«Ojalá que los activos dañados, «tóxicos», estén bien acreditados en los balances, e incluso saneados o provisionados. Puede que así sea, pero puede que no. Las grandes cifras de los riesgos inmobiliarios admitidos por el sistema financiero, los ajustes producidos en sus carteras de inversión y los precios atribuidos a esos activos justifican dudas razonables sobre la amable tesis de la vicepresidenta.»
Parece más robable, y los que andan en las calderas así lo dicen, que las provisiones constituidas hasta ahora, genéricas y específicas, son insuficientes para cubrir los riesgos, incluso pueden serlo los recursos propios. Que hacen falta muchos más recursos para sanear es lo más probable y razonable. Ni aun manteniendo las valoraciones actuales de los activos (que es mucho mantener) son suficientes las dotaciones. No valorar la peor de las hipótesis es poner en riesgo la credibilidad cuando más falta hace (ABC) EL CONFIDENCIAL.- Ningún país europeo ha sufrido las consecuencias de la crisis como Islandia. Esta isla situada a medio camino entre Gran Bretaña y Groenlandia ha pasado del crecimiento extremo a la debacle total. La recesión se ha llevado por delante a su Gobierno, a sus bancos y a su moneda. El escritor y activista islandés Andri Snaer Magnason analiza cómo la depresión ha cambiado su país y advierte de los puntos comunes entre España e Islandia frente a la crisis. EL PAÍS.- Lo que un pacto debe proporcionar es el apoyo de los partidos (en especial del PP) al plan de recorte del gasto público, a la reforma de las cajas de ahorros y a la reforma laboral. Ese frente común es el que se necesita para reforzar la solvencia exterior de España. Corresponde a los partidos políticos separar el trigo de la paja. Y si no se consigue ese gran pacto, que el Gobierno tome las decisiones oportunas. Pero ya. Opinión. ABC ¿Están tan limpios los balances? Fernando González Urbaneja La vicepresidenta Salgado dice en público: «No pensamos que haya activos tóxicos que no hayan aflorado». La vicepresidenta merece crédito, dispone de información de primera mano, a poco que se esmere, de manera que su comentario tiene valor. Ojalá tenga razón, ojalá que los activos dañados, «tóxicos», estén bien acreditados en los balances, e incluso saneados o provisionados. Puede que así sea, pero puede que no. Las grandes cifras de los riesgos inmobiliarios admitidos por el sistema financiero, los ajustes producidos en sus carteras de inversión y los precios atribuidos a esos activos justifican dudas razonables sobre la amable tesis de la vicepresidenta. El primer ministro griego decía estos días que lo peor es perder la credibilidad. A los políticos, gestores de incertidumbres, se les recomienda estimar la peor de las hipótesis. Ramón Areces decía que el último de los empleados debe ser capaz de atender al mejor de los clientes, y atenderle bien. El Gobierno Zapatero suele evitar la peor de las hipótesis, imagina que las profecías tienden a materializarse, que pensando que saldrá bien… sale bien. Prometió que no habría crisis, por si la evitaba; promete que la recuperación ha llegado, por si adelanta. Pero no ocurre, ni se evitó, ni se adelanta. Lo mismo sirve para la pretensión de que están aflorados los «tóxicos» de las carteras de crédito. Parece más probable, y los que andan en las calderas así lo dicen, que las provisiones constituidas hasta ahora, genéricas y específicas, son insuficientes para cubrir los riesgos, incluso pueden serlo los recursos propios. Que hacen falta muchos más recursos para sanear es lo más probable y razonable. Para eso está el FROB. Ni aun manteniendo las valoraciones actuales de los activos (que es mucho mantener) son suficientes las dotaciones. No valorar la peor de las hipótesis es poner en riesgo la credibilidad cuando más falta hace. ABC. 3-3-2010 Entrevista. El Confidencial El hombre que derribó al gobierno islandés: “Nuestra crisis es similar a la de España” Darío Menore Ningún país europeo ha sufrido las consecuencias de la crisis como Islandia. Esta isla situada a medio camino entre Gran Bretaña y Groenlandia ha pasado del crecimiento extremo a la debacle total. La recesión se ha llevado por delante a su Gobierno, a sus bancos y a su moneda. Desde Ferrara, donde participó en el festival de la revista Internazionale, el escritor y activista islandés Andri Snaer Magnason analiza cómo la depresión ha cambiado su país y advierte de los puntos comunes entre España e Islandia frente a la crisis. “En 2002 el Gobierno islandés decidió doblar nuestra producción de energía, lo que provocó un boom inmobiliario y la llegada de mucho dinero del extranjero a nuestro economía. En España, el lugar de la energía lo ocuparon las viviendas. El crecimiento inicial y la crisis posterior es similar en los dos casos”, reconoce Magnason, que fue uno de los líderes intelectuales de la revuelta popular que provocó la caída del Ejecutivo de Reykiavik tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y crediticia en que vivió el país. Al analizar en paralelo la recesión de Islandia y España, apunta que en ambos casos se construyó una suerte de castillo de naipes basado en una demanda irreal. “En ninguno de los dos países había compradores suficientes para el gran número de viviendas que se construyeron”. La clave del problema estriba en un acuerdo “entre los inversores y los bancos. Las nuevas casas se financiaron con el enorme flujo dinero que entonces buscaba por el mundo un lugar donde invertir”. Los años de vacas gordas de crecimiento han dejado un período mucho más largo de penurias, apunta. “La industria de la construcción es muy peligrosa: crece de manera muy fácil y rápida pero luego hace mucho daño cuando está en recesión. Es dificilísimo que todas las personas que empleaba encuentren un nuevo trabajo”. Quedan, además, los daños paisajísticos que dejarán las millones de viviendas construidas en los años de borrachera inmobiliaria, especialmente dolorosos en zonas como la costa mediterránea. “La mayoría de estas nuevas casas son horribles. En Islandia ha pasado lo mismo”. Magnason ha analizado cómo su país pasó de la borrachera de la burbuja económica a la pesadilla de la crisis en Dreamland: a self-help manual for a frightened nation (La tierra de los sueños: un manual de autoayuda para una nación asustada). El libro, hoy convertido también en película, narra cómo la excesiva explotación de los recursos naturales y la avidez de un puñado de políticos, financieros y economistas ha dejado el país en los huesos. “Las crisis ponen tu mente a trabajar” Pese a la dureza con que Islandia ha caído, Magnason subraya que los períodos de crisis también son momentos llenos de oportunidades. “Es un instante muy estimulante, que pone tu mente a trabajar para buscar nuevas soluciones. Antes de la debacle el 80% de los jóvenes islandeses aspiraba a convertirse en un banquero millonario y ahora eso ya no pasa. La burbuja también se notó en nuestras mentes, las llenó de sinsentidos”. Con la recesión, apunta, los ciudadanos han sido más conscientes del “valor de la política” y de cómo se pueden “cambiar las cosas desde abajo”. En Islandia se exige ahora “tanto a la política como a la economía transparencia absoluta. Desde Internet se puede seguir el recorrido de todo el dinero público. También se ha logrado la imposición de un consejero exterior al Gobierno que vigila su acción y cuenta su labor a los ciudadanos a través de Internet. La crisis nos ha demostrado que los cambios no vienen del Gobierno, sino de los propios ciudadanos”. EL CONFIDENCIAL. 3-3-2010 Editorial. El País El paro no da tregua El paro registrado en febrero aumentó en 82.132 personas y lleva el número total de desempleados a 4.130.625 en términos estadísticos del Ministerio de Trabajo. Es un dato desalentador. Pobre consuelo resulta que el crecimiento del desempleo del mes pasado sea claramente inferior al registrado en febrero de 2009 (en aquel periodo se contabilizaron 154.058 parados más). El caso es que la recesión económica sigue destruyendo puestos de trabajo temporales y probablemente seguirá haciéndolo durante lo que queda de año. El coste económico y social de un volumen tan elevado de paro es insostenible. Por ello, es de vital importancia que el Gobierno y los agentes sociales aceleren la puesta en práctica de algunas de las medidas anunciadas el lunes en el documento contra la crisis enviado a los grupos parlamentarios. Los movimientos se suceden. La patronal CEOE, a través de su presidente, Gerardo Díaz Ferrán, pone hoy sobre la mesa, en un artículo en EL PAÍS, sus principales propuestas para la reforma laboral. Díaz Ferrán recupera su programa máximo con un nuevo modelo de contrato indefinido con despido más ágil y barato, una rebaja de las cotizaciones sociales, la intermediación privada en el mercado de trabajo, un menor control judicial de los expedientes de regulación de empleo y medidas contra el absentismo laboral. Estas ideas llegan pocas horas antes de que los partidos políticos comiencen a debatir el documento presentado el lunes. A la vista del prolijo conjunto de medidas económicas que se someten al consenso político y de la fría reacción inicial de los partidos, parece que los estrategas del Gobierno han confundido los términos de lo que debería ser un pacto de Estado contra la crisis y lo han transformado en medidas de diversa consideración. El Gobierno debería explicar que la reforma de la economía española (la economía sostenible) no tiene por qué coincidir con las medidas que saquen al país de la recesión. Por tanto, no es contradictoria la opción del I+D+i con las rebajas fiscales a la rehabilitación de viviendas; y mucho menos lo es la decisión de que el ICO avale créditos a las pymes con la reconversión del mercado financiero. El desenfoque se da en el menudeo de medidas. No es necesario someter a consenso un plan de rehabilitación de viviendas o un recorte del plazo del pago a los proveedores de la Administración. Hágase. Porque lo que un pacto debe proporcionar es el apoyo de los partidos (en especial del PP) al plan de recorte del gasto público, a la reforma de las cajas de ahorros y a la reforma laboral. Apoyo significa aquí respaldar las medidas e instar a las autonomías a que recorten sus gastos y favorezcan la reordenación de las cajas. Ese frente común es el que se necesita para reforzar la solvencia exterior de España. Corresponde a los partidos políticos separar el trigo de la paja. Y si no se consigue ese gran pacto, que el Gobierno tome las decisiones oportunas. Pero ya. EL PAÍS. 3-3-2010