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La vergüenza de Cataluña, una mancha en España

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Los españoles que se oponen a la independencia catalana, incluyendo al primer ministro Mariano Rajoy, deben estar frotándose las manos de alegría tras el escándalo que se desarrolla en el noreste de su país. Jordi Pujol, padre del nacionalismo catalán moderno y fundador del partido Convergència Democràtica, ha admitido un grave fraude en una investigación que ya ha retirado a su hijo. El escándalo parece probable que altere significativamente el debate sobre el independentismo catalán y, si es mal manejado, podría llevar a un endurecimiento de las posiciones en ambos campos. Si se maneja bien, sin embargo, podría ser en cambio una oportunidad para que el señor Rajoy y Artur Mas, líder del partido de centroderecha Convergència y presidente de Cataluña, actuaran de manera más constructiva. El sr. Pujol, que fue presidente catalán durante 23 años hasta 2003, sorprendió a sus seguidores el mes pasado al revelar que había mantenido cuentas bancarias ocultas fuera de España durante los últimos 34 años. Su partido ha dominado la política regional durante décadas y, bajo el señor Mas, ha pasado de una postura nacionalista moderada a la apuesta decidida por un Estado independiente. El señor Mas dice que va a celebrar un referéndum sobre la independencia en noviembre, un plan que tiene la inflexible oposición de la clase política española. Los independentistas basan en parte su causa en el argumento de que Cataluña, que representa una quinta parte de la producción del país, da al centro mucho más de lo que recibe -16 mil millones de euros de transferencias fiscales en un año, de acuerdo a las estimaciones del gobierno regional. Que fuera el propio señor Pujol quien retuviera el dinero adeudado a las arcas catalanas socava la autoridad moral de este argumento. También contamina la creencia de muchos catalanes en que el Sr. Pujol, además de su estatus en Cataluña, personificó sus valores tradicionales de trabajo duro y honradez. El Sr. Pujol se encargó de reforzar esta imagen. En el último editorial en su página web -publicado después de la victoria de Alemania en la Copa Mundial de fútbol- escribió: “Es bueno sentir orgullo al haber llegado donde hemos llegado sin hacer trampas” -en referencia a la trayectoria de la selección española durante un campeonato lleno de polémica por la actuación de los árbitros-. Una frase poco acertada para un evasor de impuestos.Su desenmascaramiento como un hipócrita y evasor de impuestos no puede sino socavar el apoyo a su partido y su causa nacionalista (…)Gran parte de la insatisfacción del electorado se debe al catálogo de escándalos que han enturbiado España recientemente y han expuesto las sórdidas vergüenzas de muchos miembros de la elite del país. Los catalanes se consideraban, hasta cierto punto, por encima de estos escándalos – una confianza fuera de lugar, como ha resultado evidente. La letanía de estos delitos sugiere que la renovación institucional en España sigue siendo una prioridad. Para Cataluña, el escándalo presenta tanto oportunidades como peligros. En la actualidad puede desatar luchas internas en su coalición de gobierno a medida que Convergència trata de minimizar la historia de Pujol, mientras que otros exigen una investigación más profunda. El Sr. Pujol ha renunciado a sus beneficios como ex presidente del partido, pero esto es poco probable que sea suficiente. Una ruptura en la coalición tendría como resultado que el Sr. Mas llamara a elecciones anticipadas, en las que los partidos más independentistas podrían ganar el poder. Si eso sucediera, un nuevo parlamento catalán podría tener la tentación de emitir una declaración unilateral de independencia, sumiendo al país en una crisis constitucional sin precedentes desde la transición a la democracia a finales de 1970. Por lo tanto, el señor Rajoy debería aprovechar este momento de debilidad relativa de Convergència y comprometerse con las últimas propuestas del señor Mas sobre políticas regionales de financiamiento y de educación. Ceder a algunas de las demandas de Cataluña podría evitar elecciones anticipadas allí, y al mismo tiempo, en el proceso, abrir un debate más sofisticado sobre el adecuado equilibrio de poder entre las regiones de España y su gobierno central.

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