SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La esforzada victoria pí­rrica del Gobierno y del PP

En pleno zapaterismo (2010) se publicó el análisis sociológico de Víctor Pérez Díaz y Juan Carlos Rodríguez titulado «Alerta y desconfianza. La sociedad española ante la crisis». Una de sus más lúcidas conclusiones se formulaba así: “Quienquiera que gane las próximas elecciones gobernará durante una legislatura de crisis, porque la crisis continuará varios años más. Si no explica lo que va haciendo, aceptando las rectificaciones de rigor a lo largo del camino, corre el riesgo de que su victoria sea una victoria pírrica y que, a la siguiente oportunidad electoral, la alternativa política arrase y relegue a los vencidos a las tristezas de una lejanía del ansiado poder político, quizá por una generación. Esta demanda de explicación sólo puede ser satisfecha por un grupo con vocación de liderazgo de la sociedad que dé primacía absoluta a la comunicación auténtica y veraz con la sociedad.”

Al Gobierno y a su partido le ha ocurrido lo que advertían estos sociólogos: esforzadamente han convertido la victoria electoral del 20-N de 2011 en una victoria pírrica. Cuando un ministro como el de Economía y Competitividad anuncia en un periódico extranjero, sin consideración, por tanto, ni a la opinión pública española ni a las instituciones, el desplome de una variable económica tan sustancial como el porcentaje de decrecimiento del PIB en 2013, alterando la planificación presupuestaria, es que el Gobierno carece de estrategia en el fondo y en la forma. Lo mismo ocurre cuando el ministro de Hacienda -incómodo, dice, por tener que trabajar “entre pitos, flautas y gaitas”- se traga sin mover un músculo una inédita rectificación del déficit por la UE del 7%, y del 10,6% si se computa el rescate financiero-, alterándose así la segunda variable fundamental de los vigentes Presupuestos Generales del Estado. En ambos casos, ni Guindos ni Montoro, han comunicado las nuevas previsiones con respeto interlocutor a los ciudadanos. El primero lo ha hecho a volapié en el WSJ y el segundo ha dejado que la rectificación llegue de Bruselas.

La carencia de estrategia de conjunto proyecta una sensación penosa. Tan penosa que es verosímil dudar de si los ministros son ineptos o son mentirosos, como ayer propuso la socialista Soraya Rodríguez. O, simplemente, desdeñosos. Ineptos, no lo son. Mentirosos, tampoco, porque esta crisis -recuerden la cita que encabeza este post- priva a todos de certezas. Son desdeñosos y, en consecuencia, se comportan con suficiencia, es decir, con menosprecio o indiferencia rayana en el desaire. El desdén es una de las mañas políticas más imperdonables en las sociedades democráticas porque quien incurre en él olvida que la legitimidad en el ejercicio de sus facultades procede de los gobernados, razón esencial para que estos tengan derecho a un trato a la altura del significado de su estatuto jurídico y político.

El Gobierno y el PP (¿nada que explicar ante los sobresueldos reconocidos por Francisco Álvarez Cascos, exsecretario general del partido y exvicepresidente del Gobierno?) carecen por completo -quizás por mimesis con la esfinge presidencial- de cualquier capacidad de empatía. En menos de un trimestre se desploma el cuadro macroeconómico en el que se basan los Presupuestos y se sale del trance con una faena declaratoria de aliño. Se descubren pingües sobresueldos -pagados, al menos en parte, con subvenciones públicas- y se da la callada por respuesta. Y no falta ni la gracia de barra de bar: dúchense ustedes con agua fría para ahorrar, un gran consejo de austeridad del ministro de Agricultura formulado banalmente ante la comisaria europea de Acción por el Clima, Connie Hedegaard, que le espetó a Arias Cañete que su recomendación era “lo último que estaría dispuesta a hacer”. Pura frivolidad en pleno dramatismo.

Es también desdeñosamente pírrica la incapacidad del Gobierno -y del PP- para hacer política cohesiva. En Andalucía y Cataluña, sus respectivos Gobiernos autonómicos han convertido sus comunidades en islas fiscales. Desde Barcelona se imponen nuevas tasas a los pisos vacíos de bancos y promotoras (dudosamente legales) y desde Sevilla, además de una singular y demagógica normativa antidesahucios, ya se anuncia que se cambiará la cuantía mínima inembargable. De facto, el Ejecutivo parece haber dejado de gobernar sobre quince millones de españoles censados en esas dos comunidades.

No pasa, sin embargo, nada de nada porque el desdén no es eficazmente rechazado por una oposición fantasma que, ensimismada, se nutre con sus batallas internas y con ideaciones neoconstitucionales, mientras la izquierda -la otra izquierda- mueve la calle e instala guillotinas sociales en cada esquina bajo el mando de Colau-Robespierre. Por lo tanto, sucederá algo peor de lo que Pérez Díaz y Rodríguez auguraban en 2010 que podría ocurrir: que en unas próximas elecciones, el actual sistema de partidos colapsará y se producirá una fragmentación a la italiana… pero sin Napolitano como último recurso. Y cuando acabo de escribir estas líneas, todavía ni el Gobierno ni el PP han dicho esta boca es mía tras el alegato de Artur Mas con motivo de la fiesta de Sant Jordi.

Ciertamente, es humano errar. Pero es estúpido vencer en las elecciones con una mayoría absoluta y despilfarrarla convirtiendo el éxito en un episodio pírrico. Es difícil hacerlo peor cuando la prima de riesgo cayó ayer hasta los 300 puntos básicos, el Banco Central Europeo podría bajar el precio del dinero, la UE nos concederá seguramente dos años más para lograr el 3% de déficit y cuando comienza a consolidarse la tesis de que la política de austeridad nos lleva al desastre. Con un poco de ejercicio político y de coordinación, y sin soberbia, este Gobierno se parecería al que sus votantes llegaron a imaginar.

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