Justicia sorda

Juana Rivas ha sido condenada este viernes a cinco años de cárcel seis de inhabilitación para ejercer la patria potestad sobre ellos, una indemnización de 30.000 euros por el daño moral y material hacia Francesco Arcuri, su expareja, y el pago de todas las costas del juicio.

El fallo del juzgado de lo Penal número 1 de Granada ha desatado una ola de indignación entre dirigentes políticos, organizaciones feministas y usuarios de redes sociales.

En Madrid, las manifestantes han cortado el tráfico en la calle San Bernardo y minutos después la policía se ha acercado para impedirlo. «Que no, que no, que no tenemos miedo, que sí, que sí, que si tenemos rabia», gritaban las convocadas.

“Con esta sentencia nos están diciendo que si queremos huir del maltrato y del infierno, lo tenemos que hacer costa de perder a nuestros hijos, e incluso a ser condenadas”, lamenta Marina Marroquí del colectivo AIVIG.

El juez no ha tenido en cuenta ni como atenuante ni como eximente, la sentencia que condenó a Francesco Arcuri por un delito de violencia de género, ni tampoco la denuncia que por el mismo motivo interpuso luego su ex mujer hace ahora dos años, y que dieron origen al caso Juana Rivas.

El Convenio de Estambul de 11 de mayo de 2011, que ha sido ratificado por España, y también por Italia – que es el país donde debían entregarse los menores- establece que los países firmantes “tomarán las medidas legislativas u otras necesarias para que, en el momento de estipular los derechos de custodia y visita relativos a los hijos, se tengan en cuenta los incidentes de violencia” incluidos en su ámbito de aplicación.

En julio de 2017, instada por una juez a entregar a sus dos hijos al padre para que volviera con ellos a Italia, Rivas desapareció durante un mes con los niños. Antes de huir, presentó una denuncia por malos tratos físicos y psicológicos contra Arcuri. «Estaba defendiendo a mis hijos frente a un padre que me maltrataba física y psicológicamente. Yo no entiendo de leyes».

One thought on “Justicia sorda”

  • «ola de indignación entre dirigentes políticos, organizaciones feministas y usuarios de redes sociales»

    Desde cuándo eso vale un c*rajo? Ahora la ley la va a hacer el «populacho» cabreado? Ahora resulta que los gobiernos y tribunales deben estar al capricho del que más vocifere en las calles? Qué es esto, la vuelta al nazismo? De la democracia a la demagogia hay un paso, y animando el discurso demagógico victimista y lacrimógeno estamos consiguiendo que la gente esté empezando a aceptar como válidas las tácticas fascistas de «la calle manda» cuando «la calle» está tomada por los suyos.
    La gente no sólo está absorbiendo los comportamientos fascistas sino que cada vez más gente le está perdiendo el miedo al fascismo, como demuestra su auge en Europa. Hemos banalizado tanto la palabra, hemos llamado fascista y nazi tan a la ligera a cualquier que simplemente no estaba de acuerdo con el dogma que todo «buen comunista» debía creer con fe ciega y sin ningún ejercicio crítico que muchos han dicho: «Vale, pues si vosotros lo decís, será verdad que soy fascista, y si lo soy, por qué tengo que seguir cortándome y moderando mi voto y mi apoyo. No, puesto que me habéis marcado con el sello de fascista, a los fascistas es a los que apoyaré». Y así tenemos a un Salvini, a un Orbán, a un Trump, y en Septiembre a unos fascistas en ¡¡Suecia!!, como parecen indicar las encuestas.
    Seguid así, seguid fomentando el populismo más demagogo y desacreditando a los jueces y sus sentencias y exigiendo que las sentencias se dicten bajo coacción de la calle, que cuando en España surja un partido fascista que no esté dirigido por retrasados mentales y analfabetos, como afortunadamente pasa hasta ahora, lo veremos subir como la espuma, y entonces todo el mundo se echará las manos a la cabeza sin entender cómo ha podido pasar.

    «El juez no ha tenido en cuenta ni como atenuante ni como eximente, la sentencia que condenó a Francesco Arcuri por un delito de violencia de género»

    Ningún sistema jurídico digno de tal nombre admite que un delincuente pretenda que le exculpen porque «es que el otro me maltrató una vez hace tiempo, que yo me acuerdo». Hay que ser pueril para pretender que alguien se tome en serio que uno tiene licencia para secuestrar porque Fulano una vez le dio un tortazo o lo que fuera, que violencia de género es también la reiteración de insultos, no hace falta tocar un pelo para ser condenado por maltrato…

    «ni tampoco la denuncia que por el mismo motivo interpuso luego su ex mujer hace ahora dos años, y que dieron origen al caso Juana Rivas.»

    Denunciar es gratis. Yo puedo denunciar que este periódico ha publicado material pedófilo, por ejemplo, pero ninguna decisión judicial puede basarse en esa denuncia porque primero hay que demostrarla y este periódico debería ser declarado culpable por un tribunal. El italiano ese, que sepamos todos, no ha sido condenado por ninguna otra denuncia de maltrato salvo la primera mencionada, por lo que mientras un tribunal no dictamine otra cosa, es inocente de esa acusación. De nuevo, si los jueces empezasen a dictar sus sentencias basándose en que una de las partes ha denunciado a la otra parte por esto o por aquello, apañados estaríamos; empezaríamos a ver gente quemada en piras porque un vecino le ha denunciado de prácticas satánicas, judaizantes o, más de nuestro tiempo, machistas y maltratadoras.

    De verdad que me dais pavor. Me lo dais porque sois mis correligionarios ideológicos; que los neonazis digan barbaridades es lo suyo, no pueden cumplir otro papel, pero ver cómo la estupidez, la irreflexión, el obrar según dictan «las tripas», viene desde las filas de la izquierda «real» -que viniera del PSOE tampoco me sorprendería-, es aterrador, porque entonces no queda ninguna alternativa, todo está podrido y el fascismo con su discurso igual de populista pero con mucho más público potencial, tiene las de ganar gracias a que vosotros estáis expulsando a la gente normal de vuestro potencial electorado. Al tiempo…

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