La Cataluña real desluce la Diada

Durán Lleida declaró ayer que se escuchaba más el castellano que el catalán en las personas que gritaban contra el Gobierno tripartito. «Más trabajo, menos Estatuto» y otros eslóganes similares fueron proferidos por los trabajadores de Nissan y Roca, empresas en las que hay cerca de 3.000 personas afectadas por expedientes de regulación de empleo.

La sensación de este colectivo es que el Gobierno triartito no ha dedicado el mismo tiempo y energía a defender sus puestos de trabajo que a la llamada construcción nacional que preocupa tanto a Montilla, Carod, Saura y otros líderes catalanes. ABC.- Los resultados de las pasadas elecciones europeas, las primeras a nivel nacional que pierde Rodríguez Zapatero desde 2004, están muy presentes en el ánimo socialista. Si al poco de celebrarse muchos socialistas pensaban que podían remontar el revés electoral, después de estos meses algunos empiezan a creer que el presidente del Gobierno no es una garantía para revalidar una victoria en 201 EL PAÍS.- Todo el mundo -desde la reina de Inglaterra hasta los trabajadores de la industria automovilística despedidos en Detroit- quiere saber por qué no hubo más expertos que vieran acercarse la crisis financiera. Se trata de una pregunta embarazosa. ¿Cómo pueden estar tan seguras las autoridades de que la catástrofe financiera no reaparecerá pronto cuando, para empezar, parecieron no tener idea de que semejante crisis ocurriría? La respuesta no es demasiado tranquilizadora. Esencialmente, sigue existiendo un riesgo de que la crisis financiera esté hibernando, mientras se metamorfosea lentamente en una crisis de deuda gubernamental. Editorial. El Mundo Los problemas de la Cataluña real deslucen la Diada DURAN LLEIDA declaró ayer que se escuchaba más el castellano que el catalán en las personas que gritaban contra el Gobierno tripartito. Es cierto, porque en años anteriores lo que predominaba en los actos de la Diada eran las protestas de los nacionalistas radicales y los abucheos contra el PP. Lo que sucedió es que los trabajadores del cinturón industrial de Barcelona salieron a la calle para recriminar a Montilla y a sus aliados políticos por preocuparse más de cuestiones identitarias que del bienestar de los ciudadanos. «Más trabajo, menos Estatuto» y otros eslóganes similares fueron proferidos por los trabajadores de Nissan y Roca, empresas en las que hay cerca de 3.000 personas afectadas por expedientes de regulación de empleo. La sensación de este colectivo es que el Gobierno tripartito no ha dedicado el mismo tiempo y energía a defender sus puestos de trabajo que a la llamada construcción nacional que preocupa tanto a Montilla, Carod, Saura y otros líderes catalanes. Según los datos de Trabajo, Cataluña contaba a finales de agosto con 519.000 parados, con un crecimiento del 51% en los últimos doce meses, uno de los mayores de España. Poblaciones como Badalona y L’Hospitalet que rodean a Barcelona, donde habita una mayoría de personas que se expresan en castellano, son las más afectadas por una crisis económica que ha golpeado con especial dureza al tejido industrial de Cataluña. En las últimas semanas, Montilla y sus socios se han cansado de hacer manifestaciones sobre las consecuencias de una sentencia negativa del Tribunal Constitucional, pero no han tomado ninguna medida eficaz ni han dado suficientes muestras de interés por los efectos de esa crisis que está empobreciendo el cinturón industrial de Barcelona. La propia vicepresidenta del Gobierno, Fernández de la Vega, criticó ayer a los que incurren en «incertidumbres preventivas» respecto a esa sentencia, en alusión a Montilla. Lo que ha sucedido en la Diada no es una anécdota, es el reflejo del profundo malestar de una parte de la sociedad catalana que se siente marginada por su clase dirigente y por la mayoría de los partidos, que dedican todas sus energías a la lengua y los símbolos sin preocuparse de ese medio millón de parados, sin perspectiva alguna de encontrar trabajo (…) su discurso está centrado en las cuestiones identitarias que, como se empieza a percibir, muchos catalanes consideran menos importantes que su puesto de trabajo. El propio Estatuto fue aprobado con una abstención del 51% de la población, lo que debería hacer reflexionar a los dirigentes catalanes que ahora amenazan con una rebelión civil si la sentencia del Constitucional es desfavorable. Ayer, los independentistas radicales se sumaron a esta presión con una manifestación a la que asistieron menos de 15.000 personas -entre ellas, el presidente del Barça, Joan Laporta- bajo el eslogan «somos una nación, queremos un Estado». No parece que ése sea el sentir mayoritario de los siete millones y medio de catalanes, buena parte de los cuales no se siente identificado para nada con el independentismo. Quienes gritaron ayer contra Montilla forman parte de esa mayoría silenciosa que cada vez está más harta del ombliguismo de la clase dirigente catalana. EL MUNDO. 12-9-2008 Editorial. ABC Zapatero inquieta al PSOE LA trayectoria errática del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero empieza a hacer mella en algunos dirigentes del Partido Socialista, quienes, sin hacer públicas sus quejas, empiezan a manifestar internamente su preocupación por la falta de resultados en la gestión de la crisis y los errores cometidos con ciertas medidas económicas. En concreto, este malestar tiene mucho que ver con la falta de una estrategia definida contra la crisis y la excesiva improvisación en la que incurre el Gobierno, sin articular además una línea de comunicación pública coherente y fiable (…) La inversión de Zapatero en sus políticas «sociales» no está siendo políticamente rentable y ya no queda margen para más gasto indiscriminado. Ahora toca subir impuestos para tapar un agujero insondable en las cuentas públicas y los dirigentes socialistas críticos saben que esa subida fiscal puede arruinar el discurso populista con el que el Gobierno la presentó. Ya no se habla de los ricos, ni del capital. Se va directamente al consumo, aumentando el IVA, después de que hace meses ya se incrementaran los impuestos del tabaco y la gasolina. Es decir, a los impuestos que no discriminan entre pobres y ricos. También esto lo saben los socialistas. Por otro lado, no hay entusiasmo en la dirección socialista con la futura ley de economía sostenible, el último globo legislativo fabricado por La Moncloa y convertido, poco a poco, en la síntesis del voluntarismo presidencial de cambiar las cosas a golpe de ley, despreciando la realidad de la situación y las necesidades que impone la recuperación económica (…) Los resultados de las pasadas elecciones europeas, las primeras a nivel nacional que pierde Rodríguez Zapatero desde 2004, están muy presentes en el ánimo socialista. Si al poco de celebrarse muchos socialistas pensaban que podían remontar el revés electoral, después de estos meses sin levantar cabeza algunos empiezan a creer que el presidente del Gobierno no es una garantía para revalidar una victoria en 2012. Su equipo está mermado por la falta de coordinación y las tensiones internas y aunque intenten rebajar la gravedad de la situación política, muchos socialistas saben que su problema es la pérdida imparable de crédito ante la sociedad. ABC. 13-9-2009 Opinión. El País ¿De la crisis financiera a la crisis de la deuda? Kennet Rogoff Todo el mundo -desde la reina de Inglaterra hasta los trabajadores de la industria automovilística despedidos en Detroit- quiere saber por qué no hubo más expertos que vieran acercarse la crisis financiera. Se trata de una pregunta embarazosa. ¿Cómo pueden estar tan seguras las autoridades de que la catástrofe financiera no reaparecerá pronto cuando, para empezar, parecieron no tener idea de que semejante crisis ocurriría? La respuesta no es demasiado tranquilizadora. Esencialmente, sigue existiendo un riesgo de que la crisis financiera esté hibernando, mientras se metamorfosea lentamente en una crisis de deuda gubernamental. Para bien o para mal, la razón por la que la mayoría de los inversores tienen ahora mucha mayor confianza que hace unos meses es la de que los Gobiernos de todo el mundo han colocado una enorme red de seguridad bajo gran parte del sistema financiero. Al mismo tiempo, han apuntalado las economías incurriendo en déficit en gran escala, mientras que los bancos centrales han reducido los tipos de interés casi a cero. Pero ¿puede ser la liberalidad de los Gobiernos la última respuesta? Los apoyos de los Gobiernos dan resultado porque los contribuyentes tienen bolsillos profundos, pero ningún bolsillo carece de fondo, y cuando los Gobiernos, en particular los grandes, tienen problemas, no hay apoyo al que recurrir. Con unos niveles de deuda en todo el mundo que sólo se ven después de guerras, es evidente que la estrategia actual no es sostenible. Si la trayectoria es insostenible, ¿por cuánto tiempo puede seguir acumulándose la deuda? No lo sabemos. Los economistas académicos han creado instrumentos útiles para predecir qué economías son las más vulnerables ante una crisis financiera, pero, aunque podemos descubrir las vulnerabilidades, determinar el momento oportuno resulta virtualmente imposible (…) De hecho, ninguna economía es inmune a las crisis financieras, por mucho que los inversores y los dirigentes intenten convencerse de lo contrario, como Carmen Reinhart y yo mostramos en nuestro nuevo libro, irónicamente titulado This time is different. Eight centuries of financial folly (Esta vez es diferente. Ocho siglos de insensatez financiera). Ahora mismo, la última insensatez sobre lo de que esta vez es diferente es la de que, como los Gobiernos están cargando sobre sus hombros toda esa deuda, los demás no tenemos por qué preocuparnos. Se nos asegura constantemente que los Gobiernos no dejarán de pagar sus deudas. En realidad, los Gobiernos de todo el mundo dejan de hacerlo con pasmosa regularidad, ya sea abiertamente o mediante la inflación. Incluso Estados Unidos, por ejemplo, redujo en gran medida su deuda mediante la inflación en la década de los setenta y también el valor del dólar en relación con el oro de 20 dólares por onza a 34 en el decenio de 1930. Por ahora, la buena noticia es la de que mientras el crédito gubernamental se sostenga, se contendrá la crisis. La mala noticia es la de que el ritmo al que se está acumulando la deuda gubernamental podría propiciar fácilmente una segunda oleada de crisis financieras dentro de unos años. Lo más preocupante es la enorme dependencia de Estados Unidos respecto de los créditos exteriores, en particular de China: desequilibrio que probablemente plantará las semillas de la crisis actual. Los asiáticos reconocen que, si siguen acumulando deuda en papel, corren el riesgo de sufrir la misma suerte que los europeos hace tres decenios cuando acumularon deuda de EE UU, se fundió espectacularmente mediante la inflación (…) EL PAÍS. 13-9-2009

Deja una respuesta