión de Zapatero seguramente no tienen ningún sustento. Seguro. O no. Como nos falta buena información al respecto, y el presidente y su entorno se empeñan en juguetear con una decisión tan trascendente para todos los españoles, tenemos todo el derecho a barajar todas las hipótesis. Incluida la de que el PSOE se plantee ahora, con tan poco tiempo de reacción, un tipo de campaña totalmente diferente a la ya diseñada tanto para proteger a Zapatero de los más que previsibles ataques en tromba del PP y de Mariano Rajoy (insinuación que deslizan en sus argumentarios), como para proteger a sus candidatos locales (para las alcaldías y las autonomías) del daño que la gestión del presidente del Gobierno estos últimos dos años les puede ocasionar en las urnas. Pero también puede que les haya hecho mella finalmente, tanto a Zapatero como a su entorno, la presión de los principales barones para que el presidente descubra cuanto antes (desde luego con anterioridad al 22-M) sus proyectos de futuro en el ámbito político. Es decir, si quiere repetir una tercera vez como candidato a la presidencia en 2012. José Blanco, el vicesecretario general y responsable de la campaña, ha reaccionado esta mañana con malestar ante el nuevo panel de quinielas periodísticas que ha desatado la decisión inesperada del comité electoral, al parecer pergeñada el lunes en los maitines de La Moncloa y comunicada a los comités regionales por la tarde mediante videoconferencia. El PSOE es cada día más moderno, tanto que el sábado se aprobaron las listas en el comité federal mediante asentimiento, llevándose los convocados lo decidido en un pen drive en el bolsillo. Tampoco ha ayudado mucho a aclarar lo sucedido cuando Blanco ha dicho que el asunto quedará claro cuando él decida (se conocerá la agenda oficial de la campaña dentro de un mes) mientras advertía al mismo tiempo que las estrategias no deben revelarse para que funcionen. En fin, no habrá Vistalegre, el encuentro emblemático que el partido se había construido entre Zapatero y sus bases. El PSOE presume, además, de que se ahorrará los miles de euros del alquiler ya programado de la plaza y de que los podrá "redireccionar" (¿jar?) para fomentar más actos locales y autonómicos. Zapatero, además, tomará parte en algunos de esos actos redireccionados. Pero el PSOE aún no sabe si tiene que rediseñar esa campaña con un Zapatero presidente saliente, entrante, reincidente o circunstancial. EL PAÍS. 9-3-2011 Crisis euro. La Vanguardia Una mayor flexibilización ante Grecia divide a Alemania Rafael Poch Conforme se hace patente el fracaso de los planes de rescate europeos y la necesidad de una reestructuración de la deuda de países como Grecia, el gobierno alemán se está viendo forzado por la realidad a trabajar en escenarios que flexibilicen su actitud en la materia, lo que choca con resistencias considerables. En Berlín ya se trabaja en un plan que admita cierta reestructuración de la deuda dentro del mecanismo de rescate financiero permanente que debe perfilarse en Bruselas en dos cumbres decisivas para el futuro del euro que se celebrarán este mes, la primera de ellas el viernes, pero la división es patente. El nuevo escenario contempla la posibilidad de que los países en situación más crítica puedan recomprar su propia deuda utilizando fondos del rescate europeo. La novedad viene dictada por la evidencia del fiasco de la política seguida, basada en el mismo recetario que ocasionó la crisis, y que atrapa ahora a los países más endeudados con una política de austeridad diseñada para los bancos y que asfixia toda posibilidad de crecimiento e incrementa la deuda. La deuda griega ha aumentado en más de 40.000 millones en un año y ya asciende a más de 340.000 millones (147% del PNB). El 12% de esa deuda vence en 2011, lo que promete una presión en aumento. La agencia de calificación Moody´s recortó ayer la calificación de la deuda griega, situándola al nivel de países como Bolivia o Bielorrusia, lo que afecta directamente a Portugal y a todos los países en dificultades. Si no cambia la política, en dos años Grecia e Irlanda habrán quebrado y otros estarán al borde de la quiebra. La UE quiere que Alemania de su brazo a torcer y consienta en que el mecanismo anticrisis pueda comprar bonos de los países en situación crítica y reducir los intereses de deuda, ha explicado el comisario de asuntos económicos Olli Rehn al diario Handelsblatt. Esa es la luz que alumbra el nuevo plan del Ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, quien en enero decía que en materia de la deuda griega todo iba perfectamente. Pero el cambio de actitud en el Ministerio de Finanzas alemán ha desatado una reacción inmediata en los sectores mas conservadores de la política y la economía alemana. Die Welt, el diario que mejor los representa, ya anunciaba a finales de febrero la ampliación en Alemania de lo que definía como “una coalición de políticos de primera fila, funcionarios del Bundesbank y profesores de economía” contra las veleidades del Banco central Europeo comprando deuda y contra la ampliación del fondo de rescate del euro. Esa práctica pone en peligro la “independencia” del BCE dicen los patriarcas del neoliberalismo alemán, con el profesor Hans-Werner Sinn a la cabeza. Su posición es el rechazo a hacer de la unión económica y monetaria una “unión de transferencias”, ignorando que los enormes superavits alemanes de los últimos diez años alimentaron con capital las fantasías especulativas inmobiliarias de Estados Unidos, Irlanda o España. Este sector simplemente propone endurecer el pacto de estabilidad con “sanciones automáticas contra quienes lo vulneren que lleguen hasta su exclusión de la UE”, dice el presidente de la Asociación de la pequeña y mediana empresa del partido de Merkel (CDU), Josef Schlarmann. Los grupos parlamentarios de la coalición conservadora (CDU/CSU y liberales del FDP) están en esa posición y dominan el Bundestag, que es quien debe aprobar cualquier reforma del mecanismo de rescate europeo. Su posición viene determinada por un horizonte de elecciones regionales difíciles para el gobierno de Merkel y también por la delicada situación de los bancos alemanes, descrita el domingo en la edición electrónica del Frankfurter Allgemeine Zeitung como “el secreto mejor guardado del país”. El gobierno de Irlanda quiso iniciar la insolvencia de sus bancos, pero los bancos alemanes tenían demasiado dinero en el asunto (100.000 millones según el Banco de Pagos Internacionales) como para consentirlo y Merkel precipitó el rescate. Ahora, no se atreven a reestructurar la deuda griega, “porque el sector bancario alemán no es lo suficientemente fuerte como para absorber las pérdidas”, señala un experto citado por ese diario. La crisis ha regresado a donde comenzó: a los bancos, dice. LA VANGUARDIA. 8-3-2011 Opinión. El País Salvando la revolución egipcia Shlomo Ben Ami Las revoluciones a lo largo de la historia demostraron devorarse a sus hijos. Sus resultados fatales rara vez son congruentes con las intenciones de quienes las impulsaron. Con demasiada frecuencia, las revoluciones son apropiadas por una segunda ola, ya sea más conservadora o más radical de lo que contemplaron en un principio los iniciadores del cambio. Lo que comenzó en Francia en 1789 como un levantamiento de las clases medias en alianza con los sans culottes terminó con el retorno de la monarquía en la forma de la dictadura de Napoleón. Más recientemente, la primera ola de la revolución iraní, bajo la presidencia de Abolhassan Banisadr, de ninguna manera era exclusivamente islamista; la segunda ola, liderada por el ayatolá Ruhollah Jomeini, lo fue. El interrogante para Egipto es si la agenda de una democracia verdaderamente pluralista -proclamada por los manifestantes jóvenes de vanguardia en la plaza Tahrir, la generación Facebook y Twitter que admirablemente se vale por sí misma- puede prevalecer frente a las fuerzas resistentes del pasado. De hecho, según una encuesta del Pew Research Center, solo el 5,5% de la gente tiene acceso a Facebook, mientras que el 95% quiere que el islam juegue un papel esencial en la política, el 80% cree que los adúlteros deben ser apedreados, el 45% son prácticamente analfabetos y el 40% vive con menos de dos dólares al día. En términos ideales, el nuevo orden democrático debería basarse en una plataforma común adoptada por las fuerzas de cambio, tanto seculares como islámicas, y en un pacto de transición entre estas fuerzas y aquellas que representan el viejo sistema, primero y principal de todos, el Ejército. De hecho, una de las características curiosas de la revolución egipcia es que ahora opera bajo la exclusiva protección de un Ejército conservador. Las verdaderas revoluciones ocurren solo cuando el viejo sistema represivo es minuciosamente desmantelado y purgado. Pero la revolución de Egipto es una revolución cuya etapa inicial terminó con el poder plenamente en manos del aparato represivo del antiguo régimen. El riesgo es que los lazos fraternales entre el Ejército -no exactamente inocente de las prácticas represivas del régimen de Mubarak- y los manifestantes puedan tener corta vida. Hasta ahora, el Ejército solo ha accedido a una de las demandas centrales de los manifestantes -deshacerse de Mubarak-. No respaldó la amplia gama de demandas liberales manifestadas por los revolucionarios de la plaza Tahrir. Podría decirse que el Ejército aceptó la demanda de los manifestantes de derrocar a Mubarak como la mejor manera de evitar que se instalara una república dinástica bajo el mando del hijo de Mubarak, Gamal. Las masas reclamaban una revolución, mientras que el Ejército llevó a cabo su propio golpe de Estado con la esperanza de salvar lo que es esencial en el sistema sacrificando al mismo tiempo al hombre que lo encarnaba. La tentación del Ejército de limitar el cambio refleja el perfil conservador de su jerarquía, los privilegios extraordinarios de los que goza y los intereses económicos con los cuales ha estado asociado. Egipto estuvo gobernado como un Estado policial y, con un aparato de seguridad gigantesco y omnipresente, el Ejército podría verse tentado de asumir el rol de guardián del orden y la estabilidad si la democracia terminara resultando demasiado caótica. Afortunadamente, la capacidad del Ejército egipcio para impedir el cambio es limitada. Un Ejército proclive a Occidente, financiado y entrenado por Estados Unidos, no puede permitirse la libertad de disparar a manifestantes pacíficos. De hecho, limitar el papel político del Ejército seguramente será una condición fundamental para mantener las relaciones amistosas de Egipto con Occidente. Un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y un mejor acceso a los mercados de la UE podrían ser fuertes incentivos que Occidente puede ofrecer a la joven democracia de Egipto. De manera que, no importa lo condicionado que pueda estar el Ejército egipcio por su visión del mundo y sus intereses creados, no tiene otra opción que facilitar el proceso de democratización. Sin embargo, debería aceptar que ninguna democracia árabe que se precie de tal podría negarse a abrirle las puertas electorales al islam político. Por cierto, la tarea tremendamente histórica de Egipto hoy consiste en rechazar el antiguo paradigma según el cual la única elección del mundo árabe es entre la autocracia secular y represiva o la teocracia oscurantista y represiva. Pero el régimen que surja está obligado a estar más en sintonía con las condiciones locales, y por ende con el papel vital de la religión en el tejido social. Una democracia que excluya a la religión de la vida pública por completo, al estilo de Francia, no puede funcionar en Egipto. Después de todo, una democracia de esas características no funciona en Israel, ni siquiera en Estados Unidos, un país al que G. K. Chesterton describió como poseedor del "alma de una iglesia". Construir un Estado secular moderno para un pueblo devoto es el principal desafío de Egipto. Dicho esto, un escenario en el que la Hermandad Musulmana usurpe la revolución no parece plausible, aunque más no sea porque esto podría llevar a otro hombre fuerte a caballo a asumir el mando. Aunque todavía inspirada por conservadores incondicionalmente antioccidentales que creen que el "estandarte de la yihad" no debería abandonarse, la Hermandad hoy no es la organización incondicionalmente yihadista que el régimen de Mubarak le mostraba a Occidente. Desde hace mucho tiempo que repudia su pasado violento y demuestra un interés por la participación política pacífica. La tensa relación entre los regímenes árabes y el islam político no es necesariamente obligada. Es en este contexto que el frustrado "acuerdo de la Meca" palestino entre lo religioso (Hamás) y lo secular (Fatah) para formar un Gobierno de unidad nacional para Palestina podría haber establecido un nuevo paradigma para el futuro del cambio de régimen en el mundo árabe. Estos acuerdos pueden ser la única manera de frenar la caída en una guerra civil, y posiblemente invitar a los islamistas a sellar un acuerdo con Israel y un acercamiento con Occidente. EL PAÍS. 9-3-2011

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