Crónica de un genocidio en streaming

Israel, Gaza: Crímenes de guerra. A miles. Cada día.

Gaza ha sido objeto de muchas ofensivas militares, pero la presente no admite comparación. Un genocidio en streaming, del que nos llegan -en directo, y grabadas por las propias víctimas- cientos de testimonios gráficos que evidencian que Israel perpetra, a conciencia y sin lugar a dudas, crímenes de guerra. Por miles. Cada día.

El nivel de destrucción y crueldad que despliega Israel en su presente agresión contra Gaza no tienen precedentes. No es una represalia, no es una venganza, sino el fruto ponzoñoso de 75 años de educar a la población ya las élites políticas en el más hediondo racismo, en el más reaccionario nacionalismo étnico, en deshumanizar a los palestinos y fomentar la crueldad institucionalizada, premisa ideológica para poder aplicar el más despiadado apartheid contra el pueblo palestino.

Recuérdelo. La Franja de Gaza ha sido objeto -con una periodicidad obsesiva- de contínuas agresiones militares israelíes, siempre con cientos o miles de muertos. Fue bombardeada en 2008, 2009, 2012, 2014, 2021, y 2022.

Pero olvídese. Olvídese de los anteriores ataques. Porque lo que está perpetrando ahora mismo Israel sobre Gaza -una estrecha y superpoblada franja de terreno, donde se hacinan 2,3 millones de habitantes, la mitad menores de edad- tiene una dimensión mucho más sangrienta y colosal. No hay comparación.

De la misma manera que la magnitud de los criminales atentados de Hamás que han iniciado esta crisis no tienen precedentes, el nivel de destrucción, de saña, de crueldad e inhumanidad que está desplegando el gobierno Netanyahu -el más ultraderechista, el más etnicista y fanático de la historia de Israel, no tienen parangón con anteriores campañas de bombardeos. “Llevo 70 años en Gaza y nunca he visto algo así”, dice desde la Franja a eldiario.es Raji Sourani, fundador del Centro Palestino de Derechos Humanos.

Gaza está siendo bombardeada por gobierno de Netanyahu que ya no aspira a una represalia, sino a la “solución final”.

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Ordenar un éxodo imposible mientras siguen los bombardeos

Ayer, el ejército israelí daba un ultimátum a la población del norte de Franja, la parte más poblada (más de un millón de habitantes, y donde se encuentra la capital, Gaza) para que se desplazaran al sur, en el evidente prolegómeno de una invasión terrestre para la que Israel ha concentrado 300.000 soldados – más soldados de los que Putin usó para su primera ofensiva sobre Ucrania- en torno a este territorio sitiado, al que ha cortado todo acceso a agua, alimentos y luz eléctrica.

Con esa cantidad de población, en ese plazo y con las comunicaciones cortadas o en mal estado, el éxodo que ordenaba Tel Aviv era imposible y las autoridades israelíes lo sabían. Así lo denunciaba la ONU y sus agencias -la UNRWA- y las distintas ONGs que se encuentran sobre el terreno, como Médicos Sin Fronteras.

Pero Israel fue más allá en su crueldad. Las imágenes muestran el remolque de un camión lleno de civiles gazatíes tratando de escapar hacia el sur. Instantes después el convoy es alcanzado por una ataque aéreo. No por un proyectil lanzado a ciegas, sino por un piloto que sabe a dónde apunta. 70 muertos y 200 heridos en apenas un instante de holocausto.

Los heridos son trasladados a hospitales como el Al Shifa. En él se encontraba un equipo de dos reporteros palestinos que trabajaban para la BBC -Adnanel Bursh y Rushi Abualouf- cuando el locutor tuvo que parar la narración, al reconocer a sus vecinos, a sus amigos, entre los heridos y los cadáveres. Las lágrimas son incontenibles. No es un cronista a distancia del horror, es -trágicamente- un protagonista. Sus vidas y las de su familia están igualmente amenazadas.

En el mismo hospital, otra escena desgarradora. Entre pasillos atestados de dolor y sangre, con médicos extenuados en un centro al borde del colapso – que atiende más de 6.000 heridos y que ha tenido que dejar cadáveres en el aparcamiento exterior- un padre y un hijo gravemente heridos, entre la vida y la muerte, tras ser alcanzados por el bombardeo. «Mantente fuerte, padre, no tengas miedo», le dice el niño palestino.

En la puerta del hospital gazatí, también los enfermeros y los conductores de ambulancias se derrumban momentáneamente. El personal sanitario se abraza tras perder a varios compañeros. Israel les dio permiso para asistir a varios heridos, y mientras les socorrían, el ejército israelí los bombardeó.

En la imagen, el paramédico no sólo llora por sus compañeros, sino por no poder atender a más gente. Tuvo que elegir a quién llevar en su ambulancia y a quién dejar moribundo entre los escombros. Pero pocas horas después no pudo llorar nunca más. El Tsahal lo asesinó -de nuevo con un misil de precisión- mientras intentaba atender a más y más heridos.

En su séptimo día de bombardeos sobre Gaza, Israel ha causado 2215 víctimas mortales -incluidos 724 niños y 458 mujeres- y 8.714 heridos. El Tsahal no cesa de lanzar proyectiles -algunos de ellos de fósforo blanco, un material extremadamente inflamable prohibido por la legislación internacional-sobre edificios de viviendas, zonas residenciales, campos de refugiados, mercados, refugios civiles y escuelas de la UNRWA, 21 de las cuales han sido blancos de los proyectiles israelitas solo en los primeros días de asedio.

Es un genocidio. Es un holocausto. Son crímenes de guerra. Nadie puede decir que ni hay material gráfico que no lo atestigüe.

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Y mientras tanto, al otro lado, la más despiadada deshumanización

El secretario de Estado, Antony Blinken, y el primer ministro sraelí, Benjamín Netanyahu.

Mientras las bombas masacran a la población civil de forma inmisericorde, mientras Netanyahu expira sus últimas horas antes de entrar con la bayoneta calada a Gaza y proceder a una auténtica limpieza étnica, Israel ha recibido dos importantes respaldos a sus genocidas acciones. Dos apoyos que blindan -aún más- la ignominiosa impunidad con la que el Estado de Israel lleva décadas cometiendo todo tipo de violaciones de los derechos humanos, y violando todas las resoluciones de Naciones Unidas

El primero, el apoyo incondicional y sin fisuras del gobierno de los EEUU, que ha enviado material militar para respaldar a su gendarme en Oriente Medio. Los misiles y los proyectiles de artillería que caen sobre Gaza son Made in USA.

El presidente de Israel, Isaac Herzog, entre Roberta Metsola, presidenta del Parlamento Europeo, y Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión.

El segundo es la visita institucional de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, y de la presidenta de la Eurocámara, Roberta Metsola, abrazando al presidente de Israel, Isaac Herzog, el mismo que horas antes culpabilizaba a todos los habitantes de la Franja de Gaza por los crímenes de Hamás y justificaba los bombardeos.

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No es la única muestra de la repugnante deshumanización de los palestinos, de la población civil gazatí que muere bajo las bombas. Los sectores más ultras del sionismo han encontrado en los ataques de Hamás -los más graves desde el Yom Kippur- la justificación para dar rienda suelta a unas ideas que sólo pueden ser calificadas como nazifascistas.

La recién nombrada por Netanyahu cónsul israelí en Nueva York, May Golán, respondía así en una entrevista al ser preguntada sobre Gaza. «Quiero decirles algo que realmente viene desde lo más profundo de mi corazón. En este momento, mi mensaje al mundo -especialmente al mundo, porque los ciudadanos de Israel conocen mi opinión- es que no me importa Gaza. Literalmente me dan igual. Pueden salir y seguir nadando en el mar. Quiero ver cadáveres de terroristas por Gaza. Eso es lo que quiero ver».

En otra entrevista a un medio extranjero, el exprimer ministro israelí Naftali Bennett -un ultrasionista representante de los colonos más intransigentes, partidario sin matices del castigo militar contra los palestinos… y muy bien conectado con EEUU- era preguntado por los bebés palestinos que podrían morir en las incubadoras si Israel sigue cortando la electricidad a Gaza.

Bennet estallaba, en tono violento: «¡¿De verdad va a seguir preguntándome sobre los civiles palestinos?! ¡¿Qué le pasa, no ha visto lo que ha sucedido?! ¡Estamos luchando contra nazis! Los civiles no son nuestro objetivo, el mundo puede venir y traerles lo que quieran, pero yo no voy a darles electricidad o agua a mis enemigos». Y ante los intentos del presentador de retomar la entrevista, Bennet no dejaba de enarbolar el victimismo para justificar lo que son -a todas luces- violaciones sistemáticas de los derechos humanos y de la Convención de Ginebra.

Es el resultado de largas décadas en los que el Estado de Israel ha inculcado -en buena parte de la población y en las nuevas generaciones de sus élites políticas- un racismo exacerbado, una deshumanización constante de los palestinos, a los que se considera “animales”.

Un clima de opinión permanentemente alimentado desde el gobierno, desde las instituciones y los medios de comunicación, para sustentar un auténtico apartheid sobre cisjordanos, gazatíes y la minoría árabe-israelí, tratada como «ciudadanos de segunda» en el propio Estado de Israel. Para justificar la más despiadada discriminación, excluyendo a estos grupos de la participación en la sociedad civil. Para polarizar y encuadrar -política e ideológicamente- a la sociedad israelí en torno a los planes de guerra y opresión de su clase dominante.

Y para preparar el camino a lo que estamos viendo: un asesinato en masa, un holocausto en directo contra 2,3 millones de gazatíes.

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