En retroceso, aunque no derrotados

Los últimos acontecimientos en Cataluña muestran a un campo independentista -sobre todo a la «caverna de Berlín» nucleada en torno a Puigdemont y partidaria de la confrontación a toda costa con Madrid- en continuo retroceso. Los hechos demuestran que las condiciones, tanto en Cataluña como en el resto de España, son cada vez más favorables a la defensa de la unidad (sobre todo desde posiciones progresistas) y más desfavorables para quienes buscan la división y el enfrentamiento.

El campo independentista está cada vez más recorrido por graves grietas internas y por las amargas caras de la derrota. Lejos queda la unanimidad y las exaltaciones de octubre. Ahora los sectores más pragmáticos y posibilistas -concentrados en ERC, pero también en buena parte de la dirección del PDeCAT- se enfrentan al sector del “tensionar, tensionar y tensionar» encabezado por Puigdemont. Las tensiones han estallado entre ambos grupos hasta en el propio Parlament, ante los intentos de suspender temporalmente a Puigdemont de un acta de diputado que él mismo no puede usar.

La fractura se ha trasladado también al mismo seno del PDeCAT, el remozado nombre de CiU de toda la vida. Los sectores afines al rupturismo ultramontano han logrado dar un golpe de mano y hacerse con la dirección. La coordinadora general Marta Rovira -representante de los sectores pragmáticos dentro del PdeCAT- ha dimitido, y se ha aprobado la disolución del partido de los Pujol y los Mas para integrarse en una plataforma, la Crida Nacional per la República. Pero esta maniobra de los afines a Puigdemont solo cuenta con el 60% del partido, y agranda aún más las grietas del independentismo.

Los verdaderos límites de los padrinos del procés no están en Madrid, sino en la propia sociedad catalana. Una mayoría social ha rechazado, rechaza y rechazará los intentos de ruptura, e incluso una parte que ha coqueteado con la idea de la República está cada vez más hastiada del enfrentamiento permanente que busca Puigdemont desde Berlín. Recientes encuestas dejan reducido el apoyo a la independencia al 22%, uno de cada cinco.

Pero, siendo esto así, sería un grave error menospreciar la fuerza y la capacidad de maniobra de los que buscan la ruptura a toda costa. Y no solo porque tengan -aunque con dificultades y limitaciones- las riendas de la Generalitat, sino porque cuentan con el apoyo (también limitado) de centros de poder mundial. Poderes globales (en Europa y fuera de ella) que aunque no tienen en su agenda la desmembración de España, sí están interesados en proteger a los Puigdemont y en mantener abierta una herida para la unidad territorial que es un más que útil instrumento de intervención en los asuntos claves de España.

Mientras tengan el poder autonómico y les respalden poderosos padrinos, el peligro persistirá. Están retrocedidos, pero (aún) no derrotados.

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