La sucesión aplazada de Zapatero y el mandato de Botí­n

Zapatero acaba su mandato como lo empezó. En 2004, su llegada a la presidencia estuvo marcada por las declaraciones previas de Botí­n («mis hijos, que saben mucho de esto, me han dicho que va a ser un gran presidente») y el apoyo cerrado del eje franco-alemán a un hombre que habí­a puesto en el centro de su programa el objetivo de «volver al corazón de Europa». Siete años después, anuncia que se va tras otras declaraciones previas de Botí­n conminándole a permanecer en el cargo hasta el último momento y comprometido con llevar hasta el final la polí­tica de recortes, reformas y rebaja salarial que le exige ese mismo «corazón de Europa» al que se encomendó en 2004.

El crédito roporcionado por ambas fuerzas –el jefe la oligarquía española y los grandes centros de poder imperialista– se agota para Zapatero. Pero no por no defender fielmente sus intereses o no acatar sumisamente sus dictados, sino porque, precisamente por hacerlo, la credibilidad y el prestigio de Zapatero ante los españoles en general y entre sus propios votantes en particular, ha entrado en caída libre. Lo que amenaza al mismo tiempo con poner al PSOE ante un abismo electoral que deje el camino expedito a una mayoría absoluta del PP. Se va pero se queda Resolver de una tacada ambos aspectos, la retirada de un líder que a día de hoy es puro vitriolo electoral para su partido, pero que al mismo tiempo es el que más garantías ofrece tanto a Botín como a Washington y Berlín, es el objetivo de la propuesta presentada por Zapatero en la pasada reunión del Comité Federal del PSOE. No se presenta como candidato a la reelección, pero permanecerá en La Moncloa hasta marzo de 2012. Asumiendo sobre sí el desgaste político que supone aplicar hasta el final el programa de recortes y rebaja salarial que mandan Bruselas y el FMI, buscando que el candidato socialista que surja de las primarias llegue lo menos “contaminado” posible por su gestión a las elecciones generales. Hay quien ha dicho estos días que, al abrir el proceso de sucesión mediante unas primarias, Zapatero ha desobedecido el mandato de Botín, que expresamente le reclamó en la pasada reunión de Zapatero con los 41 mayores empresarios del país que “aparcara el debate sucesorio”. Nada más lejos de la realidad. Porque lo que en realidad hizo Botín en esa reunión fue trazar una línea de demarcación inviolable para el presente, y lanzar una orientación de carácter fundamental para el futuro inmediato. La línea de demarcación fue que no hubiera la mas mínima posibilidad de una convocatoria de elecciones anticipadas. Desde la óptica de Botín, en España no puede ocurrir, de ninguna manera, lo que ha ocurrido en Portugal. Nada de turbulencias parlamentarias, de crisis política, de adelanto electoral ni vacío de poder. Un proceso que al país vecino le ha supuesto ver cómo pasaba a pagar hasta un 9% por los intereses de su deuda externa. Coste inasumible para cualquier economía –y que la coloca al borde del rescate–, pero que en concreto puede significar un quebranto de proporciones inimaginables para el Santander, el banco europeo que en 2010 se vio obligado a emitir el mayor volumen de deuda nueva para mantener su expansión mundial. Zapatero, de momento, ha cerrado esa posibilidad al anunciar que se mantiene en el cargo hasta el final de su mandato, algo que previsiblemente debe haber negociado con las minorías nacionalistas para que sostengan la exigua e inestable mayoría parlamentaria con la que viene gobernado desde el pasado mes de mayo. “Operación esperanza” Pero el mensaje de Botín contenía una segunda parte que ha pasado inadvertida para casi todo el mundo. Como dijimos en estas mismas páginas la pasada semana, al exigir a Zapatero que permanezca en el cargo hasta el final, Botín también está buscando abrir la posibilidad de que se produzca de aquí a entonces, al menos, una cierta recuperación electoral del PSOE. Recuperación que debería venir, de un lado, de la ilusión de que aparezcan algunos “brotes verdes” en la economía, aunque sean sólo virtuales y momentáneos, fruto coyuntural del inicio del crecimiento económico de nuestros mayores socios comerciales y de un buen año de la industria turística, como consecuencia de las revueltas que viven el Norte de África y Oriente Medio. Y del otro, de la presentación de un candidato en marzo de 2012 que, de alguna manera, pueda presentarse como un punto y aparte al tramo final de la era Zapatero. Y que además cuente con el pedigrí de ser el resultado, a diferencia de Rajoy, de un proceso democrático de primarias en el seno del PSOE. El objetivo de ambos movimientos sería malograr lo que hoy las encuestas vaticinan –con una ventaja de entre 10 y 15 puntos– como una holgada mayoría absoluta del PP. En el planteamiento de Botín, ya que es inevitable que su fiel Zapatero abandone La Moncloa y sea sustituido por Rajoy, al menos que le suceda un gobierno del PP políticamente débil, sin mayoría absoluta y viéndose obligado a negociar para sacar adelante sus proyectos. Lo que, al mismo tiempo, explica la insistencia del PP en seguir exigiendo la convocatoria de elecciones anticipadas. Para los sectores de la clase dominante no alineados con Botín –y que durante estos 7 años se han visto perjudicados por su grado de cercanía, control e influencia sobre Zapatero–, de lo que se trata es justamente de lo contrario: no dar ninguna posibilidad al PSOE de recuperarse electoralmente, apostando radicalmente por una mayoría absoluta de Rajoy que hoy creen tener asegurada. Nunca más “veneno para la taquilla” La jugada adelantada por Botín se dirige a evitar a toda costa nada que pueda parecerse ni por asomo a una repetición de la segunda legislatura de Aznar. A partir de 2001, Aznar, revestido del margen de autonomía que le permitió la obtención de una amplia mayoría absoluta en marzo del 2000, trató de dar un giro sustancial a la posición internacional de España, aprovechar las turbulencias en el orden mundial creadas por la línea Bush para dar un salto en la cadena imperialista sobre la base de establecer una relación “privilegiada” con EEUU. Convertido en el ariete de Washington contra el eje franco-alemán, el entonces canciller alemán, Gerard Schröeder, llegó a decir que “Aznar es como un dolor de muelas, (…) y me las va a pagar todas, una por una”. Pero si esta política de Aznar era “un dolor de muelas” para Schröeder, a los ojos de Botín era puro “veneno para la taquilla”. En unos momentos en que su proyecto de expansión se dirigía hacia los mercados europeos (algo impensable sin el visto bueno del eje franco-alemán, mucho menos con enfrentamientos frontales con él), y en el que los capitales que necesitaba para esa expansión tenían que provenir también de la banca francesa y alemana, la política de Aznar debía ser quebrada y revertida a cualquier precio. Era imperioso pasar de poner los pies sobre la mesa en el rancho tejano de Bush y hacerse la foto con él en las Azores a “volver al corazón de Europa”. Zapatero fue el hombre encargado de ejecutar este nuevo giro, y ahora que debe marchar, hay que asegurar que le suceda un gobierno débil política y parlamentariamente. Esto es, para Botín, lo más importante que se juega en la sucesión de Zapatero. Y este es el sentido último de la propuesta de Zapatero de “me voy pero me quedo”. Sin embargo, una cosa son los diseños políticos sobre el papel y otra, que puede llegar a ser muy distinta, lo que determine el desarrollo de los acontecimientos. Las elecciones autonómicas y municipales del próximo 22 de mayo adquieren, desde esta perspectiva, una importancia de primer orden. Sus resultados influirán de forma importante, tanto en la correlación de fuerzas política general, como en la misma correlación de fuerzas interna en el PSOE a la hora de abordar las primarias. Los barones del PSOE han apostado muy fuerte por dar la batalla de 22-M con la baza de un Zapatero ya amortizado y levantando la bandera de que con el PP, en cualquier caso, siempre “será peor”. Pero eso no les asegura tampoco nada. Dependiendo de hasta dónde llegue su inevitable retroceso electoral –y lo que puede llegar a ser aún más importante, la pérdida de poder territorial que ello implique–, el 23-M abrirá una nueva coyuntura, con una nueva correlación de fuerzas en la que nada –desde las elecciones anticipadas hasta la no celebración de las primarias, pasando por nuevas turbulencias financieras– está descartado de antemano. De nuestra hemeroteca…. Delinquios Antonio Sánchez Mairena “Delinquio: dícese de aquel pensamiento que es al mismo tiempo delirio y delito. O que participa de ambos”. Sólo el concepto de delinquio es capaz de describir la naturaleza –situada a mitad de camino entre el desvarío inconsciente y el delito político– de uno de los últimos hallazgos de Rodríguez Zapatero: “el papel de España está con Francia y Alemania, los países que más nos han ayudado a ser europeos”. Delirio, desvarío, trastorno,… Sólo desde una situación similar de alteración psíquica –temporal o permanente– se puede entender que Zapatero otorgue a nadie el descomunal poder geológico, geográfico e histórico que supone haber hecho europea a España. Sólo alguien preso de un complejo de inferioridad insuperable puede imaginarse a Francia y Alemania haciendo y deshaciendo continentes, construyendo y prescribiendo países, componiendo y reconvirtiendo la historia a su antojo. Sólo una psique infantil y acomplejada es capaz de representarse al eje franco-alemán como la unión ciclópea de dos fuerzas primigenias, dotadas de tan inimaginable poder que, a su solo deseo, los continentes derivan, las fronteras mutan, la historia se rescribe. Llevado de ese delinquio, que tiende a encerrar toda la realidad en su único objeto de deseo, de un solo golpe Rodríguez Zapatero ha hecho desaparecer varios miles de años de nuestra historia. Para él Roma, los reinos visigodos, la Edad Media, Carlos I o Felipe II no han existido nunca. Séneca, Quintiliano y Trajano son inexistentes mitos de la antigüedad. Isidoro de Sevilla, Ramón Llull y Juan de la Cruz invenciones de la iglesia. Los tercios combatieron en Asia, Lepanto sucedió en el Pacífico. Y Santiago de Compostela, la Universidad de Salamanca y el Escorial estuvieron enclavados en el corazón de África. Sólo existen los últimos 200 ó 300 años y, en su delirio, Zapatero imagina que España empezó a ser europea cuando franceses y alemanes vinieron a sacarnos de nuestro de error geológico, de nuestra confusión geográfica, de nuestro desorden histórico. Pero el trastorno de Zapatero no se agota en el delirio, se extiende también hacia el delito. Pues no puede calificarse de otra manera la afirmación de que los españoles debemos a Francia y Alemania nuestra condición de europeos. ¿Se refiere acaso a las masacres y al expolio llevadas a cabo por las tropas de Napoleón, precursoras avant la lettre de la exportación de la revolución a golpe de cañones y fusilamientos? ¿O a los cien mil hijos de San Luis, enviados desde París para ahogar en sangre a los liberales españoles y restaurar el poder absoluto de Fernando VII? Quizá aluda al peculiar modo de hacernos europeos que tuvo la Francia republicana, liberal y jacobina de la segunda mitad del siglo XIX apoyando al carlismo absolutista, reaccionario y fuerista bajo el único argumento, expresado por el embajador francés en Madrid, de que “cuanto más sube el carlismo, más baja el precio de las minas de Almadén”. O al indigno y miserable tratamiento que el gobierno del frente popular francés dio a los refugiados españoles, que después de tres años de heroica resistencia al fascismo fueron a parar a campos de concentración franceses para después ser entregados por el régimen de Vichy a Franco y a la Gestapo. O a las insólitas pretensiones de Giscard D’Estaing cuando, tras la muerte del dictador, insistía en comer con Juan Carlos el mismo día de su coronación para exigirle que el embajador francés despachara directamente con el rey y no con el presidente del gobierno ni con el ministro de exteriores. O a las innumerables trabas que Mitterrand puso a nuestra entrada en el Mercado Común hasta que, finalmente aceptadas por F. González todas las exigencias impuestas por el Eliseo, declaró a sus empresarios: “España está en venta, cómprenla”. Difícil respuesta para Zapatero ¿quién nos ha hecho más europeos: Napoleón, Luis XVII, Bloom, Giscard o Mitterrand? Para no cansar al lector no seguiremos con la lista –que podría hacerse interminable– de las múltiples agresiones y atropellos sufridos en nuestra historia contemporánea por la burguesía imperialista más avariciosa y miedosa del continente, capaz de entregar París a las divisiones de panzer alemanes con tal de conservar sus propiedades, para reclamar, sólo cinco años después, una silla junto a los vencedores. No estamos hablando aquí, por supuesto, ni de Francia como país ni de su pueblo, sino de una oligarquía más retestinada y pestilente cuanto más decadente es el poder económico y político del que dispone. Aunque Zapatero, en su delinquio, haya perdido el olfato para detectar su podredumbre. ¿Y que decir de Alemania, el otro gran titán en la pueril mitología de Zapatero, sino que gracias a ella el genio artístico español se vio obligado a alumbrar la obra de arte más popular del siglo XX: el Gernika de Picasso? Una forma de hacernos europeos muy acorde con las tradiciones entre etnicistas, bávaras y prusianas tan queridas desde siempre por las clases dominantes germanas: la población que no cabe, o que no quiere entrar, en sus proyectos es directamente eliminable. Lo de Gernika fue sólo un ensayo del modelo de Europa que ofrecerían al mundo unos años después en Auswichtz o Mathausen. ¿Qué valores europeos puede ofrecer a España una burguesía monopolista asesina y degenerada que ha sumido por dos veces a Europa durante el siglo XX a una carnicería sin precedentes en la historia de la humanidad? Y que continúa su imparable marcha histórica amenazando con desgarrar nuevamente al viejo continente. Experimento que ya inició con trágico éxito en los Balcanes, continuó con Checoslovaquia y ahora dirige hacia nosotros. En su delinquio, Zapatero confunde el continente con el contenido, otorgando –desde su infantiloide complejo de inferioridad– el papel de anfitriones de la casa común europea a quienes no son sino unos huéspedes más, y no precisamente de los más queridos. ¿Quién ha dicho que Alemania y Francia son más Europa que España, Portugal, Italia o Grecia? Y, apurando todavía un poco más y sin ánimo de caer en chovinismo alguno: ¿de quiénes podría decirse que han aportado más a la creación de esa Europa en la que todos se miran? Sólo desde una interpretación de nuestra historia deformada por el delirio y el delito cabe esta desmesurada visión en la que Alemania y Francia se nos presentan como el principio creador, el alfa y el omega de Europa. Puro delinquio. Y si en el diccionario no existe el término, la Academia debería acuñarlo. (Publicado en el De Verdad nº 8, de abril de 2003)

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