Ahora hace casi exactamente 30 años que otra huelga salvaje de controladores aéreos, de características similares a la que hemos vivido estos días, fue el epílogo final a la sucesión de turbulentos acontecimientos que desembocarían en la dimisión de Suárez. Aunque la comparación de una y otra huelga sirva para clarificar la utilización política de los controladores aéreos, ni las circunstancias, ni, desde luego, el proyecto de Suárez y Zapatero son ni de lejos comparables.
Mientras uno, Suárez, era la cabeza de un royecto autónomo, el otro, Zapatero, es un hombre colocado “para hacer lo que le dicen”. El Suárez de la Transición representa la búsqueda de un proyecto propio, autónomo, para España. Un proyecto que, en la encrucijada que ha abierto el fin del franquismo, intenta abrir vías y posibilidades para que un país como la España de la transición, en pleno proceso de transformación y cambio se dote de una voz propia en el mundo sobre la base de acentuar la dimensión iberoamericanista y mediterránea de su política exterior. Tras la aprobación de la Constitución en diciembre de 1978, la política exterior de Suárez empieza a dotarse de unos acusados rasgos de neutralidad frente a las dos superpotencias. En septiembre de 1978 visita Cuba, convirtiéndose en el primer jefe de gobierno de un país occidental que lo hace; en septiembre de 1979 recibe con honores de jefe de Estado a Arafat en Barajas, que está catalogado en todas las cancillerías occidentales como un líder terrorista; España se alinea sistemáticamente en la ONU en contra de las propuestas de EEUU, votando a favor de las propuestas del bloque iberoamericano, de los países árabes y del Movimiento de Países No Alineados; y, lo más significativo, una delegación española asiste como observadora a La Habana a la VI Cumbre del Movimiento de Países No Alineados, gesto insólito para un país que tiene bases americanas en su territorio. Sin embargo, tras la victoria de Reagan, lo que desea Washington es una España “segura”, estable y sometida a sus dictados; una España militarmente encuadrada dentro de la OTAN, dócilmente alineada en la lucha contra la otra superpotencia y por supuesto sin veleidades neutralistas o tercermundistas en su política exterior. En la medida que Suárez ofrece crecientes resistencias a ese cambio de rumbo, EEUU se va a lanzar a convulsionar y desestabilizar a través de múltiples canales la situación en España. La caída de Suárez y los controladores Todos los mecanismos de intervención interna que EEUU ha ido construyendo en el seno del nuevo régimen democrático se activan con el objetivo de derribar los obstáculos que se oponen a la nueva urgencia de sus planes, Suárez y su política el primero de ellos. Suárez se ve de repente acosado salvajemente desde todos los frentes (la embajada de la calle Serrano, la Fundación Konrad Adenauer, los medios de comunicación, el ejército, la gran banca, la patronal, la Iglesia, el PSOE,…) y enormemente debilitado en su propio partido por los “críticos” a la orden de Washington. A finales de 1980, Suárez y su equipo diseñan una estrategia para retomar la iniciativa política y salir del aislamiento al que le habían conducido las maniobras y presiones de EEUU para conseguir la entrada inmediata de España en la OTAN. Planean dirigirse directamente al congreso de su partido, la UCD, que debía celebrarse los últimos días de 1980 en Palma de Mallorca y salir políticamente reforzado de él. Para ello contaba con una correlación de fuerzas enormemente favorable: de los 1900 delegados 1.600 eran partidarios suyos, mientras apenas 300 compromisarios estaban con los “críticos”. Pero el congreso nunca llegará a celebrarse, no al menos en esas fechas críticas. Una inesperada huelga de controladores el día previo, deja a los 2.000 delegados en tierra y sin posibilidad de llegar a la isla. El congreso que debía servir de plataforma para el renovado impulso político que permitiera a Suárez romper el cerco, debe ser suspendido. Aislado, cercado y chantajeado por la amenaza golpista, apenas 24 horas después Adolfo Suárez presenta su dimisión irrevocable. El último obstáculo para la entrada de España en la OTAN había sido removido. Y las distintas tramas puestas en marcha por Washington para conseguirlo, tendrían su traca final dos meses después, el 23 de Febrero, con la entrada de Tejero en el Congreso. El golpe de timón anunciado meses antes se había producido. Y la huelga de controladores aéreos jugó un papel no desdeñable en que pudiera consumarse. ¿Qué extraño poder es el de un gremio capaz de esa insólita capacidad para jugar un papel político tan decisivo en momentos cruciales? Les llaman controladores aéreos, pero ¿qué es lo que de verdad controlan? Y más importante aún, ¿quién los controla a ellos?