SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Espaciosa y triste España

Mientras la sesión del Congreso del jueves se convertía en un Campo de Agramante, el Gobierno de la Comunidad de Madrid y, más concretamente, su consejera de Educación, Lucía Figar, agraviaba a Jon Juaristi con una destitución fulminante de su cargo de Director General de Universidades. A quien no conozca a este vasco de cuerpo entero, hay que remitirle a las hemerotecas biográficas. Comprobará que es un intelectual de hechuras extraordinarias. Además de catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alcalá de Henares -vive en Madrid su particular exilio interior-, es un hombre políglota, docente en universidades extranjeras y un escritor prolífico que ha recibido el Premio Nacional de Ensayo y el Premio Comillas de Historia, entre otros.

Siendo el firmante de este post director de ABC, tuvo la satisfacción de que su tarea periodística en ese diario -al que se incorporó así se lo pedí, después de hacerlo también en El Correo de Bilbao años antes, dando muestra de su tradicional generosidad- obtuviera el galardón más importante de los que se conceden a un articulista en España: el Mariano de Cavia por una tercera inolvidable titulada “Teología” (2005). Antes, con los Gobiernos de Aznar, desempeñó los cargos de Director de la Biblioteca Nacional y del Instituto Cervantes. Su obra es enorme. Sus ensayos han sido decisivos en la pelea intelectual contra el nacionalismo vasco y la banda terrorista ETA. Libros como El bucle melancólico o La tribu atribulada. El nacionalismo vasco explicado a mi padre, son hitos intelectuales en la compresión del abertzalismo. Cultiva la novela (La caza salvaje), las memorias (Cambio de destino) y la biografía (Miguel de Unamuno) y ha obtenido reconocimientos tales como la Medalla al Mérito Constitucional y la Orden de Alfonso X el Sabio. Pues bien, a este hombre, Lucía Figar le ha destituido fulminantemente y, para mayor escarnio (de ella y su Gobierno, no de Juaristi), pretende amparar su arbitrismo en un cese a petición propia que jamás se produjo.

Este intelectual maltratado por una política de las que (no) nos representa, acaba de publicar una recopilación electrizante y emotiva de ensayos y trabajos académicos que ha titulado Espaciosa y triste. Ensayos sobre España, tomando los adjetivos atribuidos a nuestro país -que cuadran muy bien con su actualidad- de Fray Luis de León. Porque España es, desde luego, espaciosa, pero, con igual seguridad, está triste. Lo está porque se busca y no se encuentra, de ahí que Juaristi -el fulminantemente destituido- se haya centrado en la “génesis histórica de una identidad nacional”, es decir, de la nuestra. El ensayo -editado por Espasa- es de una brillantez extraordinaria y de un agudeza poco común y le viene a España como anillo al dedo considerada la crisis del modelo territorial y la deconstrucción del sistema político de 1978, a manos de una clase política incapaz, que embarra la política, se repite a sí misma ad nauseam y apenas si ofrece algún ejemplo edificante de excelencia.

Esta “espaciosa y triste” España en donde Juaristi es apartado de la administración autonómica madrileña mediante un procedimiento intolerable (se opusiera o no, expresa o implícitamente, al incremento de tasas universitarias, lo que sería, de haber sido así, muy razonable) nos remite al hombre-masa al que se refirió Ortega en su Rebelión de las masas que, en contra del principio aristocrático del gobierno “de los mejores”, domina sobre el ámbito público galleando altanero y soberbio. Juaristi era uno de los mejores que, incomprensiblemente salvo por su generosidad y diligencia, aceptó de Esperanza Aguirre un cargo propio para un catedrático que ama la excelencia, profesa devoción al país y defiende la nación. Perdemos un director general autonómico –él estaba muy por encima del cargo- pero ganamos una nueva libertad para el intelectual.

Pero, aun siendo así, hay que recordar las palabras del vigésimo sexto presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, cuando afirmó: “Detrás del gobierno visible se halla entronizado un gobierno invisible que no debe lealtad a nadie y no conoce ninguna responsabilidad hacia el pueblo. Destruir este gobierno invisible, denunciar la blasfema alianza entre la corrupción económica y la corrupción política, es la principal tarea de un estadista de nuestros días”. Con personas como Juaristi, apartadas despóticamente del servicio a la Administración Pública, será más difícil quebrar esa “blasfema alianza” corrupta que, además de incuria moral, sólo demuestra tosquedad e ignorancia.

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