La izquierda debe defender la unidad ¡Torra dimisión!

Los artífices del procés llevan años sembrando la división y el enfrentamiento en la sociedad catalana, tratando de conducir por la fuerza a una Cataluña plural y diversa por el camino trazado por sus delirios identitarios y etnicistas. Ellos -la burguesía burocrática catalana, la casta del 3%, los Pujol, los Mas o los Puigdemont- son los que han creado una herida abierta en la convivencia. Una llaga de enemistades superfluas que tardará años en sanar.

Llevan décadas haciendo suyos todos los entramados del poder autonómico. Han construido todo un régimen, que extiende sus tentáculos sobre toda la sociedad catalana. El instrumento principal ha sido el reparto de subvenciones, que ha creado toda una red clientelar que depende del respaldo de la Generalitat. Tienen a su disposición toda una batería de altavoces mediáticos con los que difundir sus climas de opinión identitarios y sus campañas políticas. Han conseguido encuadrar a una parte notable de la sociedad catalana que sigue sus orientaciones políticas independentistas.

Pero no son la mayoría. Cada vez que la población catalana ha podido expresarse directamente, en elecciones, en consultas (9-N o 1-O) o en encuestas, los partidarios de la unidad han superado siempre a los defensores de la ruptura, que en ningún caso han superado el 38% del censo.

Los que hablan del “mandato de las urnas del 1-O” no son más que el 38%. ¿Esa es la fuerza “democrática” con la pretenden legitimar su Declaración Unilateral de Independencia?

La mayoría social catalana, que está por el progreso y por la unidad, ha rechazado a esas élites del procés, ha hecho fracasar sus planes y les ha puesto a la defensiva. Pero son peligrosos a cualquier velocidad.

Justo cuando la Cataluña real -la de los médicos, maestros, estudiantes, funcionarios, bomberos, mossos… que se han manifestado estos días- les ha vuelto a poner en su lugar, recordando que son la élite depredadora de la Comunidad que más lejos ha llevado los los recortes en sanidad, en educación o en ayudas sociales, los señoritos del procés han recriminado a los «traidores» que lo único “esencial” es la independencia de Cataluña.

Pero el president de la Generalitat, Quim Torra -un personaje conocido por sus posiciones xenófobas, etnicistas, antiobreras y reaccionarias- ha cruzado todos los umbrales de lo impresentable al apelar a la «vía eslovena» como modelo a imitar para lograr la independencia de Cataluña. Tratando de ocultar lo que todo el mundo sabe, que la independencia de Eslovenia fue resultado de una guerra pequeña (que dejó un rastro de 74 muertos) pero que abrió la puerta a uno de los conflictos más sangrientos, crueles e ignominiosos de la historia reciente de Europa: la guerra civil yugoslava, que incendió los Balcanes con más 200.000 cadáveres y 4 millones de desplazados.

No, no es que «se le ha calentado la boca». Es que están dispuestos a tensionar todo en su aventurerismo, en su empeño por sembrar el enfrentamiento y la división para amedrentar y silenciar al diferente. Ningún demócrata, ningún progresista, más allá de su posición ante la independencia, puede dejar de rechazar a Quim Torra y su abominable pensamiento.

Es patrimonio de los progresistas defender la unidad, tanto como defender la diversidad y el autogobierno. Solo desde defender el carácter plural y diverso de España, es posible defender una unidad libre y solidaria de las diferentes nacionalidades y regiones, que nos permita avanzar en un proyecto de progreso compartido. Solo desde defender la libre y solidaria unidad del pueblo de las nacionalidades y regiones de España se puede unir a todo el país en un camino común hacia conquistar mejores condiciones para las clases populares.

No es verdad que la defensa de la unidad de España sea patrimonio de la derecha, lo mismo que no es cierto que la defensa del catalanismo se tenga que identificar con el nacionalismo étnico o con los delirios identitarios y secesionistas de Torra o Puigdemont. La defensa de la unidad de nuestro país, ha sido y es patrimonio de los sectores y del pensamiento más avanzado, progresista o revolucionario, desde Machado a Lorca, desde Unamuno a Miguel Hernández, desde Indalecio Prieto a Pasionaria.

La izquierda debe tomar la iniciativa en Cataluña, denunciando a los que se dedican a enfrentar al pueblo con sus delirios identitarios. Debe exigir la dimisión de Torra, un presidente de extrema derecha, vicario de Puigdemont, cuya única función ha sido y es azuzar la división, y no gobernar para todos los catalanes.

La izquierda debe exigir que se forme un gobierno en Cataluña que abra paso a una legislatura de reflexión sosegada, de debate e intercambio, en el que todas las alternativas tengan iguales condiciones para ser expuestas y conocidas, y en el que participe toda la sociedad catalana.

Es necesario un tiempo en el que se ponga de manifiesto que son muchos los intereses comunes, los lazos históricos, culturales, familiares, afectivos, de respeto y admiración mutua entre Cataluña y el resto de España, y en el que podamos retomar una tarea prioritaria: la lucha común -en Cataluña como en el resto del país- contra los recortes, las desigualdades y la corrupción.

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