SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Rajoy enví­a un mensaje de fortaleza a Berlí­n

La comparecencia de Mariano Rajoy ante el Congreso de los Diputados (en sede del Senado) ha reafirmado la estabilidad de la mayoría parlamentaria española ante los centros de poder europeos y los observatorios financieros internacionales. Primera conclusión, por tanto: España vive una tormentosa situación política que va para largo, en medio de una grave crisis económica, pero no regresa a la zona de riesgo sistémico cuando faltan dos meses para las importantes elecciones alemanas.

Primera conclusión: señal de estabilidad a Bruselas y Berlín. Segunda: se ha restablecido un cierto voltaje entre los dos partidos principales (muy desgastados en las encuestas). Tercera: Izquierda Unida y UPyD han tenido oportunidad de afinar su diálogo con los descontentos y probablemente no la han desaprovechado. Cuarta conclusión: no se ha aminorado, en absoluto, el enorme fastidio de la sociedad ante la degradación de la situación económica y política del país, un estado de ánimo que contiene muchos matices y que oscila entre la angustia, el desasosiego, el desapego y la irritación aguda. Estado de ánimo que en Catalunya ha cristalizado en la corriente del adiós (firme proyecto político en unos casos, ensoñación en otros: abrir una puerta y decir adiós). En el plano de la relación entre la política y la sociedad, hoy nada se ha solucionado. Ha sido una sesión con muchos nervios, en la que no creo que pueda señalarse como perdedor al presidente del Gobierno.

¿Rajoy vencedor? No. No lo enfoquemos como una crónica deportiva. Las batallas políticas no se rigen por el marcador automático. Con un discurso que contenía mucho trabajo de hemeroteca, Mariano Rajoy ha conquistado el titular de la jornada. «Me equivoqué». (Es decir, reconoce públicamente que se equivocó dando confianza a Luis Bárcenas y se siguió equivocando defendiéndole una vez establecida la imputación judicial). Ese es el mensaje del día, un movimiento de apertura que probablemente la oposición no esperaba, ya que estas semanas se ha trabajado mucho con la idea de un presidente descolocado; un presidente diésel que siempre deja pasar el tiempo, combinando astucia, paciencia e indolencia. Nadie esperaba esa claridad: «Me equivoqué». Un mensaje que recuerda al del Rey después del episodio de Botswana. (El paralelismo acaba aquí. El momento es otro, las circunstancias no son las mismas y la sociedad no tratará al presidente con la misma benevolencia que al Jefe del Estado).

Quizás las estrategias de la oposición estaban inicialmente pensadas para acosar a un Rajoy evasivo y ello también ha determinado el curso del debate.

Rubalcaba, sólido, duro, acerado, sin duda satisfecho por haber forzado la comparecencia del presidente, ha ejercido de líder de la oposición, sin hallar una idea sintética capaz de desbordar el «Me equivoqué». Rubalcaba ha concluido con un golpe seco: «¡Márchese!». Una petición contundente, replicada con la misma fuerza con Rajoy: «No pienso dimitir, porque soy inocente».

El presidente ha jugado fuerte, como si estuviera convencido de que no habrá mayores sorpresas en la instrucción judicial. Y el líder del PSOE ha quedado a la espera de nuevas revelaciones del preso de Soto del Real y sus albaceas en la prensa de Madrid. ¿Rubalcaba prisionero de un campo mediático que siempre ha detestado? En cualquier caso, el secretario general del PSOE ha intentado reafirmarse hoy como líder de la oposición, ha podido restablecer un cierto voltaje entre los dos principales partidos y ello le concede un poco más de margen de maniobra en la compleja situación interna de su formación política, con un asunto no muy agradable en Andalucía.

Bruselas y Berlín han recibido un mensaje claro: «El Gobierno español no está en riesgo; su estabilidad parlamentaria sigue intacta». Este era el principal objetivo de Rajoy. Llegar a septiembre con la situación acotada, esperar a que en otoño maduren las señales de mejora económica («indicios alentadores» es la nueva expresión oficial que sustituye a los ‘brotes verdes’ de Elena Salgado) y acaso proceder, en septiembre u octubre, a una remodelación de Gobierno para intentar recuperar la iniciativa. El Partido Popular llega a agosto mellado, pero no destrozado. El verano, sin embargo, aún no ha concluido y habrá actividad en los juzgados.

La sesión ha sido áspera, nerviosa, trufada de citas literarias y filosóficas (unas mejor traídas que otras) y rematada por una curiosa aportación retórica de Rajoy: su discurso, como hemos dicho, estaba repleto de citas de políticos socialistas defendiendo la presunción de inocencia y advirtiendo contra los juicios paralelos. Citas de Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba, principalmente. El redactor del discurso, muy escrupulosamente, señalaba la conclusión de las citas con la fórmula al uso, entre paréntesis (fin de la cita). Rajoy, muy mentalizado de que hoy era el día de mostrarse enérgico, ha leído esos entre paréntesis literalmente. Fin de la cita, fin de la cita, fin de la cita…. iba repitiendo el presidente, dando título a la canción del verano.

Fin de la cita, a la espera de acontecimientos.

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