EUROPA EN LA ENCRUCIJADA

Brexit: el lío sin fin

Pese al acuerdo entre May y la UE, todo sigue a día de hoy en el aire. La propia May podría caer

El logro de un acuerdo entre Theresa May y la UE para llevar a cabo el Brexit estaba claro que no iba a ser el fin del asunto. Horas después de alcanzarse dicho pacto, Londres ya comenzó a emitir señales de que May no tendría una mayoría para sacarlo adelante en el Parlamento. Ni siquiera estaba claro que pudiera contar, a priori, con una mayoría en su propio partido. Sin embargo, una votación posterior de los diputados conservadores daba un respaldo relativo a la primera ministra (200 votos a favor por 117 en contra), eso sí, con el anuncio de su retirada: no volverá a ser la candidata tory en el futuro. Y, por otro parte, con la promesa añadida de que obtendría nuevas concesiones de la UE. Con ese compromiso volvió a Bruselas a ver qué obtenía de la UE, con el chantaje clásico británico: o yo o el caos. Pero la UE le respondió que no. De modo, que a día de hoy, todo sigue en el aire.

El clima en Londres sigue siendo el de un verdadero desbarajuste. Mientras la sociedad sigue dividida a partes iguales entre los partidarios de llevar a cabo de forma irreversible el divorcio con la UE y los que claman por un nuevo referéndum que permita revertir la decisión de hace dos años y permanecer en Europa, la situación en el seno de la clase política es mucho más enrevesada, reflejo de los múltiples mecanismos de decisión que chocan y se enfrentan en este proceso.

La voz más cruda es la del sector más proclive a un divorcio duro y sin concesiones, que además cuenta con el respaldo explícito de la Casa Blanca, un factor político de mucho peso en todo el actual proceso. Trump, que ya saludó en su día como un éxito propio el Brexit, respalda ahora a los partidarios de la línea más dura e intransigente dentro del partido conservador, que apuestan por romper sin ningún tipo de acuerdo con la UE, algo que no convence sin embargo a los sectores más dinámicos de la economía británica, ni tampoco a la City. Este sector ha perdido peso en el gobierno, tras las dimisiones de varios ministros a raíz del acuerdo con la UE, pero conserva fuerza dentro del partido conservador y está dispuesto a sumarse a cualquier mayoría parlamentaria que le permita tumbar a May.

No obstante ello, el sector aún mayoritario dentro de los torys respalda la idea de May de llevar a cabo un Brexit con un pacto que garantice un cierto nivel de colaboración con la UE, que se quiera o no seguirá siendo aún durante mucho tiempo el principal socio comercial de Gran Bretaña. Este sector es todavía mayoritario en el Partido Conservador pero no tiene la mayoría absoluta en el Parlamento, con lo que la propuesta de May carece de apoyos suficientes para salir adelante, a menos que el Partido Laborista (o una parte de él) le dé su respaldo, lo que a día de hoy no hay visos de que vaya a ocurrir. De hecho, antes de salir hacia Bruselas, May se vio obligada a suspender la votación parlamentaria de su plan del Brexit para evitar el rechazo y tuvo que postergar la decisión hasta mediados de enero.

También en la oposición reina la división. Mientras el líder laborista Corby parece más interesado en provocar la caída de May que en ninguna otra cosa, en su partido hay poderosos sectores que promueven la línea de demandar un nuevo referéndum.

En este contexto, la visita de socorro de May a Bruselas para obtener “nuevas garantías” que le permitieran acudir al Parlamento con mejores condiciones para aprobar su acuerdo y la negativa inicial de la UE a revisarlo han terminado por colocar a la primera ministra en una situación prácticamente insostenible, al tiempo que mantiene abiertas todas las opciones. May aún espera el milagro de que la UE ceda. En su gobierno se abre la opción de llegar a un nuevo referéndum, en este caso entre el acuerdo de May para la salida o la permanencia. Los partidarios del Brexit duro arrecian sus críticas y tratan de acelerar la votación en el Parlamento, que saben negativa. Y Corbyn sigue apostando por la caída de May.

La jugada de la primera ministra solo habría conseguido, en apariencia, debilitar su posición en el interior de Gran Bretaña. Y, en consecuencia, recrudecer el conflicto interno.

De modo que solo cabe concluir que las espadas siguen en alto y que todo sigue siendo posible: desde un Brexit duro sin acuerdo (la opción de los conservadores radicales, que cuenta con el respaldo de Trump), un Brexit negociado con diversas opciones (que la UE limita al acuerdo actual), o un nuevo referéndum.

Las consecuencias de una u otra opción no son baladíes. Tanto para la propia Gran Bretaña, como para Europa y para la situación internacional. Una derrota de la opción radical, sobre todo si conlleva la permanencia en la UE, podría marcar un cambio de rumbo muy importante. Sería un duro golpe para la línea Trump y fortalecería la UE, dando un golpe asimismo a todas las corrientes populistas y disgregadores en el interior de la UE. Por el contrario, un Brexit sin acuerdo daría un nuevo impulso a Trump y los suyos, sería una nueva victoria para ellos, aunque represente un duro golpe para la propia Gran Bretaña. Lo que está en juego, a pocos meses de las elecciones al Parlamento Europeo, no es un tema menor. Uno u otro resultado van a influir decisivamente en el camino de Europa y pueden tener consecuencias en la lucha de líneas interna en la superpotencia americana. La confluencia de todas estas líneas es lo que hace tan compleja la situación.

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