SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Elliott y la buena historia

La lectura del reciente libro Haciendo historia (Taurus, Madrid, 2012), del conocido hispanista británico John H. Elliott, es particularmente interesante para comprender ciertos aspectos del momento político español y, en particular, del catalán. Además, su valor no radica sólo en este aspecto concreto y coyuntural, sino que es más amplio, va más allá de la historia en sentido estricto y abarca también una cierta manera de comprender la vida académica y las diversas formas del conocimiento.

En efecto, aunque se trata de un libro de memorias circunscrito a la propia producción historiográfica del autor, es concebido desde unos presupuestos que nos muestran un modelo de maestro universitario hoy casi en vías de extinción: aquel apasionado del saber por el saber cuya obra es fruto de una obsesiva curiosidad. Estas cualidades se aprecian desde el principio hasta el final del libro, especialmente en el encadenamiento de las distintas materias estudiadas, siempre situadas en el mismo periodo, los siglos XVI y XVII, pero enfocadas desde ángulos cambiantes.

En efecto, Elliott no escoge sus temas de estudio al azar sino por motivaciones vitales y, al concluir un tema, en el estudio siguiente aborda las lagunas que han quedado sin aclarar. De ahí que su itinerario intelectual tenga una coherencia infrecuente: matiza y completa pero no se repite ni se dispersa. El foco de atención se amplía y, a su vez, cual zoom fotográfico, va penetrando hasta mostrar el aparente detalle que permite reinterpretar el conjunto. Por ello el libro no sólo es de interés para los aficionados a la historia sino para todos aquellos que sepan apreciar un estilo intelectual antidogmático y reflexivo que sitúa la duda y la ponderación equilibrada de los distintos puntos de vista como eje básico de su método de conocimiento.

Pero, además, el libro es oportuno debido, como hemos dicho, al momento político español y catalán. Ciertamente, Elliott no alcanza a estudiar la guerra de Sucesión que acaba en 1714, ya que sus investigaciones sólo abarcan los dos siglos anteriores. Pero al haber iniciado su carrera académica con una tesis sobre los orígenes y causas de la guerra de los Segadors de 1640 y al haber continuado sus investigaciones con una biografía del conde duque de Olivares, su interés por los asuntos catalanes y españoles le ha perseguido durante toda su vida, dado su talante intelectual, sus largas estancias en nuestro país, sus estrechas relaciones con muchos historiadores españoles y el dominio tanto del español como del catalán.

Los dos primeros capítulos de Haciendo historia están especialmente dedicados a la posición de Catalunya dentro de España y son interesantes porque la mirada de Elliott es externa, y anglosajona, lo cual no le hace sospechoso de partidismo y le permite escribir con la objetividad indispensable, más todavía con las matizadas observaciones que tiene siempre por costumbre introducir. Ya al llegar de joven doctorando a Catalunya, Elliott tiene una mejor relación con Vicens Vives y su grupo que con el de Ferran Soldevila, dos opciones distintas en el enfoque de los estudios históricos. Reconoce Elliott que La rebelión de los catalanes, su libro sobre la guerra de los Segadors al que nos hemos referido, desmitificaba algunos arraigados mitos de la historiografía nacionalista que Soldevila defendía. Pero lo significativo es que Elliott también dice (página 65) que los historiadores de una nueva generación (es decir, los actuales) han visto en el libro un sesgo anticatalán.

En el fondo de la cuestión, y lo describe muy bien Elliott, lo que sucede es que, al contrario de lo que podía pensarse hace veinte o treinta años, el método de Soldevila, es decir, la historia romántica, ha influido más que el método de Vicens Vives, el de la escuela francesa de los Annales. Elliott lo resume muy bien (páginas 62-63) en las consideraciones que hace sobre el “excepcionalismo” nacionalista, en el síndrome de la “nación elegida” y el síndrome de la “víctima inocente”, tan presentes en el día a día de la política catalana. Ni uno ni otro síndrome, dice Elliott, “son propicios para escribir buena historia”. Los historiadores catalanes, con pocas excepciones, suelen ser meros ecos del poder imperante en Catalunya desde hace más de treinta años, unos por activa, como corifeos, otros por pasiva, callando. El resultado es que, Elliott dixit, no se hace buena historia. Así, el maestro británico confiesa su fracaso: “Mi libro La rebelión de los catalanes estaba fuertemente marcado por la determinación de liberar la historia de la Catalunya del siglo XVII de las garras de la mitología nacionalista” (pág. 64). Pero concluye (pág. 96): “Hay una nueva generación en la España oriental que corre el peligro de alcanzar la madurez bajo la impresión de que la historia de su territorio natal se detiene en las orillas del río Ebro. Con tal enfoque, inevitablemente se retrocede a la historia nacionalista estrecha y cerrada que historiadores de la talla de Vicens Vives se propusieron ante todo desacreditar”.

Todo parece indicar que, desgraciadamente, comprobaremos este mal presagio, el no escribir buena historia, en los próximos meses.

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