SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Rajoy se enfrenta a Rajoy

En la oposición, pocos, muy pocos, le creyeron porque, precisamente sus palabras, plasmadas por escrito en la pantalla de un móvil, cuentan una historia diferente y se empeñan en contradecirle. Rajoy no rompió su relación con Luis Bárcenas cuando se descubrió la fortuna que había amasado y evadido al extranjero. El propio presidente lo demuestra con uno de sus SMS, el más importante, el que desde hace varias semanas se ha convertido para él en una cruz: «Luis. Lo entiendo. Sé fuerte. Mañana te llamaré. Un abrazo». Un mensaje amable e incluso comprensivo, escrito y enviado al ex tesorero el pasado 18 de enero, 48 horas después de que públicamente se supiera el resultado de la comisión rogatoria que arrojó luz sobre la existencia de más de 20 millones de euros –que luego crecerían hasta superar el doble– en Suiza, a nombre de la misma persona a la que el presidente enviaba un «abrazo». De ese texto, lo último que puede deducirse es que Rajoy, profundamente decepcionado, acababa de comprobar que su hasta entonces colaborador eficaz no era sino «un falso inocente».

Un hombre que ahora sigue, según el presidente, una «estrategia defensiva que consiste en atacar al PP» y que –puso especial interés en remacharlo– «tiene derecho a mentir, a esconder la verdad, a negar los hechos, a fantasear, a transferir la culpa a otros, a rodearse de circunloquios, a inventar excusas, pretextos, justificaciones (…) incluso a cambiar de versión cuantas veces quiera».Nada de esto, ninguna de esas palabras, pasaron desapercibidas ayer en el Pleno del Congreso. El líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, y la dirigente de UPyD, Rosa Díez, metieron el dedo en la herida hasta el fondo. Para ellos, la contradicción – «la mentira»– que revela el último SMS de Rajoy a Bárcenas es razón suficiente para que dimita. «Sólo por eso debería haber dejado la Presidencia», vino a afirmar un Rubalcaba que diseccionó paso a paso la trayectoria del caso Bárcenas, desde que se inició con la semilla de Gürtel hasta que, en su opinión –coincidente con la de muchos otros portavoces de la oposición– ha acabado convirtiéndose en el caso PP. «Las cosas son en este caso como parecen ser», le espetó el socialista al presidente. «La opción ahora es entre mentiras y hechos; entre las mentiras del PP y los hechos del PP; entre la palabra del señor Rajoy y los SMS del señor Rajoy». También Rosa Díez apuntó en esa dirección: «No se acerque a los hechos como si fueran versiones. Hay hechos probados» y «la mentira es su debilidad».Rubalcaba disparó sin pausa ajeno al reproche que antes le había lanzado Rajoy: «¿Por qué siembra incertidumbres dentro y fuera de España? ¿Por qué alienta la sospecha? ¿Por qué sabotea la confianza que se han ganado los españoles en los mercados? ¿Qué cosa tan grande espera conseguir a cambio de que regresemos a la ruina?».

El líder socialista le recordó al presidente cómo el pasado mes de febrero empezó a virar sutilmente en su mensaje al afirmar que todo era falso… «salvo algunas cosas». Y Rosa Díez, en compañía de otros, quiso saber qué cosas eran ésas, pero no obtuvo respuesta. De hecho, la jefa de filas de UPyD planteó a Rajoy 20 preguntas precisas como dardos, pero el presidente no las contestó. A lo más que llegó, tras admitir la «equivocación» de haber creído, protegido y defendido durante mucho tiempo a Bárcenas, fue a reconocer –aunque sin precisiones– que en el PP se han pagado sobresueldos pero, según su versión, siempre en dinero «blanco».«¿Se han pagado sueldos? Sí. ¿Se han pagado remuneraciones complementarias por razón del cargo? Sí. ¿Se han pagado anticipos o suplidos a justificar por gastos inherentes al desempeño del cargo? También, como en todas partes. Es de justicia. Se ha pagado por un trabajo, se ha pagado en blanco y se ha incluido el pago en la contabilidad», explicó, aunque sin llegar a abordar la clave: ¿cobraban complementos los miembros del Gobierno?No llegó tampoco a aclarar si él, durante su etapa como ministro de Aznar, recibió esas retribuciones. Sí aseguró, sin embargo, que todos sus ingresos siempre los ha declarado a Hacienda. Sobre los de los demás no se mojó: «Declarar es una responsabilidad individual».El discurso de Rajoy ayer parecía llegar tarde. De hecho, él mismo aseguró que no esperaba ser creído, que le habían condenado de antemano y que sólo se esperaba que admitiera su culpa, algo que lógicamente no hizo.«No me voy a declarar culpable porque no lo soy», afirmó construyendo una de sus frases más efectistas. Y añadió: «No tengo constancia alguna de que mi partido se haya financiado ilegalmente; siempre he cumplido mis obligaciones con Hacienda; no he venido a la política para enriquecerme porque tengo una profesión, y», remató, «aunque no soy un compendio de virtudes, soy una persona recta y honrada».Insistió, además, en varias ocasiones en que la Cámara «no es un tribunal», «ni una comisaría» y, por tanto, mantuvo la tesis de que «lo único» que cabía que le preguntaran los portavoces es «si lo que dice el señor Bárcenas es cierto o no».Evidentemente, la respuesta del presidente fue un rotundo «no». Como también lo fue a la petición de dimisión que le lanzó media docena de oradores argumentando que, envuelto en este escándalo, «perjudica a España», que «está en manos de Bárcenas», que «hace daño a la democracia» y que «agrava la crisis». Rubalcaba hasta llegó a lanzarle un terrible aviso: «Los delitos contra la democracia no prescriben».Y después, Díez le reprochó la tendencia a «confundir su persona con el Estado» y a equivocar «el control parlamentario, que es democracia, con la complicidad». Ella no dudó en advertirle que no es lo mismo «la legitimidad de origen que la legitimidad de ejercicio», y que «someterse al Parlamento» es una de sus «obligaciones constitucionales más importantes».

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