La batalla por el petróleo de Libia

Occidente emerge fracturado con la abstención relevante de Alemania respecto a la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad, además de la inhibición conspicua del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), ya no se diga la reticencia de Turquí­a. ¿Por qué Occidente (sin Alemania) no protege entonces a los civiles contestatarios de Bahrein y Yemen, cuyos regí­menes son aliados de EU, GB y Francia? ¿Son diferentes los civiles de Bahrein y Yemen a los de Bengasi?

La batalla or Libia no tiene nada que ver con la hipócrita protección de los civiles. Si el represor de civiles posee petróleo y es aliado de EEUU, GB y Francia, pues tan sencillo como esconder la cabeza como avestruz. Al contrario, si el represor es una potencia petrolera volátil, como Libia, en sus relaciones sado-masoquistas con Occidente, entonces, se invoca selectivamente la salvación del género humano en Bengasi. El mismo día que se aprobaba la Resolución 1973 para detener el sitio de Bengasi por las tribus leales al coronel Kadafi, otro sátrapa, Abdalá Saleh, con más de 30 años en el poder y gran aliado de EU en contra de Al Qaeda, realizaba una carnicería en Saná. (LA JORNADA) LES ECHOS.- Los desórdenes políticos en el Medio Oriente tienen serias implicaciones económicas y financieras, particularmente porque aumentan el riesgo de la estanflación, una combinación letal de desaceleración del crecimiento con una inflación que aumenta bruscamente. En efecto, si surge la estanflación, hay un grave riesgo de una recesión de doble caída para una economía global que apenas ha salido de la peor crisis que ha atravesado en varias décadas. Los disturbios graves en el Medio Oriente históricamente han sido fuente de subida de los precios del petróleo, que a su vez han desencadenado tres de las últimas cinco recesiones globales. México. La Jornada La batalla por el petróleo de Libia y la esquizofrenia occidental Alfredo Jalife-Rahme Desde el inicio de la extática revolución del jazmín que impregnó los cuatro rincones del mundo árabe, han sido defenestrados dos sátrapas aliados de Estados Unidos (EU), Gran Bretaña (GB) y Francia en el norte de África (Bin Ali Baba y Hosni Mubarak; este último también adepto de Israel) y se han escenificado en el lapso de una semana dos intervenciones (eufemismos que encubren guerras donde el común denominador se subsume por el control de los hidrocarburos): Bahrein y Libia. Resulta inconsistentemente insostenible la descabellada propaganda occidental sobre la protección de civiles de Bengasi para implementar la zona de exclusión aérea en toda Libia mediante las operaciones bélicas de Francia, EU y Gran Bretaña –en ese orden secuencial y para citar sólo a tres miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Occidente emerge fracturado con la abstención relevante de Alemania respecto a la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad, además de la inhibición conspicua del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), ya no se diga la reticencia de Turquía. ¿Por qué Occidente (sin Alemania) no protege entonces a los civiles contestatarios de Bahrein y Yemen, cuyos regímenes son aliados de EU, GB y Francia? ¿Son diferentes los civiles de Bahrein (ver Bajo la Lupa 16/3/11) y Yemen (Bajo la Lupa 2/3/11) a los de Bengasi? Lorientlejour.com (19/3/11), uno de los rotativos mas pro occidentales del mundo árabe, narra que las autoridades de Bahrein destruyeron la Plaza de la Perla para facilitar el tráfico vehicular. La desacralización es mayúscula: la Plaza de la Perla representa el monumento que se convirtió en el símbolo de la contestación reprimida violentamente por las fuerzas gubernamentales. ¿Que tan violenta deberá ser la represión gubernamental para que valga un operativo bélico de Francia, GB y EU, bajo el resguardo de una resolución del Consejo de Seguridad? En Occidente el petróleo decide su axiología. La batalla por Libia no tiene nada que ver con la hipócrita protección de los civiles, lo cual enunciamos en la radio española Prisa en una entrevista con Ángels Barceló en Hora 25 Global (18/3/11). Si el represor de civiles posee petróleo y es aliado de EU, GB y Francia, pues tan sencillo como esconder la cabeza como avestruz. Al contrario, si el represor es una potencia petrolera volátil, como Libia, en sus relaciones sado-masoquistas con Occidente (no olvidar las excelentes relaciones del coronel Kadafi con el ex primer británico Tony Blair y con el mismo Sarkozy, sobre las que podemos redactar una truculenta enciclopedia), entonces, se invoca selectivamente la salvación del género humano en Bengasi. El mismo día que se aprobaba la Resolución 1973 para detener el sitio de Bengasi por las tribus leales al coronel Kadafi, otro sátrapa, Abdalá Saleh, con más de 30 años en el poder y gran aliado de EU en contra de Al Qaeda, realizaba una carnicería en Saná. Bahrein y Yemen, dos aliados de EU (por extensión, de GB y Francia), y cuyos déspotas tienen licencia para asesinar a sus opositores pacifistas, han decretado el estado de emergencia. Andrew North de BBC News (18/3/11) –una televisora gubernamental de GB, vale recordar– pregunta cándidamente: ¿Por qué EU apoya el uso de la fuerza en Libia, pero no en Bahrein ni en Yemen? North insiste obsesivamente: ¿Cuál es la diferencia entre Libia y Yemen o Bahrein? Los tres estados han usado la violencia para aplastar las protestas pro democracia. Finalmente, se responde: en un nivel la respuesta es obvia Bahrein y Yemen son aliados de EU, especialmente Bahrein, con su amplia base naval estadunidense. Libia no lo es ¡Que hallazgo! Asevera que Arabia Saudita –furiosa por la defenestración de Mubarak, pero todavía gran aliada de EU– ha impuesto una línea roja sunnita en Bahrein. Concluye North con una apreciación de Marina Ottaway, directora del programa sobre Medio Oriente del Carnegie Endowment for International Peace: Al final, los intereses vienen primero. Para EU la estabilidad en los países petroleros aliados ahora parece cortar la esperanza de sus movimientos contestatarios. ¿Podrán? ¿Hasta cuándo? Ya que existen líneas rojas sunnitas en ciertas subregiones de Medio Oriente, ¿Habrá también, en la óptica estadunidense, equivalentes de líneas rojas chiítas? Mas allá de la palmaria esquizofrenia que expone dos pesas y dos medidas frente al mismo fenómeno contestatario, cuando la situación en el mundo árabe es sumamente precaria y excesivamente fluida, Occidente optó por repetir sus trágicos errores tanto en los Balcanes (v.gr Srebrenica) como en Irak, con sus disfuncionales zonas de exclusión aérea y decidió tomar partido en contra de las tribus de Trípoli y en favor de las tribus de Bengasi (donde se encuentra la mayor cantidad de los hidrocarburos de Libia, según la cartografía francesa de Le Monde 19/3/11). Cabe destacar que Libia es un país cuya rivalidad entre sus dos polos históricos de poder es explotada por Occidente: Tripolitania (capital Trípoli) y Cirenaica (capital Bengasi). En la fase del caos inherente a la transición del incipiente orden multipolar, Occidente no cuenta con Alemania, que se ha acercado más a Rusia y a China, mientras se aleja de la impetuosidad legendaria de Nicolas Sarkozy, de la eterna perfidia británica de David Cameron y de la notable inconsistencia de Obama, quien se debate dramáticamente entre el viejo orden del poder duro militar y el poder blando del siglo XXI, cuando EU se encuentra empantanado en Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen y hasta en la transfrontera con México (con sus letales drones). En una redición del entendimiento cordial (Entente cordiale) franco-británico reminiscente del anacrónico colonialismo decimonónico, ¿Sarkozy y Cameron le forzaron la mano a Obama, quien lanzó la orden de disparar sus misiles durante el inicio en Brasil de su gira mercantilista a Latinoamérica? El costo aventurero de la fractura occidental por Libia puede ser enorme. Steve Clemons, muy consultado jefe de política exterior de New America Foundation, quien suele ser amigable con Obama, revela que la Casa Blanca vuela sin estrategia y que tenemos ahora una presidencia reactiva y no una que sea estratégica (The Foreign Policiy 18/3/11). Los problemas del siglo XXI no se resuelven con cañoneros reflejos condicionados de las decadentes potencias coloniales. Son tiempos de prudencia y de ajuste realista, no de fugas hacia delante. El avispero de Libia, sea cual fuere su desenlace, que no parece halagüeño para nadie, es apenas el prólogo de un voluminoso libro que está por escribirse en el mundo árabe, pero también en toda África, donde se celebrarán numerosas elecciones este año que pueden despertar los demonios legados por el colonialismo. ¿Tendrán aviones y pilotos suficientes Francia, GB y EU para imponer zonas de exclusión aérea –es decir, el modelo libio– en los 22 países árabes o en los 57 países de la Organización de la Conferencia Islámica o en los 53 países de Unión Africana? Alea jacta est: la moneda está en el aire. LA JORNADA. 20-3-2011 Francia. Les Echos ¡Un plan Marshall para Oriente Medio! Nouriel Roubini Los desórdenes políticos en el Medio Oriente tienen serias implicaciones económicas y financieras, particularmente porque aumentan el riesgo de la estanflación, una combinación letal de desaceleración del crecimiento con una inflación que aumenta bruscamente. En efecto, si surge la estanflación, hay un grave riesgo de una recesión de doble caída para una economía global que apenas ha salido de la peor crisis que ha atravesado en varias décadas. Los disturbios graves en el Medio Oriente históricamente han sido fuente de subida de los precios del petróleo, que a su vez han desencadenado tres de las últimas cinco recesiones globales. La Guerra de Yom Kippur de 1973 provocó un abrupto aumento de los precios del petróleo que condujo a la estanflación global de 1974-1975. La revolución iraní de 1979 generó un aumento estanflacionario similar de los precios del petróleo, que dio lugar a la recesión de 1980-1981. Y la invasión de Kuwait por Iraq en agosto de 1990 generó un incremento de los precios del petróleo en un momento en que una crisis bancaria ya estaba sumiendo a los Estados Unidos en una recesión. Los precios del petróleo también desempeñaron un papel importante en la reciente recesión debida a los problemas financieros. Para el verano de 2008, justo antes del colapso de Lehman Brothers, los precios del petróleo se habían duplicado a lo largo de los doce meses previos hasta llegar a un nivel máximo de 148 dólares por barril –con lo que dieron el tiro de gracia a una economía global que ya era débil y estaba en apuros por las sacudidas financieras. Aún no sabemos si los desórdenes políticos en el Medio Oriente se propagarán a otros países. Todavía podría contenerse y retroceder, con lo que los precios del petróleo regresarían a niveles inferiores. Pero hay grandes posibilidades de que los levantamientos proliferen y desestabilicen a Bahrein, Argelia, Omán, Jordania, Yemen, y con el tiempo, incluso a Arabia Saudita. Incluso antes de las recientes sacudidas políticas en el Medio Oriente, los precios del petróleo habían llegado a los 80-90 dólares por barril, un aumento provocado no sólo por las economías de mercado emergentes sedientas de energía, sino también por factores no fundamentales: un muro de liquidez que presionaba a los activos y materias primas en los mercados emergentes debido a tasas de interés cercanas a cero y a la facilitación cuantitativa en las economías avanzadas; el impulso y el comportamiento gregario; y existencias limitadas e inelásticas de petróleo. Si la amenaza de interrupciones del suministro se extiende más allá de Libia, incluso el simple riesgo de que disminuya la producción podría aumentar fuertemente la “prima del miedo” mediante la acumulación preventiva de petróleo por inversionistas y usuarios. Los aumentos más recientes de los precios del petróleo –y los aumentos conexos de los precios de otras materias primas– implican varias consecuencias desafortunadas (aun dejando de lado el riesgo de disturbios civiles severos). En primer lugar, las presiones inflacionarias aumentarán en las economías de mercado emergentes que ya están sobrecalentadas y en las que los precios del petróleo y de los alimentos representan hasta dos terceras partes de la canasta de consumo. Dada la débil demanda en las economías avanzadas de lento crecimiento, el aumento de los precios de las materias primas puede conducir sólo a un pequeño efecto de primera ronda en la inflación global ahí, con poco impacto de segunda ronda en la inflación básica. Pero los países avanzados no saldrán ilesos. En efecto, el segundo riesgo que plantea un aumento de los precios del petróleo –una sacudida de los términos de intercambio y del ingreso disponible para todos los importadores de energía y materias primas—golpeará a las economías avanzadas con particular fuerza, puesto que apenas han salido de la recesión y aún experimentan una recuperación anémica. El tercer riesgo es que el aumento de los precios del petróleo reduzca la confianza de los inversionistas e intensifique la aversión al riesgo, lo que provocaría correcciones del mercado de valores que tienen efectos negativos sobre la riqueza en términos de consumo y gasto de capital. También es probable que la confianza de los empresarios y los consumidores resulte afectada, lo que debilitará aún más la demanda. Si los precios del petróleo aumentan mucho más –hasta los niveles máximos que alcanzaron en 2008—las economías avanzadas sufrirán una fuerte desaceleración; muchas incluso podrían volver a caer en la recesión. Incluso si los precios se mantienen a los niveles actuales durante la mayor parte del año, el crecimiento global se desacelerará y la inflación aumentará. ¿Qué respuestas políticas están disponibles para reducir el riesgo de estanflación? A corto plazo hay muy pocas: Arabia Saudita –el único productor de la OPEP que tiene exceso de capacidad—podría aumentar su producción y los Estados Unidos podrían utilizar su reserva estratégica de petróleo para aumentar la oferta. Con el tiempo –pero esto podría tomar años—los consumidores podrían invertir en fuentes alternativas de energía y reducir la demanda de combustibles fósiles mediante impuestos al carbono y nuevas tecnologías. Dado que la seguridad energética y alimentaria es cuestión de estabilidad económica pero también social y política, las políticas que reduzcan la volatilidad de los precios de las materias primas deberían ser del interés de los productores y los consumidores. Pero el momento para actuar es ahora. Es probable que la transición de la autocracia a la democracia en el Medio Oriente sea agitada e inestable, en el mejor de los casos. En países con demandas reprimidas de mayores ingresos y bienestar, el fervor democrático podría conducir a déficits presupuestales importantes, a demandas de salarios excesivas y a una inflación elevada, lo que al final daría como resultado crisis económicas severas. Así pues, se debe diseñar un nuevo programa de asistencia para la región sobre el modelo del Plan Marshall que se aplicó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, o del apoyo que se ofreció a Europa oriental después de la caída del Muro de Berlín. El financiamiento debe proceder del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo y de apoyo bilateral proporcionado por los Estados Unidos, la Unión Europea, China y los Estados del Golfo. El objetivo debe ser estabilizar las economías de esos países durante sus delicadas transiciones políticas. Es mucho lo que está en juego. Con transiciones políticas inestables podría haber altos niveles de desorden social, violencia organizada o guerra civil, lo que alimentaría más perturbaciones económicas. Dada la actual sensibilidad al riesgo de los precios del petróleo, las dificultades no serían exclusivas del Medio Oriente. LES ECHOS. 15-3-2011

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